Quiero hablar de mí porque tú me lo pediste, porque quiero recordar lo que soy ahora, lo que seré. Siempre recuerdo de dónde vengo. Quiero hacer de mis palabras una verdad absoluta, consciente, cambiando lo que realmente puedo, corrigiendo mis errores. Quiero que sepas que nadie murió por empezar de nuevo. Yo ya no tengo miedo de lo insólito, siempre me acompaña la ironía y reconozco el escenario y las escenas que has dejado en él. Es sarcástico ver que todo es más sencillo si lo simplificas.
Un «te quiero» no se dice, se demuestra. En cuanto a mi confianza… no me abrazo ni conmigo mismo. Gracias a personas «buenas», hay buena ganancia en mi carrera del amor, de la amistad. No es que vaya como demente, es que nadie ve mis paredes rayadas. Vuelvo de nuevo al suicidio: no me sirve hablar de amor sin quererme antes, porque todo lo bueno no siempre tarda y yo lo vi pasar mil veces. He sentido que he tenido la ventaja de mirar al mal a los ojos, saber sus intenciones y borrar ese guion falso.
Yo sé que tú, él ni ella estarán aquí, todos los que me fallaron. No guardo rencores, pero el dolor no se olvida. Una traición quizá no se perdona. Yo no perdí, hoy me tienes aquí derrotado, pero nunca congelado en el tiempo. Piensa que quizás todo puede pasar e invertirse los papeles, pero no quiero hablar de mi esfuerzo, sino de dolor, de amor y pasión. Trato de darte un mensaje que no esté vacío.
Un «te quiero» cobarde es más horrible que sentirse solo, no es tan hermoso aunque vistas bonito. Cuando haya guerra, regala tu paz. Nada es más importante que cambiar odio por saber perdonar. Más que solo leer, quiero que sientas que todo depende de ti, tus miedos. Quizás no siempre tengas la culpa y es obvio: no depositaste tus miedos solo. El silencio es grave y su precio aún peor. Deja de pedir perdón a quien se fue, no puedes cambiar lo que hiciste. Y ¿dónde estás? ¿Qué hice mal? ¡Qué preguntas más típicas, qué beso más tóxico, qué sueño más lúcido! Ya fue y no puedes fingir.
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