Para olvidar…

Para olvidar… 

Morir. Morir para olvidar es el mejor remedio y por eso vivo contento, porque sé que cuando este sucumbiendo a la locura del recuerdo podré retirarme siendo todavía cuerdo. Tengo el poder en mis manos, siempre lo tengo y eso me brinda cierto nivel de felicidad, cierta satisfacción que no encuentro en ningún lado. 

Recordar, hay cosas que valen la pena recordar, solo ciertas cosas, solo cierta gente, solo ciertos momentos, solo ciertos sentimientos y hay otros tantos que vale la pena desecharlos antes de que se hospeden en nuestra mente. Porque cuando la infección de lo mal vivido intenta hospedarse en la mente solo pueden pasar dos cosas; amargarse para siempre o volverse temeroso y vivir con miedo, eso no vale la pena, es lo mismo que no vivir. 

¿Qué cosas?

Muchas en realidad, muchas, pero de entre tantas sigue siendo ese sentimiento odioso y a la vez hermoso al que todos en algún momento de nuestra vida intentamos abrazar; el amor por otro. Esa es siempre una odisea en algún punto. No importa como empiece, eso casi nunca importa, siempre tiene nudos y pozos sin fondo que no merecen ser explorados, lugares obscuros que no merecen ser indagados por la luz de la curiosidad. 

No amo, no amaré, no me atreveré, no por miedo, si no por sensatez. No amo, no amaré, tan solo observaré y al despertar de los instintos del cuerpo satisfaré los instintos con cualquiera que piense como yo y que después de terminada la noche haya desaparecido de mi cama antes de que mis ojos hayan dado la bienvenida al día.  No amo, no amaré es el rezo que pronuncio todos los días antes del anochecer porque sé que vivo mejor así sin recuerdos insanos que me causen la insensatez. No amo, no amaré porque vi en otros lo que puede hacer y por ese camino no pasaré. 

¿Qué vio?

A un ser muy amado, a sangre hermana siendo herida, siendo destruida, siendo aniquilada y yo no pude hacer nada más que verla perecer por el sentimiento que le hizo vivir y le hizo morir a la misma vez. 

Nada, nada se pudo hacer, cuando e