Tengo problemas con los horarios. La puntualidad no se me da. Trato de no tener estructuras y que la rutina no sea tan rutina. ¿Y por qué soy así?
Por culpa de las etiquetas de la sociedad. ¡Ah, tiraba esa! Obvio que no es tan así, pero un poquito sí.
Allá, cuando tenía 17 años, decidí ser contadora. No voy a ahondar en las grandes y fundadas razones, como que me gustaba mucho Matemática y Contabilidad, que me llevaron a esa decisión. Así como 2 + 2 = 4, Matemática + Contabilidad = Contadora. ¿Había alguna duda al respecto? ¿O acaso había que preguntarse si el día a día de la profesión me iba a gustar?
¿Y por qué estoy contando eso? Porque las etiquetas de los contadores son parte de la raíz de mis problemas con los horarios: «cuadrados y estructurados». Y que tire la primera piedra el que no tenga ese concepto de estos profesionales de las ciencias económicas.
La otra parte es que, en mi cabeza, eso es igual a aburrimiento y prisión. Es una conclusión muy personal y, ahora de más grandecita, me doy cuenta, además, de que es muy errada. No los rótulos —porque los tenemos—, sino mis deducciones sobre los mismos. Pero bue, en aquel entonces pensaba así, y no me iba a quedar de brazos cruzados, porque puedo ser cualquier cosa, pero nunca aburrida. Yo soy pura diversión… ¿o no soy muy graciosa acaso?
Cuestión que, con tal de dar batalla al aburrimiento, de no ser prisionera de estructuras, del orden, de la rutina, de que todo siempre sea lo mismo, igual, repetitivo, yo decidí ser un alma libre, cambiante, desestructurada. Decidí entregarme al caos.
Eso se tradujo en una persona impuntual, siempre a las corridas. Especuladora 100 %, quizás un poco adicta a la adrenalina de correr atrás del reloj, y calesita vueltera desde siempre. Sin llegar al extremo total, porque gracias a Dios fui/soy hockista, muy fanática y, en ese sentido, bastante disciplinada, lo cual me enderezó un toquecito, porque si no… mamita querida.
Además, impuntual pero con criterio (el mío). Según yo, si con mi llegada tarde solo me perjudicaba a mí misma, no pasaba naranja: ¡impuntualidad activada! Aunque si, llegando tarde, perjudicaba a otros, entonces tenía que ser puntual. Esa era mi vara. Lo cual se tradujo, básicamente, en que: a turnos llegaba justo o con cinco minutos de retraso como mucho (nunca antes), y en la vida social: vía libre pa’ llegar a cualquier hora.
Para la juntadera: siempre tarde. Y cada vez más tarde, porque empeorar es muy fácil. En un punto dejó de importarme mi impuntualidad, como que hasta la prefería. Admitamos que llegar temprano a veces es un poco feo también, más si te juntás con alguien como yo.
Así que hazte la fama y échate a dormir. Si les cuento que en Australia he cambiado y que soy muy puntual, no me van a creer, y hacen muy bien, pues todavía no lo logro. Estoy bastante lejos, y la calesita no para.
Pero sí, empecé a entender que el orden, la estructura y la organización hacen que las 24 horas del día sean más rendidoras, y que lo realmente esclavizante es el caos, aunque sea muy hermoso.
Cosas de las que una se percata después de andar muuuuuchos años corriendo.
La idea es mejorar de a poco. Me estaría costando despegarme de mi conclusión errada, no la puedo terminar de soltar. Entonces, cuando empiezo a estructurarme y ordenar, me da alta claustrofobia. Así que ahí voy, intentando y fracasando, en esa.
Tengo una hermosa calendarización de mi rutina en el Google Calendar que no respeto ni por casualidad, sin embargo la tengo! Y estoy full apoyándome en los conocimientos de la crack, reina de la gestión del tiempo y la productividad, Sofía Contreras. Mucho podcast para aprender y aplicar sus tips, aunque… ¡tá duro de roer el hueso!
Lo importante es que la semilla está sembrada. De vez en cuando se riega. Ya veremos si algún día da frutos. Lo positivo es que, esta vez (y otra vez), si bien no llego a tiempo… nunca es tarde para corregirse.
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P. D.: Casi no conozco contadores aburridos. Que los hay, los hay; igual, son los menos. Otra prueba de que mi pensamiento era errado. Cuadrados y estructurados, recontra sí; ¿aburridos?: ¡jamás!
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