¿Por qué nos matamos?

– Porque somos estúpidos

¿Por qué somos estúpidos?

– Porque somos animales de instintos.

¿La racionalidad?

– No es suficiente

¿Por qué crees qué no es suficiente?

– Yo creo muchas cosas respecto a eso, pero en esencia pienso que todavía somos muy estúpidos porque no podemos vincular nuestra inteligencia emocional con nuestra inteligencia racional. Simple de deducir. 

¿Cómo podríamos llegar a vincular las inteligencias que nos gobiernan?

– Como tú mismo has dicho; nos gobiernan. Vale la pena saber cuál de las dos inteligencias es la que mayor poder tiene en cada persona y al saberlo nos alejaremos de ella o al menos jamás la pondríamos en una silla presidencial o en un trono. Se trata de alejar de la fuentes de poder y mandato a todos aquellos que al simple aleteo de una mosca desatan un armagedon. Ahora, volviendo a la pregunta, si sabríamos como hacerlo ya no estaríamos aquí.

¿En dónde estaríamos?

– En algún lugar cercano a otra dimensión, más allá de todo aquello que nos aprisiona a la sociedad y su mundo. Lejos, muy, muy lejos y hasta las bestias de las sabanas, bosques y de los mares responderían a nosotros, podríamos comunicarnos con ellas, entenderlas… Lejos de todo esto. 

¿Cómo hacerlo?

– Ese es el callejón sin salida, sigue siendo difícil llegar a ese desbloqueo. Destapar ese punto de unión. Por eso seguimos siendo estúpidos. 

Esa fue la conversación que tuvieron, después Vladimir le disparó en la cabeza a Theodorv. 

– Vladimir dando semejante discurso antes de matar a un soldado enemigo – quién lo hubiera pensado- Ese es un perro sanguinario, mata por el placer de matar o por el miedo que sus víctimas destilan cuando caen en sus garras. De pronto se volvió un poco consciente del sentido de la guerra y da charlas a su víctimas andes de mandarlas al infierno. Creo que ya no es conveniente tenerlo a nuestro lado, él también debe partir. 

No podemos matar a Vladimir por introducir filosofía en sus actos de matanza. Es un soldado eficaz y no hay ninguno que se le iguale.

– No, no es su filosofía la que me molesta. Me molesta que se atreva a pensar más allá de lo que se le  permite y me molesta esa chispa revolucionaria que intenta manejar y que ni él mismo todavía a logrado descifrar. Esa gente se vuelve peligrosa y es mejor deshacerse de ella lo más pronto posible. 

Entonces Vladimir tiene razón, tiene mucha razón.

Se escucharon dos disparos y así empezó la guerra por el uso de la razón. Una nueva guerra por la aniquilación de la estupidez y esta historia se repetirá una y otra vez, una y otra vez, hasta que no quedé hombre vivo. 

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