El día que me convertí en canción

El día que me convertí en canción

paulitamo

05/07/2025

Por un momento el tiempo se congeló, o los segundos se estiraron, no sé.

De vez en cuando siento la necesidad de salir a dar una vuelta por el parque que queda a un par de cuadras de mi casa. No es un hábito, no hay días ni horarios fijos; las ganas definen libremente, a gusto y piacere. Auris en mano y capítulo designado, salgo a mover un poco el esqueleto y despejar la mente con la compañía de algún podcast que me guste.

No sé qué fue lo que pasó ese día con el tiempo, pero solo sé que hubo un momento que se sintió mucho más largo de lo que realmente fue. Tampoco tengo claro si lo sentí más extenso o más lento, como en slow motion. Y me pregunto: ¿cuántos segundos puede durar el cruce de dos personas que caminan en sentido contrario? Quizás ni llega al segundo, son solo fracciones. Si las fracciones de segundo se estiraron, o el ritmo natural de la vida se ralentizó, no hay duda de que ese pequeño gran momento estuvo muy cargado de magia.

Yo la sentí, mi cuerpo la sintió, mi respiración se agitó y el corazón se me saltó.

De golpe y sin previo aviso, ese lapso de tiempo fantásticamente estirado se normalizó. Las fracciones recuperaron su ínfima duración, el ritmo volvió a ser el de siempre, y ya no hubo tiempo. De eterno a fugaz en un santiamén, sin chances a nada.

Aunque si las hubiera tenido, tampoco hubiera sabido qué hacer.

En aquel momento nos miramos, se abrió la extraña ventana de tiempo, nos vimos, una burbuja nos envolvió, cambió el aire, el color, el sonido, y, con medio paso más de cada uno, todo se disolvió.

Él pasó, yo pasé, lo sentí. ¿Él lo sintió?

No sé, porque ni siquiera tuve el valor de darme vuelta y mirar hacia atrás. Solo atiné a mirar el reloj para recordar la hora exacta.

Ahora tengo palpitaciones. Oigo sin escuchar. La cabeza se me llena de preguntas.

¿Se habrá girado? ¿De dónde salió? ¿Será de acá? ¿Cómo se llama? ¿Dónde lo encuentro? ¿Lo volveré a cruzar? ¿Y si vuelvo y lo busco? ¿O es muy desesperado?

Si tuviese Tinder, existía una mínima chance de encontrarlo, pero yo, tan chapada a la antigua…

Pienso que, si está de caminata como yo, seguramente en la siguiente vuelta me lo cruzo. Justo he salido con mochila y siempre cargo cuaderno y lapicera, así que me freno y preparo un papelito con mi teléfono para ponérselo en la mano (algo así hizo mi bisabuelo con mi bisabuela). Me lleno de ansiedad y de expectativa. Me siento muy decidida y con una adrenalina que me carga de valor. ¿El amor está golpeando a mi puerta? Sin embargo, para mi decepción, eso no pasó. Por las dudas, di dos vueltas más, pero nada. Así como apareció… desapareció.

Encaré la vuelta a mi casa con el corazón comprimido.

En mi mente alterada —que ya no escucha el podcast—, extrañamente suenan dos canciones a la vez: El muelle de San Blás, de Maná, e Historia de taxi, de Arjona.

Suenan ambas porque, a partir de ese día, decidí convertirme en la loca que camina exactamente siempre a la misma hora y pasa por el mismo lugar.

Religiosamente, todas las tardes a las 19.23 paso por el bebedero del parque, sobre la 25 de Mayo.

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