Desde debajo de unos cartones podía ver la escena, ella de rodillas cubierta con una sábana, las manos juntas suplicantes ante su marido, erguido de traje y con la certeza de cual sería el final.
Estaba firme con su brazo estirado empuñando una pistola, apuntándole al medio de la cabeza, no emitía palabra alguna, solo se escuchaba el lloriqueo de ella perdido entre babas y lagrimas, de sus labios salían mil perdones y mil no volverá a suceder, ubicados en un silencio resignado de traiciones, los ojos de él ,inyectados de sangres hacían sofocante el ambiente del mugriento callejón.
No corría ninguna brisa, los ruidos de los autos eran lejanos, un gato acechaba ratones imperceptibles y el susto hacía a mi voluntad inoperante.
Sonó el estampido, la sangre voló en varias direcciones, el cuerpo cayó seco.
Dio media vuelta marchando con sus pasos asesinos y con un humo verdugo que salía de la pistola cruel.
Un olor a pólvora inundó la noche y no me animé a salir por un rato, aquellos pasos podían volver, el asesino siempre vuelve al lugar del crimen, aquellos pasos podían volver a buscarme.
Cuando creí oportuno me moví desparramando mi escondite de cartón y me le acerqué, sus ojos no existían, sus blancas piernas ya eran frías y sus senos antes hermosos ya no excitaban a nadie ,acaricié su maraña de pelos ensangrentados, besé su mejilla de mármol y salí huyendo con la sábana y su beso de rouge, desde una ventana lejana, su esposo miraba desde la ventana mi silueta correr y me perdí en los laberintos de estrechos pasadizos hasta que bien lejos me acurruqué para permitir que mi tristeza lloviera cuanto quisiera, ¡¡ cuan cobarde fui que no tuve el valor de defender a mi amor!!,… ¡¡ cuan desgraciado ser fui que no importó las cientos de noches que dormí a su lado!!,… ¡¡que ruin me siento por no haber sacado la cara por ella!!,…, como extrañaré nuestras pasiones desenfrenadas, ahora solo me queda su sangre en la sábana que tantas veces fue nuestra cómplice .
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