
Me detuve una mañana de invierno en medio de la plaza.
El aire era frío, pero había algo cálido en esa pausa. La gente pasaba a mi alrededor, algunos con paso apurado, otros distraídos, con el gesto perdido entre pensamientos.
Me quedé observando, respirando lento, como si el tiempo se aflojara por un instante para dejarme ver más allá de las apariencias.
Y me pregunté: ¿cuántas personas estarán hoy atravesando sus propias tormentas en silencio? ¿Cuántos llevan guerras internas escondidas tras una sonrisa, tras la rutina, tras un “todo bien” automático? Nadie lo nota, pero todos lo hacen. Algunos con herramientas que supieron adquirir, con palabras que curan, con conciencia del proceso. Otros, simplemente con lo que tienen: sus pensamientos, sus miedos, su historia.
Cada mente es un mundo, una arquitectura única de creencias, heridas, anhelos y preguntas. Algunas construidas con cimientos fuertes, otras apenas sostenidas por recuerdos frágiles o por lo que les enseñaron a creer. Porque muchas veces las formas de pensar, de sentir o de reaccionar no son propias, sino impuestas, heredadas, aceptadas sin cuestionamiento.
Me detuve y lo sentí: todos estamos en camino. Algunos dormidos, otros despertando. Algunos resistiendo lo que duele, otros transformándolo. Y todos, sin excepción, buscando —aunque no lo sepamos— volver a ese centro sagrado donde algo en nosotros se siente en paz, en casa.
Desde ese momento de quietud, pude ver la vida con otros ojos. Más humanos. Más compasivos. Comprendí que detrás de cada rostro hay una historia, y que quizás la mayor forma de amor que podemos ofrecer es mirar al otro sin juicio, con reverencia por lo que no conocemos.
Así, agradecí. Agradecí por esa pausa, por ese invierno, por mi capacidad de sentir. Agradecí por lo que logré, por lo que superé, por lo que aún me duele y sin embargo sigo aprendiendo a amar. Me sentí parte de algo mayor, de una danza de almas que avanzan, tropiezan, sanan y se abrazan en el silencio de lo cotidiano.
Porque a veces, basta con detenerse. Contemplar. Sentir. Estar aquí. Ahora. Y reconocer que esta vida, tan compleja y tan hermosa, es también un milagro en movimiento.
Nai❤️🩹
OPINIONES Y COMENTARIOS