Un ruido estruendoso destruyó por completo la tranquilidad en la isla. Como el sonido que produce un viejo árbol al quebrarse y caer contra el suelo.

La joven Zïsäa se encontraba cerca de la playa sacando conchas de las rocas y pudo ver una humareda que se alzaba por encima del escarpado a orillas de la playa, pensó que sería un accidente de aquellos que suceden muchas veces en las grandes ciudades muy lejanas de allí, lo mejor era no acercarse le habían enseñado que era mejor no meterse en problemas ajenos además los escarpados de donde emanaba esa columna de humo estaban algo alejadas de su aldea.

Pero pocas horas después cuando empezaba a caer la noche, la playa arrojó el cuerpo de alguien, parecía estar muerto, se trataba de un sujeto alto pálido, no se sabía si era por la exposición a la sal del mar o por qué así era la tonalidad de su piel, Zïsäa se acercó con mucha cautela, la persona arrojada sobre las piedras de la playa estaba vestido con alguna clase un uniforme de color blanco y azul oscuro, con botones dorados, solamente algunos botones los que quedaban, pero lo que llamó más la atención de la jovencita fue la insignia algo singular que llevaba en el uniforme, era como una especie de ave en colores dorado y negro con una escritura de un idioma que ella desconocía, aunque ella desconocía cualquier tipo de escritura, por qué era analfabeta, solamente sabia leer en el viento o en el color de los cielos, siempre pensó: —¿Para qué necesitaba saber leer, si ella sabía que viviría en esa aldea siempre, porque era lo que más conocía así como sus abuelos y sus padres vivieron en ella? —

Sacó de su pequeña bolsa tejida acomodada a un costado de cintura una soga y la ató en los talones del extraño arrastrándolo tierra dentro, luego le despojó de su ropa mojada y encendió una fogata para darle calor y secarlo.

El extraño tosió y arrojó por la boca un borbotón de agua, eh hizo algunos ruidos, la joven Zïsäa tomó una rama y le hincó para asegurarse que estuviera vivo.

Dos días estuvo el extraño sin reaccionar, solamente balbuceaba palabras entre sueños y pesadillas, tenía mucha fiebre, fiebre que Zïsäa se encargó de bajar con algunos paños sumergidos en agua dulce fresca y colocaba sobre la frente de este.

El extraño, al despertar, se encontró semidesnudo dentro de una covacha y la joven Zïsäa quien lo observaba desde una esquina de la choza

Zisäa le dijo —¿broika coloroë? — que significaba algo así como —¿Te sientes bien extraño? — El extraño trataba de reconocer en donde se encontraba, sus ojos recorrían toda la covacha, sus ojos eran poseedores de una mirada penetrante negra y brillante, pero a los pocos minutos de despertar volvió a desmallarse.

El cuerpo del extraño estaba algo maltrecho, tenía cortes y heridas en manos y cabeza. Sobre todo en la cabeza, como si se hubiera golpeado la cabeza al caer. Zïsäa hizo todo lo que sabía en cuestión de curaciones, solamente le quedaba esperar a que el extraño se recupere por sí mismo. Observaba al extraño y le traía a la memoria el recuerdo de sus tres hermanos mayores, quienes habían partido a una de las tantas guerras que se dieron hace unos años. De sus hermanos no se supo nunca, jamás nunca llegaron noticias de ellos o de quienes los acompañaron, era muy posible que hubieran muerto.

Era de noche y el extraño reaccionó, abrió los ojos y con un gesto de total desconocimiento trató de incorporarse del suelo, pero se encontró con que había sido atado por los talones con una especie de cuerda que le impidió hacer movimiento alguno. Junto a él había una especie de mechero de aceite que, encendido, daba una luz rojiza tenue y hacía mucho más desesperante la situación. —¿Dónde estoy? — murmuró el extraño, pero no recibió respuesta alguna.

Se encontraba solo en la choza. Luegode un rato de recobrar fuerzas y tratar de recordar quién era y qué hacía en aquella situación, escuchó la voz de alguien que cantaba, se acercaba a la puerta de la choza, puerta que solamente era una cortina de fibra tejida.Se abrió la cortina e hizo su aparición una muchacha algo extraña de piel oscura como el fruto del olivo, ojos azules muy claros de pestañas enormes y de mirada algo salvaje, llevaba una especie de arma en las manos, un machete con aparente filo, pero se notaba que no era de acero alguno, mas bien parecía una especie de colmillo de algún animal muy finamente afilado ¿Dónde estoy, quien eres tú? – Dijo el extraño en un lenguaje que era incomprensible para la muchacha. La muchacha le indicó que se vuelva acomodarse sobre el petate en el suelo, le hizo algunos gestos que el extraño pudo entender.

Zisäa le explicó que se hallaba en las islas Kurdijstash en el archipiélago del mar Jheten. Con su machete dibujó sobre el suelo de la choza las islas y dibujó al extraño y a ella también tratándole de explicar cómo había sido encontrado. El extraño pudo deducir que había caído tal vez de alguna embarcación y que había naufragado en aquella isla remota.

Aunque realmente el extraño, no podía pensar muchas cosas, ya que por lo visto había perdido la memoria en el accidente e ignoraba su propia identidad. El extraño le pidió a Zisäa que le indicara el camino al escarpado, tal vez podría rescatar algo del lugar del accidente que le dio pista, de quién era y qué hacía allí. Zisäa le guio y le hizo un pequeño mapa dibujado en pequeño tronco de árbol, el extraño lo tomó lo guardó, sonrió y siguió su camino se adentró por un bosque el cual estaba cubierto con espinas no hallaba un sendero o un camino hasta que encontró por fin un sendero que parecía poco transitado, pero llevaba la misma dirección que el escarpado, lo siguió con toda la prisa que le permitía aquel duro camino.

Pensaba atravesar el bosque para poder llegar al escarpado desde arriba y de allí descender hasta su naufragio, porque pensaba que había llegado por agua. Era la única forma de haber aparecido varado en la playa, pensó él.

Le tomó unos cinco días poder atravesar el bosque y llegar al escarpado. Llegando al escarpado, pudo ver que debajo se encontraban los restos de un aparato volador que había sido de gran tamaño pero ahora solamentereducido a maderas quemadas y hélices retorcidas.

Bajó del escarpado y se acercó a los restos de la nave, el aparato volador se había quemado casi su totalidad, no encontró restos humanos, era como si los animales salvajes ya hubieran hecho el trabajo de devorar los restos. Los cangrejos suelen llevarse todo lo comible, pensó.

Encontró una pequeña caja de aspecto intrigante y trató de abrirla, pero al parecer el fuego la había sellado, fue por eso que tomó una varilla de fierro suelto de la nave y palanqueo con él, la caja se abrió y dejó ver su contenido, se trataba de un arma de fuego y una caja con munición suficiente para hacer frente a cualquier problema, tomó algunas otras cosas más como una brújula que aún funcionaba, un abrigo, comida algo achicharrada, pero aún comible y en rumboregresó a la playa en donde lo esperaba la joven Zisäa.

De lejos pudo observar que un barco, aquellos usados para la caza marina, había desembarcado en la playa donde se encontraría con Zisäa. Se acercó con sigilo para saber de quién se trataba, de repente era una expedición de rescate que venía por él y tal vez le darían pista de quién realmente era.

A cada momento que se acercaba a la playa, podía ver que la escena variaba. La embarcación llevaba en el alto, de su mástil, una bandera, en la cual hondeaba el círculo rojo de los piratas. Los tripulantes de aquella embarcación, que estaban armados con arcabuces y sables de acero, se encontraban en plena faena de saqueo y hurto. Losaldeanos se encontraban bajo el ataque de piratas; habían ingresado a la aldea. Los primeros aldeanos que salieron a repelerlos yacían muertos sobre el suelo, alcanzados por los proyectiles del enemigo. Cuando el extraño llegó cerca, notó que Zisäa, y los demás pobladores estaban siendo reducidos y tomados como rehenes, quizás con la intención de venderlos como esclavos.

El extraño llevaba consigo el arma que había logrado rescatar de su naufragio y esperó que los piratas se desplazaran con su carreta llena de prisioneros. Agazapado entre las salientes de las piedras los esperó e hizo el primer disparo que dio de lleno en el rostro del jefe de los piratas quien dejó salir un grito estruendoso de dolor y cayó de la montura de su buey pesadamente al suelo ante el desconcierto de sus camaradas quienes desmontaban rápidamente llevándose las manos a las armas atadas a sus cintos.

Uno a uno fue emboscándole, como un franco tirador. Elextraño poseía una muy diestra puntería, y en menos de veinte minutos terminó por ajusticiar a la tripulación en tierra. Se aseguró que no hubiese ninguno vivo y rápidamente abrió los cerrojos de la jaula montada sobre la carreta liberó a todos los prisioneros y les preguntó si sabían quienes eran aquellos bandidos y si en la embarcación existen más, una mujer quien parecía ser la madre de Zisäa le respondió al extraño con un gesto de manos diciéndole que en la embarcación aún existen piratas, diez piratas calculaba.

La embarcación pirata se encontraba pegada a las rocas de uno de los escarpados; fue la razón por la que fue difícil verla llegar a la isla, por parte de los aldeanos.

El extraño pensó mejor en acercarse sin ser visto, trepó parte del camino por el escarpado del lado contrario, se movía con mucha rapidez no parecía ser un náufrago común, tenía movimientos como de un animal depredador, se acercó lo mas que pudo a la embarcación desde el escarpado, llevaba en la espalda una cuerda y algunos artefactos recuperados de su naufragio, entre ellos una par de artefactos que estallarían si fueran arrojados, y, así lo hizo arrojó ambos artefactos a la embarcación pirata los cuales al caer estallaron produciendo un forado en el casco de madera de la embarcación, segundos después salieron de dentro de la embarcación a proa y popa unos cuantos hombres algo confundidos por el estallido y el humo, pero nada pudieron hacer ante las balas que les disparó el extraño con una puntería certera desde el escarpado. Once piratas más cayeron abatidos esa tarde.

El extraño subió a la embarcación pirata, examinó las armas y los artefactos que encontró y pudo notar que él no era uno de ellos, no había mucho en común.

Aquella noche, por primera vez, fue recibido en la aldea como un salvador. Zisäa estaba muy contenta y, aunque el extraño no entendía mucho de lo que decían, ya estaba entendiendo los gestos de sus ahora anfitriones.

Hace algunos díasque se habían enterrado a las últimas víctimas de los piratas. A diferencia los cadáveres de los piratas fueron quemados y las cenizas enterradas todas juntas en una parte algo distante de la isla, la embarcación se fue desarmando para aprovechar la madrede esta y los utensilios así como artefactos dentro ella fueron repartidos a las familias de la aldea que perdieron a sus miembros en el ataque como una especie de indemnización.

Días después se llevó a cabo una celebración la aldea era un conjunto de chozas de cañas y troncos mal amarrados en el centro de esas estructuras había una de mayor tamaño supuestamente en donde vivía el jefe de la aldea, la aldea estaba rodeada por algunos árboles de mediano tamaño entre palmeras y carrizales.

Poco tiempo después el extraño se perdía entre las caricias y besos de la bella Zisäa quien parecía estar enamorada de él, así me gustaría decirles que pasaron los años, llenos de la felicidad que da el amor sumado al olvido, pero una noche, el extraño despertó y salió de la covacha que compartía con Zisäa sin que ella lo percibiera, regreso rato después con las manos cubiertas de sangre, sin que supiera después de donde ni de quien había sido aquella sangre.

Una noche de luna roja, el extraño despertó de súbito, la expresión y el brillo en sus ojos eran diferentes. Zisäa se incorporó del petate, rápidamente le miró y le preguntó: —¿Quién eres, el extraño? —Le respondió —Quién sea yo, ya no tiene mayor importancia—. Se vistió con un uniforme casi nuevo que sacó de la caja aquella que encontró en el naufragio; se colocó un correaje donde enfundó su arma. Zisäa no pudo impedir que las lágrimas escapasen de sus ojos, y el extraño que horas antes le había amado en el lecho ahora parecía un completo desconocido.

El extraño se terminó de vestir, Zisäa aún permanecía de rodillas en el petate con las manos en el rostro, llorando su pena. El extraño la miró con un gesto de total indiferencia, le plantó el pie sobre el pecho y la empujo hacia atrás, no sin antes decirle. —¡Animales! — el extraño caminó hasta la playa en donde lo esperaba un aparato volador uno de aquellos que lo trajo a la vida de la joven Zisäa, de él descendió una escotilla por la cual el extraño trepó y desapareció, instantes después el aparato giro sus hélices y se perdió en el cielo nocturno como una estrella más.

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