Siempre hubo algo que a Martínez lo tuvo intrigado durante años. Era lo relativo a la duración de un sueño. Él siempre tuvo la sospecha de que este podía tener una duración de un centésima de segundo. Y abonaba esta teoría con lo que le había ocurrido en varias oportunidades: al despertar por un ruido violento como una voz enérgica, el golpe de una puerta o la explosión de un caño de escape en la calle. Había advertido que este sonido violento se incorporaba y encajaba perfectamente con el argumento, de tal suerte que era el remate del sueño del que despertaba.

Lo que no podía comprender era que invariablemente este ruido accidental coincidiera con el argumento onírico, como la última pieza de un puzzle. Esto no era algo lógico ya que, en su desarrollo, el sueño no podía prever como final un sonido totalmente fortuito. De manera que acuñó la teoría de que el ruido violento y el sueño eran casi simultáneos. O mejor: el ruido disparaba un sueño fulminante de una fracción de segundo o tal vez sin duración, y de esta manera ruido y sueño se integraban en una sola pieza.

Y estaba en estas cavilaciones, cuando una voz enérgica lo devolvió a la realidad de la sala de espera.

—¡Sr. Martínez! —casi gritó la asistente del doctor, sacándolo de su somnolencia.

Pasó al consultorio, entregó las placas y los resultados de sus análisis, y esperó pacientemente la opinión del médico.

—No se alarme, pero tenemos que empezar con el tratamiento sin pérdida de tiempo —dijo el doctor.

—Ya lo sabía doctor, no se preocupe, lo tengo asumido. Con toda confianza, ¿Cuáles son mis expectativas de vida?

—No es fácil contestar esa pregunta, todo depende de la respuesta del organismo al tratamiento, últimamente la ciencia ha hecho avances formidables en este tipo de enfermedad.

Como consuelo había sido bastante burdo, pero él sabía que el médico no podía actuar de otra manera. De todas maneras, hubiera preferido una mentira piadosa al mazazo de la verdad.

—Doctor, necesito prepararme y preparar a mi gente, dígame algo aproximado, ¿un año tal vez?

—Mire, ha habido casos de recuperaciones sorprendentes, por eso yo aspiro a que usted pase ese lapso que me dice, con largueza.

—Gracias Doctor —dijo él, sorprendiéndose del sonido de sus palabras de despedida por lo absurdas y sin sentido.

Cuando llegó a su auto, sintió ese dolor, más fuerte, más penetrante que otras veces, tal vez porque ahora se sumaba al mismo, la certeza que durante algún tiempo intentó soslayar.

Absorto en sus preocupaciones y angustiado, se distrajo por un momento y no vio venir un auto de frente.

Un violento bocinazo y el estruendo de un choque en la calle lo despertó sobresaltado.

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS