Cartas al pasado

Cartas al pasado

-El Cambio-

Es normal y lógico que todos cambiemos con el paso del tiempo. No solo transformamos nuestros gustos, hábitos o creencias, sino que nuestra manera de percibir el mundo que evoluciona constantemente. Sin embargo, el problema surge cuando el cambio es tan frecuente que parece efímero; la maleabilidad y la vulnerabilidad del ser humano son sorprendentes.

Este cambio constante nos impulsa a buscar cosas nuevas en nuestras relaciones, llevándonos a idealizar lo que creemos que debería ser nuestra pareja. Pero así como nosotros cambiamos, los demás también lo hacen, y la idea de encontrar exactamente lo que queremos es una ilusión. Esto no significa que debamos conformarnos ni aceptar cualquier afecto como verdadero amor, sino que debemos ser realistas y no basar nuestra percepción en expectativas irreales formadas por redes sociales, dramas, libros o fantasías románticas imposibles.

Las redes sociales han exacerbado la idealización, especialmente en el aspecto físico y en cómo se supone que alguien debe comportarse, vestir, hablar e incluso interactuar. No voy a santificarme diciendo que jamás idealicé a alguien o que nunca tuve expectativas inalcanzables, pero con el tiempo y mis relaciones entendí que lo que pedía no era lógico ni coherente con lo que ofrecía. Este aprendizaje no ocurrió de inmediato, sino que fue el resultado de errores y heridas, de daños ajenos que marcaron mi propio crecimiento.

Cuando pierdes por tus propias estupideces algo que realmente amas, te das cuenta de que el valor de amar va más allá de los deseos banales o carnales. El amor no se basa en la posesión, sino en la capacidad de disfrutar cada instante de ese efímero sentimiento.

-Perdonar-

El concepto de perdón suele tratarse con ligereza, como si fuera simplemente algo que se otorga o se recibe sin mayor consecuencia. Sin embargo, con el tiempo, uno se pregunta si esta visión simplista es realmente acertada.

Aprendí algo sobre el perdón que me pareció valioso, aunque no recuerdo dónde lo encontré. Perdonar no es simplemente decir «lo siento» y esperar un «te perdono» o, en el peor de los casos, un «no». Va mucho más allá y depende del contexto. El verdadero perdón no significa olvidar el acto, sino entender que, al concederlo, no buscamos borrar lo sucedido, sino darle a la otra persona la oportunidad de reflexionar y crecer.

Perdonamos a la persona, no el acto. Al hacerlo, esperamos que en el futuro piense antes de actuar, que transforme ese aprendizaje en crecimiento. No se trata de que cambie por nosotros, sino por sí misma, para convertirse en una mejor versión de quien es. Para ello, es esencial deshacernos de conceptos egoístas y cultivar la empatía, tanto con los demás como con nosotros mismos.

Cometer errores es humano, pero no deberíamos construir nuestras relaciones en base al daño y el arrepentimiento. No tiene sentido aprender de nuestros fallos solo para que quienes estuvieron involucrados nos recuerden con rencor.

Todo esto lo digo porque yo mismo cometí ese error: pedí perdón demasiado tarde, o ni siquiera lo pedí por orgullo y egoísmo. Te invito a no repetirlo.
Pensar antes de actuar y pedir disculpas a tiempo es mucho más sencillo que reparar algo cuando ya es demasiado tarde.

-¿Por qué?-

El amor es una manifestación ontológica de la conexión profunda y primordial entre los seres humanos, trascendiendo la materialidad y revelando la interconexión intrínseca de nuestra existencia. No somos entidades aisladas, sino que estamos intrínsecamente relacionados entre nosotros y con el mundo que nos rodea.

El amor nos permite experimentar una unión profunda con los demás y con el universo. A través de él, podemos trascender nuestras limitaciones individuales y conectar con algo más grande que nosotros mismos. Sin embargo, esta conexión también puede ser fuente de sufrimiento y dolor, pues nos hace vulnerables a la pérdida y a la separación.

Pero es precisamente en este punto donde el amor nos ofrece una oportunidad para crecer y profundizar en nuestra comprensión de la existencia humana. En última instancia, el amor es una invitación a abrazar la complejidad y la fragilidad de la vida y encontrar significado en nuestra conexión con los demás.

A pesar de esto, debo ser sincero y admitir que escribir sobre mis pensamientos me adormece el alma y me causa más dolor que satisfacción. Dudo cada vez más si ahondar en mi mente nostálgica realmente me ayuda a encontrar calma, pero por ahora no tengo otra opción más que seguir liberándome poco a poco.

-Amor-

Sigo comprendiendo el amor como una idea cercana a la metafísica, no solo porque aún no lo comprendo del todo, sino porque cada día descubro un nuevo significado al que llamar «amor».

Durante mi infancia y parte de mi temprana adolescencia, jamás quise pensar en el amor ni en la idea de amar. Creía que era algo simple y sin mayor relevancia. Hoy en día, es mi mayor pena. Pero con el tiempo, aprendí que las experiencias de vida cambian nuestra percepción del amor.

Antes me aquejaba la idea del amar porque pensaba que el amor tenía un único significado: querer a alguien o algo. Hoy sé que el amor es mucho más que eso y que es tan subjetivo como la justicia o la moral.

No es necesario entender el amor para amar. No necesitas saber qué decía Schopenhauer sobre el amor, ni conocer la visión de Octavio Paz. Lo hermoso de amar no es preguntarse «¿por qué la amo?» o «¿por qué lo amo?», sino sentirlo y vivirlo.

El mayor error al amar es ser orgulloso, egocéntrico y egoísta. Ese fue mi error. Fui un ególatra orgulloso, y eso me pesa hasta el día de hoy. No aprecié los momentos ni entendí su valor hasta que ya era demasiado tarde. Pasé noches enteras en penumbra deseando haber sido diferente, haber pedido perdón, haber disfrutado el amor sin reservas. Hoy en día aprendí de aquel error, y aunque me sigo arrepintiendo profundamente del “yo” que era antes me sirvió para no cometer el mismo pecado de antes; hoy se que amar no es sencillo y que el desamor es igual de profundo que el mañana, entendí con clarividencia que amar es todo, no solo abrazar, besar, sentir el calor de tu amada; si no que también, es el hecho de pensarla, escribir poesías con su nombre y tenerla presente en cada acto bondadoso que hagas, el amar nos debe hacer mejores personas no egoístas y entender eso es saber un poquito de amar.

Si puedo dejar una reflexión, sería esta: ama y ama, pide perdón por tus errores, y sé empático con el amor y con esa persona que amas. Duele más el error que el aprendizaje.

-El Arrepentimiento-

    El arrepentimiento es el mayor de los pesares humanos, todos lo hemos sentido y nos hemos vistos aquejados por este, varias veces he pensado en él, como aspecto innato de vivir y a su vez he tratado de conceptualizar en mi mente una parte buena del sufrimiento llamado “arrepentirse”, lamentablemente siempre llego donde empecé; arrepentirse es en ciertas ocasiones, justo y necesario, nos permite ver los errores y crecer como persona, mi pregunta es; ¿Es bueno, no arrepentirse? Es por esa pregunta que siempre ahondo demás en el tema.

    Saltan ideas como “No me arrepiento de nada, porque sin los errores no sería quien soy ahora”, entonces al replantear la pregunta queda así. ¿A qué costo?, a costa de que sentimientos ajenos creciste, ¿en base a que tantos errores te sientes pleno?, ¿es en verdad una justificación?, o en verdad el tan llamado fin, justifica los medios es cierto. Mi respuesta es no, sin el conocimiento del “fin” no podemos justificar nuestros medios. Otra pregunta que igual me cuestione fue, ¿Basta solo con arrepentirse, o es necesario reparar el daño?, la respuesta puede varear y radica en las posibilidades de resolver el problema, si se tiene la oportunidad de solucionarlo, invito a hacerlo al igual que pedir perdón por nuestra persona; en el infortunado caso que no exista manera de solucionarlo, invito a hacer un reflexión crítica sobre nuestras acciones para aprender de manera correcta del error y evitar causas pesares similares, tanto como con los demás como con nosotros mismos, igual que siempre tener en cuenta el perdón y perdonar. Ya que un perdón jamás concedido de parte nuestra también puede causar un gran arrepentimiento.

    -Nostalgia-

    A estas alturas todo me causa ese sentimiento agridulce, realmente me causa algo en mi recordar todo, lo bueno, lo malo, lo banal; todas esas cosas que poco o nada tienen que ver con el día que tuve, o que estoy llevando. Me causa tanto y a la vez nada, suelo filosofar de manera simplista cada tema porque me da miedo caer en el vacío sin fondo de mi mente y perderme entre lagunas de recuerdos que hacen eterno el olvido, temo jamás darle solución al problema y darme cuenta una vez más, que solamente trato de buscar una respuesta solo para no sentirme tan mal en relación a mis actos. Regularmente suelo pasar por alto estos sentimientos, les doy solución simple y los guardo sin más, si de verdad sentir un arrepentimiento del “yo” que fui, y siempre dejándome en cuenta que los errores los comete cualquiera, y que soy un adolescente y es mi momento de vivir todo lo que pueda antes de empezar a preocuparme por mantenerme en base a un trabajo, mientras estudio y escribo para matar tiempo; y me sorprende ver que siquiera algo tan importante como lo es el amor lo pienso objetivamente. Todo eso antes del día que decidir terminar con algo que pensé seria solo una relación pasajera, muy hermosa y hasta cierto punto plena, pero pasajera.

    Fue un 13 o 14 de marzo, ese día me decidí en ir a poner fin al algo que comencé hacia poco, eso es verdad, pero que anhelaba desde hacía un par de años, el día anterior me había decidido a escribirle algo como parte de nuestro adiós, porque aunque no lo sabía por completo y no lo había metido plenamente, tenía en mi saber que había cometido algunos errores fatales que habían llevado, y como es claro, a que sus sentimientos no fueran exactamente los mismos, había escrito dos cartas, una de despedida y otra dándole las gracias por haber sido una muy buena novia conmigo a pesar de yo no haber correspondido de igual manera; y claro que no es por justificarme, pero me sentía vacío de existencia y pasaba noches enteras pensando en un propósito innato de vida, vaya maldita pérdida de tiempo y amor. Como es claro le avise si nos podíamos ver a una cierta hora en una parque cercano a su casa, ella accedió por lo que espere, durante el tiempo de espera que tuve pasaron por mi mente muchas cosas, una de ellas era el que terminaría rompiendo en llanto, debido a que me sentía mal por terminar en ese momento con ella, nada más alejado de la realidad, la hora ya había marcado para que yo fuese de camino a su casa, tome el sobre que cuidadosamente había hecho la noche anterior, y me dispuse a ir por ella.

    Durante el camino me invadió un sentimiento de tristeza, y a su vez me moría de nervios por ir, sentía que mi corazón iba a salir de mi pecho en cualquier momento, por lo que tome un respiro y decidí continuar poco después, al llegar salió ella, igual de hermosa que siempre, su aroma avainillado me lleno por completo, aunque se viese nublado por mi olor a cigarro tan horrendo, caminamos hacia al parque, trate de hacer platica buscando esperanzadamente alguna pequeña cosa que me hiciera dar vuelta atrás con mi plan y seguir una hermosa relación con ella; mi esperanzas se vieron rotas cuando cada pregunta que hacía era respondida con desdén e indiferencia, por lo que me volvió a atacar ese nerviosismo acompañado de ese nudo en mi garganta que trate de pasar más de una vez. Al llegar, nos sentamos donde tantas veces lo habíamos hecho, me invadió la nostalgia de todos aquellos buenos momentos que pasamos nosotros dos en aquel lugar, una última vez más intente platicar o conversar, pero mi respuesta era la misma de hace rato, desdén e indiferencia, sin más opción toque el tema, lo trate, explique y finalice, todo siempre con titubeos y la pregunta “¿Por qué?”, al finalizar todo quedo en un silencio, que más que incomodo era triste, la mire, mire sus ojos y la vi, por lo cristalino de sus ojos me di cuenta ya tarde y mucho después, que aún me amaba, lo que ella buscaba era un cambio en mí, solo que espero demasiado y para mi infortunio, me fui por lo que pensé, estúpidamente, era la única solución. Ese mismo día volví a casa, ciertamente extrañado por lo frívolo de mi ser, ya que no llore y no pude mostrar una emoción aparente, me sentía indiferente y por lo mismo; supuse sería fácil olvidarme del asunto y seguir con mi vida, después de eso deje de basar mi vida en lo teórico.

    Pocos meses después hubo un problema, basado en la ruptura de confianza que ella tenía en mí, en su momento, y causa de nuestra primera ruptura que había terminado en un pronto regreso, yo había compartido material íntimo de ella, que no eran ni fotos, ni nada comprometedor sino que era algo peor, compartí de manera estúpida, los sentimientos de ella, pregone más de una vez que ella no era nada y que no fue nada para mí, en el momento ella no se dio cuenta; pero el día que lo hizo termino odiándome de porvida, y con justa razón vulnere los más preciado que tenía ella hacia mí y yo de ella, su confianza, y peor aún, me burle cínicamente e hipócritamente durante bastante tiempo. Jamás di la cara, jamás dije una sola palabra, jamás me presente, solamente la abandone sin más.

    Tiempo después la culpa me consumía rápidamente, y le peso de la culpa era tal, que caí en el vacío de alcohol, donde me ahogaba día con día, arrastrando a mi familia conmigo, era noche tras noche de reflexionar, pensar y filosofar, pero siempre me sentía igual. Día tras día era peor, todos los días iguales, monótonos, y absurdos, me vi en una depresión que sentía tan lejana a acabar que simplemente bebía y bebía para pensar en algo que no fuese ella, pero la alucinaba, sentía su presencia, sentía su aroma, sentía su calor; escuchaba su voz y cada mujer con el pelo similar a ella la confundía y perseguía esa cabellera color espiga dorada. Después de tanto filosofar encontré un poco de paz y retomé mi vida de nuevo. Pero todavía aun me llegan recuerdos de nostalgia, solamente que los manejo de mejor manera que antes. Hoy en día pienso en ella, no como un fantasma que aqueja mi mente, sino como la persona que me ayudo a poder saber amar, y comprender el complejo sentimiento de amar. Y no me queda más que agradecerle eternamente. Gracias Salomé.

    Etiquetas: carta

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