Viaje al cuerno del Carbajal en solitario

El día martes 8 de julio, previo al día de la independencia Argentina, luego de terminar mi horario laboral, salí a las 13:30 hs, con la idea fija de aprovechar la gran tarde despejada y soleada en la ciudad, para eso me dirigí a mi departamento raudamente para preparar mi mochila con lo esencial para una caminata no programada.

Fue así que me encontré con una decisión difícil de tomar, con respecto hacia dónde ir.

Sabía de antemano que la luna, casi llena, estaría saliendo alrededor de las 14:30 hs.

Quería estar en algún lugar tranquilo, esperando que apareciera detrás de las montañas.

Mientras manejaba por la ruta, aproximándome a la desembocadura del rio Olivia, siendo aproximadamente las 13:50 hs, pensaba si era más conveniente caminar por la costa en dirección al rio Encajonado o afrontar el desafío de subir alguna montaña cargada de nieve y hielo.

Cuando llegue a la bifurcación, me decidí, por la montaña, di un volantaso a la izquierda, en la curva de las 640 viviendas, seguí el camino hasta salir de la ciudad y dirigirme hacia el establecimiento de la Mosca Loca.

Cuando logre llegar allí, mande un mensaje a mi hijo Agustín, para avisarle que iba hacia el Cuerno del valle Carbajal.

Siendo las 14 hs. descendí de mi auto y me encontré con la primera parte del camino congelado, con un hielo muy lavado en gran parte, pero en otras, observe que estaba con algo de tierra y nieve blanda.

Vi a lo lejos que había bastante nieve, así que considere que no era necesario ponerme los crampones en ese momento. Seguí mi camino, atravesando luego dos tranqueras, cruce un viejo puente de madera y fui tras unas huellas de otros caminantes que anduvieron anteriormente por allí.

A medida que avanzaba por el sendero, la senda se encontraba más cargada de nieve, pero gracias a las pisadas en la nieve dura, pude avanzar a buen ritmo.

Seguí aproximadamente unos 20 minutos hasta que me encontré del lado izquierdo con unas huellas de esquíes que se adentraban en el bosque.

Allí donde el sendero principal continuaba por el borde del valle, decidí salirme del mismo y avanzar por las huellas de los esquiadores.

En este recorrido ya no veía pisadas, pero observando detenidamente el bosque, el cual iba en ascenso, veía que era factible avanzar sin problemas, siempre siguiendo las marcas de los esquíes.

Desde que tome la decisión de perseguir esas lisas y largas huellas, supe que lo mejor era caminar sobre ellas, ya que me di cuenta que por encima de las mismas, el sendero era más firme que avanzar por el costado, ya que la nieve era más dura sobre estas, que a los costados.

Aunque intente ir por el borde, las pocas veces que lo hice, me hundí hasta las rodillas.

Fue por eso que avance sobre esas marcas, que poco a poco, me llevaban por buen camino, esquivando los árboles, rodeando algunos montículos grandes de nieve, hasta poder salir del bosque.

Habiendo tomado una altura considerable, mire atrás y me emocione al ver al monumental Monte Olivia con un cielo totalmente azul sobre el mismo.

Seguí mi camino por la nieve, aun sin necesidad de usar los crampones todavía, elevándome cada vez más.

Cuanto más alto, el paisaje hacia el valle Carbajal era realmente más deslumbrante.

Cuando miraba el cuerno, también observaba que la claridad de la tarde se iba lentamente opacando.

Continúe subiendo hasta alcanzar una zona llana, dejando atrás el vertical terreno, avance más y más por las huellas y de repente me encontré con un abismo, el cual me daba a entender que por ahí no era.

Iba a ser muchísimo esfuerzo bajar y volver a subir. Así que decidí seguir subiendo por las huellas, hasta alcanzar otra llanura.

En esta ocasión y siguiendo las huellas de los esquíes, me fui aproximando al pie del cordón montañoso del cerro Portillo, el cual se encontraba a mi izquierda y se unía con el cordón de la montaña elegida.

Avance más y me fui acercando por la derecha hacia mi gran objetivo, el deseado Cuerno Carbajal.

A lo lejos pude ver la gran antena repetidora de televisión, erguida sobre la montaña, solitaria, como observando todo el panorama del valle.

A medida que la tarde iba cayendo, analice un momento si era conveniente ir hacia la cumbre, re calcule los tiempos que me demandaría alcanzarla, vi que era factible y avance hacia la misma.

Desde el llano del terreno hasta alcanzar el pie del Cuerno, me demando unos 20 minutos.

Una vez que logre llegar al pie del mismo, lo rodee por la derecha, hasta divisar el extenso valle Carbajal, donde pude observar la gigantesca laguna congelada Arcoíris y otras más pequeñas.

En todo ese vasto territorio también pude ver como los serpenteantes ríos blancos de nieve, extendiéndose por todo el sector.

Del otro lado del valle se veían las enormes y hermosas montañas que visite en el pasado, entre ellas, el impactante Alvear, el imponente cerro Bonete, el bello cordón Toribio, como así también las diferentes entradas de otros valles que nos llevan a otros paraísos, como por ejemplo, la laguna Ceniza, Lola, Esmeralda, etc.

Por otro lado, a mis espaldas seguía deslumbrándome el colosal e inefable Monte Olivia, acompañado a su izquierda por el cerro Carbajal y una muy brillante y cautivadora luna que iluminaba sus blancas cumbres.

Mientras tanto el tiempo seguía su marcha, el cielo comenzó a teñirse de colores rosas, naranjas suaves, pintando las cimas de todas las montañas.

Aunque de lejos no se apreciaba mucho, recordé en un momento que el Monte Olivia tiene su propia ventana en una de sus cumbres, así que realice un gran acercamiento con mi cámara hasta poder observar más en detalle ese impresionante relieve.

Justo dio el momento en que la luna posaba sobre ella, así que logre capturar ese esplendido, maravilloso y único momento.

Era como que todo estaba preparado para que disfrute y quede anonadado por ese gran acontecimiento.

Luego de captar esas fabulosas imágenes, vi que mi teléfono se quedó sin batería, así que no pude saber con certeza la hora en ese momento.

Por el color del cielo y que la luz se iba apagando cada vez más rápido, volví a recalcular internamente los tiempos y debido a que me tome bastante tiempo para las fotos, decidí en ese instante, que lo mejor era no avanzar hacia la cumbre, la cual estaba a 15 minutos más.

Por mi vasta experiencia, teniendo un gran sentido de orientación y sabiendo manejar bien los tiempos en las alturas, considere que lo importante no era llegar a la cima, sino disfrutar el momento y el lugar.

Luego de ese pequeño análisis y toma de decisiones, comencé a descender, con mi gran compañera iluminando mi camino, desde arriba del Monte Olivia.

A medida que progresaba, mi vista se iba ajustando para la poca visibilidad. La noche estaba a pocos minutos.

El color del cielo seguía cautivándome con sus tonalidades, que iban variando de rosas, cada vez más oscuros, hasta convertirse en azules y violetas.

Las estrellas comenzaron a aparecer, adornando todo el firmamento.

Cuando se puso más oscuro el terreno, cuando el aire se puso más helado y la nieve se endureció mas, recién ahí, decidí ponerme los crampones para descender con más seguridad.

Con la luna como compañera, con su fuerte resplandor, tome otra decisión, de la cual no me arrepiento, bajar de la montaña sin encender mi linterna, guiándome solo con la luz de la bella dama.

Si bien podía ver con claridad toda la zona nevada, no podía ver en detalle las huellas por donde había ascendido, aunque de todas formas me las arregle para bajar.

Lo más complicado en esta bajada fue cuando tuve que ingresar nuevamente al bosque, ya que las copas de los arboles tapaban un poco la luz de la luna.

Así y todo, esa luminosidad se metía entre sus ramas para alumbrar el sendero.

Una vez que logre llegar al llano y empalmar con el sendero principal, me sentí más seguro.

Volví por mis huellas, riéndome por haber logrado esta aventura.

A medida que avanzaba hacia las tranqueras del principio, el monte Olivia comenzaba a obstaculizar la luz de la luna.

Cuando logre pasar la segunda barrera, quede totalmente a oscuras, pero a escasos metros de mi auto.

En ese instante, a lo lejos, escuché levemente unas campanadas, que considere. Serian de unas vacas o caballos que descansaban por el campo.

Seguí mi camino y llegue al punto de partida, donde me esperaba mi auto para regresar nuevamente a la ciudad.

Siendo las 19 horas, di por finalizado mi desafío, el cual me resulto muy complejo su regreso, pero el cual disfrute cada segundo.

Esta experiencia de caminar en la oscuridad con la luz de la luna, es algo maravilloso que todos algún día, deberían probar.

Es en estos momentos cuando los sentidos se agudizan más, cuando la mente pone en juego nuestros prejuicios y nuestros miedos.

Bajar de una montaña, de noche, en solitario, con nieve y con una hermosa luna llena, es una sensación increíble, muy difícil de explicar con palabras.

Solo me salen palabras de agradecimiento hacia la madre Tierra y la Naturaleza por permitirme disfrutar con seguridad sus diferentes rincones.

Gracias a Dios por cuidarme en cada expedición en solitario, por bancarme, protegerme y guiarme, tanto a la ida como a la vuelta.

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