“La violencia y la pérdida de la inocencia en La ciudad y los perros desde un entorno castrense y represivo”
¿Puede una institución que debería formar a los jóvenes terminar por destruir su identidad y su capacidad de sentir?
Mario Vargas Llosa, una de las voces más poderosas de la literatura latinoamericana, nos enfrenta a esta inquietante pregunta en La ciudad y los perros. Con una mirada aguda y crítica, el autor peruano retrata la dureza del sistema militar en el Colegio Leoncio Prado, un lugar donde la violencia, la represión y la obediencia absoluta sustituyen al diálogo, la empatía y la formación humanista.En esta obra emblemática, Vargas Llosa no solo revela las dinámicas autoritarias que afectan la educación, sino que también muestra cómo estas estructuras impactan de manera profunda a los adolescentes, moldeando sus relaciones, su identidad y su visión del mundo. A través de esta reseña, nos sumergimos en cómo el autor utiliza la novela para desentrañar los efectos psicológicos y sociales de un entorno opresivo, cuestionando el verdadero propósito de instituciones que dicen formar ciudadanos, pero que en realidad anulan su humanidad.
En este primer fragmento Cava, un cadete del colegio militar, se arriesga a robar un examen para beneficiar a su grupo de compañeros. La presión para mantener un buen rendimiento académico y cumplir con las expectativas de la institución militar es alta, y Cava busca aliviar esa carga para sus amigos. Sin embargo, esta decisión podría tener consecuencias graves para su carrera y reputación.
“Cava llegó al edificio de los oficiales con el cuerpo tenso por el miedo. Cruzó la pista y se internó en la oscuridad del descampado. Un movimiento lo sobresaltó: a pocos metros, los ojos de la vicuña lo miraban fijos, como luciérnagas.
—¡Fuera! —gritó, con rabia, pero el animal ni se inmutó. “¿Por qué no se ha muerto?”, pensó, irritado.
Subió las escaleras de las aulas sin preocuparse por el ruido de los botines, pues el lugar estaba vacío. En la galería superior, buscó la ventana floja que le había indicado el Jaguar. Con una lima retiró la masilla y extrajo el vidrio con cuidado. Al abrir la ventana, entró al aula y con su linterna localizó los exámenes de Química recién impresos. Copió las preguntas en su libreta, sin comprenderlas del todo.
Al volver a salir, el vidrio se rompió bajo sus pies. Cava cayó en cuclillas, paralizado por el terror. No se oían voces ni pasos, sólo su respiración agitada. Luego, recogió los trozos de vidrio con torpeza, los guardó en su saco y regresó apresuradamente a la cuadra, deseando ocultarse en su litera y no pensar más”.
(Vargas Llosa, 1963, p. 4)
El fragmento retrata un momento de tensión y clandestinidad vivido por el cadete Cava, mientras roba un examen en un colegio militar. A través de la oscuridad, el silencio y los detalles físicos. como el temblor, el miedo o el susurro del viento. se construye una atmósfera opresiva. Cava actúa bajo presión, impulsado no por malicia sino por una necesidad impuesta por la jerarquía y el miedo a las consecuencias. Su reacción hacia la vicuña, un símbolo de inocencia y pureza, refleja su desconexión emocional y el conflicto interno: lo que alguna vez fue tierno, ahora le resulta molesto e incomprensible. El robo del examen y la transgresión de las normas representan una fractura moral: Cava cruza una línea definitiva que marca el abandono de su inocencia.
expone con fuerza la deshumanización que puede producirse en ambientes autoritarios, sino una víctima de un sistema que lo obliga a actuar en contra de sus propios principios. La escena no glorifica la transgresión; al contrario, la envuelve en miedo, en soledad y en vacío. Su desconexión emocional, expresada incluso en su ira hacia un animal inofensivo, habla de una transformación dolorosa. El castigo, real o imaginado, pesa más que la culpa, y eso refleja la brutal eficacia del control institucional. La pérdida de la inocencia aquí no es una elección, es una consecuencia.
La deshumanización que se gesta en contextos autoritarios es una muestra de cómo el poder puede quebrar la integridad emocional del individuo. Como evidencia Alexievich:“Muchos regresaron sin poder hablar. No por miedo, sino porque no sabían cómo explicar lo que habían hecho. No se reconocían a sí mismos. Habían aprendido a sobrevivir dejando de sentir. (Alexievich, 2015, p. 112)”.
De este modo, se puede comprender cómo los ambientes institucionales opresivos como los regímenes militares o autoritarios, moldean sujetos que actúan no por convicción, sino por imposición. La ira, la desconexión emocional o incluso la violencia se convierten en mecanismos de defensa ante un sistema que castiga la duda y premia la obediencia. En ese contexto, la culpa es sustituida por el miedo, y la pérdida de la inocencia no es una elección, sino una consecuencia estructural. Así, el control institucional no solo regula el comportamiento, sino que penetra la conciencia, anulando la capacidad de actuar desde los propios principios.
hace reflexionar sobre cómo las instituciones autoritarias deforman la moral de los individuos, anulando su empatía y empujándolos a sobrevivir a cualquier costo. ¿Es realmente culpable quien transgrede bajo presión extrema, o lo es más el sistema que lo hace necesario? ¿Cuántas decisiones aparentemente “incorrectas” nacen del miedo y no de la maldad? Nos cuestionamos estas preguntas porque el entorno opresivo obliga a los personajes a actuar en contra de sus principios, mostrando que muchas veces el instinto de supervivencia pesa más que la ética.
Más adelante, Vargas Llosa nos revela la profunda normalización de la violencia y la ilegalidad dentro del entorno militarizado del colegio Leoncio Prado. La escena del robo, ejecutada con precisión y sangre fría por Alberto y el Esclavo, pone en evidencia no solo su complicidad, sino también cómo la transgresión de normas ha dejado de ser una excepción para convertirse en parte del día a día.
“La ganzúa araña el metal, penetra en la ranura, se engancha, se mueve atrás y adelante, a derecha e izquierda, ingresa un poco más, se inmoviliza, golpea secamente, el candado se abre. Alberto forcejea hasta recuperar la ganzúa. La puerta del ropero comienza a girar. Desde algún punto de la cuadra, una voz airada irrumpe en incoherencias. La mano del Esclavo se incrusta en el brazo de Alberto. «Quieto, susurra éste. O te mato.» «¿Qué?», dice el otro. La mano de Alberto explora el interior, con cuidado, a unos milímetros de la superficie vellosa del sacón, como si fuera a acariciar el rostro o los cabellos del ser amado y estuviera saboreando el placer de la inminencia del contacto, tocando sólo su atmósfera, su vaho. «Sácale los cordones a dos botines, Ice Alberto. Necesito.»
(Vargas Llosa, 1963, p. 10)
En este fragmento presenta una lucha continua por el control y la supervivencia en un ambiente donde la opresión, la violencia y la manipulación son parte integral de la vida diaria. Los personajes, a través de sus acciones y diálogos, revelan las estrategias que utilizan para enfrentar las adversidades como la subversión, solidaridad y la constante presencia de la violencia. La dinámica entre los personajes es compleja y refleja cómo las relaciones humanas se ven distorsionadas por un entorno que limita las libertades individuales y fomenta la desconfianza y el peligro constante.
parece una narración muy intensa, el texto parece una obra que logra capturar la crudeza de la vida en circunstancias extremas. La interacción entre los personajes, especialmente la relación entre Alberto y el Esclavo, es muy reveladora, mostrando un contexto de represión y violencia, las personas pueden llegar a establecer vínculos complejos basados en la necesidad y la supervivencia. La manera en que se describen los detalles no solo aporta realismo, sino que también intensifica la sensación de angustia y desesperanza.
La crudeza con la que se narran las relaciones humanas en contextos represivos revela cómo, en situaciones extremas, los vínculos afectivos se transforman en estrategias de supervivencia. Como documenta Primo Levi en su testimonio sobre los campos de concentración nazis:“En un lugar donde todo está prohibido, incluso la compasión, un gesto humano vale más que mil palabras. Pero incluso esos gestos eran peligrosos. (Levi, 2000, p. 93)”.
De este modo, se puede comprender cómo, en entornos marcados por la violencia estructural, como el internado militar, las relaciones entre los personajes no se fundan en la amistad tradicional, sino en la necesidad de consuelo frente al abuso sistemático. Los lazos que surgen bajo estas condiciones no solo reflejan la complejidad emocional de los individuos, sino también la manera en que la represión moldea las interacciones humanas. La intensidad narrativa y el detallado retrato de la angustia refuerzan la idea de que, en medio del dolor, incluso el afecto se convierte en una forma de resistencia silenciosa.
lleva a reflexionar sobre los límites entre obediencia, adaptación y crueldad. ¿Qué nos enseña la relación entre Alberto y el Esclavo sobre la naturaleza humana en situaciones límite? ¿La desesperanza es una característica inevitable de los entornos hostiles? Estas preguntas surgen porque la violencia cotidiana dentro del colegio obliga a los personajes a elegir entre integrarse al sistema o resistirse a él, a costa de su seguridad o dignidad.
En este este extracto nos muestra el conflicto entre la integridad individual y la corrupción institucional a través del teniente Gamboa, quien se enfrenta a la pasividad de sus superiores ante prácticas abusivas normalizadas dentro del sistema militar. El diálogo con el capitán revela cómo la violencia, el alcohol y la transgresión no sólo se toleran, sino que se consideran parte de la «formación» del carácter masculino.
«—A mí me importa el ascenso tanto como a usted, mi capitán. Si es cierto lo de los licores y la venta de solicitudes, me siento responsable. Tengo que investigar.
—Estás exagerando, Gamboa —dijo el capitán—. Castigar, sí, pero no olvides que en el Ejército también se enseña a ser hombres. Y ser hombre es arriesgarse: fumar, beber, desafiar.
—Entiendo, mi capitán. Mientras no sepa nada, no puedo hacer nada. Pero ahora sé que hay algo grave. Fernández me ha dicho que todos se han burlado de mí.
—Se han hecho hombres —respondió el capitán—. Ya no son niños, han cambiado.
—Entonces yo los haré verdaderamente hombres —dijo Gamboa—. Si es necesario, los llevaré al Consejo de Oficiales.
—Es una decisión fuerte —dijo el capitán—. Pero tú sabrás lo que haces.
—No puedo seguir al mando si me ciego ante la verdad. La autoridad se basa en el ejemplo.
—Veremos cómo reacciona el resto del batallón —añadió el capitán, pensativo.”
(Vargas Llosa, 1963, p. 117)
Nos refleja como un dilema ético y moral dentro de un colegio militar, donde se confrontan dos enfoques sobre la disciplina, la responsabilidad y el rol del militar en una institución jerárquica. Los personajes principales, Gamboa y el capitán, representan dos perspectivas opuestas sobre la disciplina y la forma de manejar los problemas dentro del Ejército. Gamboa es un oficial preocupado por la ética, la justicia y el orden dentro de la institución, mientras que el capitán, aunque también enfocado en la disciplina, tiene una visión más pragmática, que privilegia la flexibilidad y la tolerancia hacia ciertos comportamientos transgresores, siempre que no pongan en peligro la estructura jerárquica del Ejército.
También el fragmento presenta un dilema sobre los valores que deben prevalecer en una institución jerárquica como el Ejército. defiende la importancia de la ética, la justicia y la responsabilidad, dispuesto a cuestionar las transgresiones a pesar de las repercusiones en su carrera. Su postura destaca que la disciplina debe ir acompañada de principios morales sólidos. Por otro lado, adopta una visión pragmática, donde la flexibilidad ante ciertas transgresiones es aceptada como parte del proceso de formación.En mí opinión, aunque arriesgada, es más coherente con una visión ética. El ejército debe mantener su rumbo moral y no justificar comportamientos inmorales en aras de la adaptación. El compromiso con la disciplina y la justicia es esencial para que una institución sea respetada y digna de confianza.
El dilema entre la obediencia jerárquica y el compromiso con los principios éticos es una tensión persistente en instituciones como el Ejército, donde la autoridad suele imponerse sobre la conciencia individual. Como advierte Hannah Arendt:“Lo más aterrador del totalitarismo no es la maldad de sus líderes, sino la obediencia ciega de quienes, renunciando a pensar, ejecutan órdenes sin cuestionar su moralidad.(Arendt, 2003, p. 49)”.
De este modo, se puede comprender cómo el valor de la ética individual cobra relevancia frente a estructuras disciplinarias rígidas. Esta tensión se manifiesta en el conflicto entre la obediencia institucional y la necesidad de cuestionar prácticas injustas. La obra expone cómo ciertas normas pueden ser utilizadas para encubrir actos de corrupción o violencia, bajo la justificación de preservar el orden. Sin embargo, también deja en evidencia que el respeto por la disciplina no debe implicar la renuncia a los principios morales. Así, se refuerza la idea de que la legitimidad de una institución no depende solo de su autoridad jerárquica, sino de su compromiso con la justicia, la responsabilidad y la coherencia ética.
nos lleva a reflexionar y plantear un conflicto profundo entre la ética y la pragmática en instituciones jerárquicas, destacando la importancia de mantener principios morales sólidos. ¿Hasta qué punto es legítimo ser flexible con las normas para garantizar la cohesión y el funcionamiento de la institución? ¿Y en qué momento el compromiso con la ética personal se convierte en un acto de resistencia, incluso cuando se pone en juego la carrera de un individuo? Estas preguntas surgen porque el personaje de Gamboa encarna la lucha entre obedecer una lógica institucional que normaliza el abuso y sostener una postura ética en medio de la presión.
Finalmente en este último fragmento analizaremos el momento crucial de la novela,en la que Alberto(Poeta) enfrenta al jaguar, uno de los personajes más violentos y complejos de la historia. En la que se genera una conversación que gira en torno a la muerte del «Esclavo», que era un cadete vulnerable que sufría constante acoso en el colegio.
«Lo fregabas todo el tiempo, día y noche. Cuando entró era un tipo normal y de tanto batirlo tú y los otros lo volvieron un cojudo. Sólo porque no sabía pelear. Eres un desgraciado, Jaguar. Ahora te van a expulsar. ¿Sabes cuál va a ser tu vida? La de un delincuente, te meterán a la cárcel tarde o temprano.»
–Mi madre también me dijo eso –respondió el Jaguar–. Y también Gamboa. No sé qué les puede importar mi vida. Pero yo no era el único que fregaba al Esclavo. Todos se metían con él, tú también, Poeta. En el colegio todos friegan a todos, el que se deja se arruina. No es mi culpa. Si a mí no me joden es porque soy más hombre. No es mi culpa.»
–Tú no eres más hombre que nadie –dijo Alberto–. Eres un asesino y no te tengo miedo.
–Sólo lo batía, como todo el mundo –insistió el Jaguar–. Pero no con mala intención, para divertirme.
–¿Y eso qué importa? –contestó Alberto–. Lo fregabas y todos lo fregaban por imitarte. Le hacías la vida imposible. Y lo mataste.»
(Vargas Llosa, 1963, p. 131)
Este último fragmento refleja un fuerte enfrentamiento moral entre Alberto y el Jaguar, dos personajes con perspectivas muy diferentes sobre la violencia y la responsabilidad. Alberto acusa al Jaguar de ser el responsable de la muerte de Arana, conocido como el Esclavo, quien era constantemente acosado por él y otros cadetes. Alberto lo acusa directamente de ser un matón, un asesino, mientras que el Jaguar intenta defenderse argumentando que no fue el único en maltratar al Esclavo, sugiriendo que la violencia era parte de la cultura colectiva de la institución. Este diálogo pone en evidencia la deshumanización y la normalización de la violencia en el entorno militar, donde el abuso hacia los más débiles se ve como una práctica común y aceptada. Mientras Alberto se enfrenta a la culpabilidad colectiva, el Jaguar sigue justificando sus actos, deshumanizando a su víctima y restando importancia al daño causado.
Impacta por la manera en que evidencia la normalización del abuso y la violencia en contextos autoritarios de forma cruda cómo puede ser justificada por normas tácitas de masculinidad y poder. Es positivo que se visibilicen estas dinámicas, pero negativo que el sistema permita su reproducción hasta la actualidad.
La representación de la violencia en contextos autoritarios no sólo denuncia un problema estructural, sino que revela cómo estas prácticas se normalizan mediante códigos de conducta masculinos arraigados en la dominación. Como sostiene Rita Laura Segato:“El mandato de masculinidad produce varones cuya virilidad se mide por su capacidad de ejercer poder sobre otros cuerpos, particularmente en espacios jerárquicos como los militares. (Segato, 2006, p. 28).
De este modo, se puede comprender cómo la violencia sistemática no sólo es tolerada, sino incluso validada dentro de instituciones donde la fuerza, el silencio y la humillación son vistas como parte del proceso formativo. esta dinámica aparece expuesta de manera cruda, mostrando cómo el abuso se reproduce bajo una lógica de poder que se justifica por reglas no escritas. Aunque la obra visibiliza estas prácticas, también interpela al lector al mostrar que su persistencia no es un hecho del pasado, sino una problemática que continúa vigente en diversas instituciones. Así, se cuestiona la legitimidad de cualquier estructura que promueva la violencia como medio para afirmar autoridad o entidad.
Destaca la reflexión sobre la moralidad en entornos donde la brutalidad es parte de la formación. ¿Puede una persona ser culpable si actúa según las reglas de un sistema violento, o es el sistema el verdadero responsable? ¿Se puede realmente educar sin cuestionar la autoridad y la violencia como medios de control? Estas preguntas nos invitan a examinar hasta qué punto los individuos son responsables de sus actos cuando están inmersos en estructuras que legitiman la crueldad como método de formación.
«La ciudad y los perros» va mucho más allá de ser solo la historia de un colegio militar; es una crítica profunda sobre lo que sucede cuando el poder se ejerce a través del miedo y se castiga cualquier intento de ser auténtico. Mario Vargas Llosa no solo pinta un retrato de una institución autoritaria, sino que también nos revela cómo sistemas así pueden estar presentes en muchos rincones de nuestra sociedad, donde la violencia se disfraza de disciplina y la obediencia se valora más que la libertad de pensamiento. La novela nos deja un mensaje claro: “cuando crecer implica callar, endurecerse o someterse, algo fundamental en nosotros comienza a quebrarse. Se pierde la empatía, se apaga la voz interior, y lo que debería formar personas termina deshumanizándolas”. Sin embargo, también nos invita a reflexionar sobre cómo podemos cambiar esta realidad. En la vida real, transformar estas situaciones comienza por atrevernos a mirar de frente lo que está mal, aunque nos incomode. A veces, el simple acto de escuchar sin juzgar, de acompañar sin imponer, o de educar con respeto en lugar de miedo, puede hacer una gran diferencia. Cambiar no es fácil, pero empieza con pequeños actos de valentía: decir la verdad, cuestionar lo injusto, proteger a los vulnerables. Porque al final, construir un mundo más justo comienza por no permitir que el miedo sea la base de la educación ni de nuestras relaciones. Y siempre recordar que nadie se vuelve más humano oprimiendo a los demás.
REFERENCIAS:
Alexievich, S. (2015). Los muchachos de zinc (J. Cabrera, Trad.). Debate. (Obra original publicada en 1989). https://www.archivodelafrontera.com/wp-content/uploads/2020/01/ALEXIEVICH-SVETLANA-Los-muchachos-de-zinc.pdf
Arendt, H. (2003). Eichmann en Jerusalén: Un estudio sobre la banalidad del mal (C. Ribalta, Trad.). Lumen. (Obra original publicada en 1963).
Fragmentos (Google Books): https://books.google.com/books?id=HqNmAAAAMAAJ
Segato, R. L. (2006). La escritura en el cuerpo de las mujeres asesinadas en Ciudad Juárez. Tinta Limón.
Versión en PDF (Red ALAS): https://alas.org.ar/wp-content/uploads/2020/04/Segato_Rita-Escritura-en-el-cuerpo.pdf
Levi, P. (2000). Si esto es un hombre (P. Gómez Bedate, Trad.). Muchnik Editores. (Obra original publicada en 1947).
Edición original en italiano y Español (PDF completo): https://archive.org/details/se-questo-e-un-uomo-primo-levi
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