Golpe tras golpe he llegado hasta aquí.
Tuve que mirarme al espejo de la realidad y aceptar que lo que veía no me gustaba… pero tampoco era tan malo.
Descubrí que la vida me alcanzó antes siquiera de ponerme en la fila de salida.
La muerte me sorprendió y me arrastró por un camino sin competencia, donde lo único que queda es sobrevivir.
No se trata de lo que uno quiere o es.
Se trata de lo que te toca.
Y, siendo honesta, al principio solo vi errores.
Según la sociedad, no he logrado nada.
Pero si miro mis propios pasos —aunque torpes—,
veo que he subido una escalera hecha de fracasos…
y con eso voy a seguir.
Hoy entiendo que también se puede comenzar desde la derrota.
Y eso, está bien.
No tengo lo mismo que otros,
ni siquiera estoy cerca.
Pero ya no le tengo miedo a la muerte,
ni a las pérdidas,
ni a los cambios que duelen,
ni a la soledad,
ni a esa tristeza que se clava en el alma.
Tampoco al golpe inesperado, ni a la ansiedad, ni a los días difíciles.
Desde aquí me coloco en la línea de salida.
Si perder era lo peor, ya perdí.
Ahora, solo me queda ganar.
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