La incompatibilidad del arte en la sociedad capitalista

La incompatibilidad del arte en la sociedad capitalista

M. S. Piñeiro

23/06/2025

Introducción

Muy a menudo, en las charlas que tengo con la gente, sale un mismo tema: «¿Qué es el arte?», yo siempre aprovecho para exponer mis ideas, pero fundamentalmente, la tesis que tiene por título este ensayo. En estas mismas charlas, que suelo hacer con gente muy variada, suelo percibir unas ideas del arte complemente subjetivistas, tanto es así, que muchas personas con las que hablo consideran que: «el arte es lo que me hace sentir bien». Por aquí es por donde tengo pensado empezar.

¿Qué es el arte?

Antes de nada, yo no soy ningún entendido formal en el tema, ni un crítico, ni un catedrático, ni alguien para establecer la definición más sólida e inamovible de lo que el arte es, pero, por el bien de este ensayo, considero muy oportuno establecer qué concepto de arte me parece fundamental para poder desarrollar los siguientes párrafos de manera consistente. Lo defino así: «El arte es el conjunto de medios que usa un ser humano de forma consciente para expresarse de manera poco habitual». Obtuve esta definición tras un proceso dialéctico, por lo que puedo comentar el por qué de cada parte de la definición.

«El conjunto de medios» nos ayuda a identificar la propiedad multifacética del arte, pues este puede venir en forma de cuadro, libro, película, edificio… El arte, en este sentido, es muy plural, pues arte es «La noche estrellada» de Vincent van Gogh, «El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha» de Miguel de Cervantes, «La vida es bella» de Roberto Benigni, y «La Sagrada familia» de Antonio Gaudí. Como parece ser que hay consenso en que todo eso es arte, me veo en la obligación de incluir dicho carácter multimedia en la definición. Además, todas estas obras tienen en común la intención de plasmar unas ideas.

«Que usa un ser humano de forma consciente» establece que no existe el arte más allá del ser humano, y que la creación artística debe planearse. La razón de esto la encontramos en la relación que tiene el arte con las experiencias e ideas que posee un autor, esto se debe al papel interpretativo del arte. Jesús G. Maestro (crítico literario y Catedrático de Teoría de la Literatura y Literatura Comparada en la Universidad de Vigo) suele poner el ejemplo de que cuando una persona se dispone a tocar un instrumento con la ayuda de la partitura, no solo lee esta, sino que también la interpreta, por lo que cada vez que ejecuta la partitura, la música que emite el instrumento cambia ligeramente. Esta misma interpretación artística nos la podemos llevar al terreno literario. Cuando leemos un libro, podemos (y debemos) hacernos la pregunta de qué ideas se encuentran escondidas en el texto, y qué nos quiere decir el autor en la obra que estamos interpretando. Esta razón interpretativa es la que me lleva a poner en mi definición de arte «para expresarse».

Desde esta perspectiva, el arte solo se puede crear si el autor está lo suficientemente dotado de libertad y de conocimientos para poder condensar en su pieza ciertas ideas propias (expresión). Si, por ejemplo, a un pintor le piden hacer una copia exacta de un cuadro famoso, su recreación no es arte, porque no imbuye al cuadro de los pensamientos del autor, sino de ideas ajenas. Solo cuando el autor, en un acto de libertad, dibuje, sin ningún tipo de presión lo que considere, entonces, habrá creado una pieza artística.

Por último, «de manera poco habitual», nos advierte que el arte es un fenómeno finito. Dista mucho El Edificio Guggenheim de Bilbao de la torre gris, residencial, y repetida en la que escribo este ensayo. Mi edificio lo podría haber diseñado cualquier persona con conocimientos suficientes en arquitectura, me imagino la conversación entre el jefe y el arquitecto: «quiero un edificio cuadrado, que pueda construir en masa, que sea barato, donde quepa mucha gente, y pueda poner en fila sin problemas», y esta instrucción deriva, con toda probabilidad, en el edificio en el que vivo, o en los que están cerca mía pero que en vez de ser grises, son granate, o los otros donde tienen una terraza un poco más grande; pero la instrucción que le dieron a Frank O. Gehry, autor de El Edificio Guggenheim, debió de ser mucho más difusa o incluso nula, tanto es así que a él, únicamente, le pidieron un edificio. Por otro lado, si todos los edificios estándar del sur de Madrid fuesen, en vez de grises y estrictamente funcionales, El Edificio Guggenheim, o la Sagrada Familia, el arte que estas obras albergan, se empezaría a diluir hasta convertirse en la copia de la copia de un arquitecto que no fue libre y replicó una obra y unas ideas ajenas.

Esta es la definición de arte con la que trabajo, no habla de sentimientos, sino de ideas; no habla de dinero, sino de libertad; no habla de indiferencia cognoscitiva, sino de interpretación; y no habla de técnica reproductiva, sino de expresión y finitud.

¿Puede coexistir el arte en la sociedad capitalista?

Aparentemente, si el arte lleva existiendo desde la prehistoria, por inercia, podríamos suponer que el arte sigue existiendo, pero la definición de arte, que convenientemente he dado, choca de muchas maneras con lo que la gente, sin hacer un previo análisis, considera arte (en adelante, usaré el prefijo para- en referencia a este concepto). Por ejemplo, muchas personas que conozco caen en la siguiente cadena de pensamiento: «el cine es un ámbito del arte, por lo que todas las películas son arte», entonces, yo planteo: ¿Es «Padre no hay más que uno» (película dirigida por Santiago Segura) una obra de arte? (he escogido este ejemplo como podría haber escogido cualquier otro) Para saberlo, debemos de usar la definición que he dado antes de arte:

  1. «El conjunto de medios»: Es correcto, el medio es el cine.
  2. «Que usa un ser humano de forma consciente»: Santiago Segura es un humano, y también ha sido consciente.
  3. «Para expresarse»: Bastante dudoso, porque aunque es fácil de entender que la obra es una creación de Santiago Segura, dudo bastante que haya obrado de esa manera para intentar plasmar sus ideas en la gran pantalla. El motivo que le lleva al director a producir películas no son sus ganas de plasmar sus pensamientos en sus obras, si no el dinero que estas películas genera. Habría que plantearlo de la siguiente manera: ¿Si Santiago Segura no cobrase por lo que hace, lo seguiría haciendo igual?

La crítica que dirijo a Santiago Segura se puede aplicar a casi cualquier artista (o pseudoartista). Si la razón por la que se produce arte no es la mera expresión, sino el rendimiento económico, entonces no es arte, es un producto de consumo. Un autor sometido a esta presión no expresa las ideas que considera libremente, sino las que dan dinero. Entonces, el capital arruina en gran medida el arte, convirtiendo a este en pseudoarte y productos de consumo, y esconde al arte de verdad bajo capas y capas de arte de mentira. Así es como los productos de consumo se estandarizan y se replican con nuevos lavados de cara: nacen los clichés, y las obras paraartísticas dejan de ser innovadoras, pues copian, en gran medida, a la superventa anterior.

Esto se ha vuelto muy notorio en el mundo paraliterario, hasta tal punto que el consumo de libros con clichés se ha vuelto deseable. Por ejemplo, analicemos el cliché literario «enemies to lovers«, donde 2 personas que se caen mal acaban enamorados. Afortunadamente, y fíjese el espectador en la estandarización, hay una página de goodreads (donde al entrar a la página, me piden que me registre con mi cuenta de Amazon, afirmando así mi tesis de que la literatura de hoy en día se trata como un producto) donde hay una lista de los 1.004 que contienen este cliché y que su autora considera más relevantes. Además, este tópico, como otros tantos, viene con obras (no todas) cuya portada es sexualmente sugerente. El contenido erótico en la paraliteratura tiene la finalidad de que las lectoras (que son las que principalmente leen este tipo de obras) se activen sexualmente, y como nuestro cerebro de primate encuentra muy enriquecedora esta actividad (por la actividad sexual que genera en el lector, no por las ideas que este pueda extraer) se acaba formando la siguiente cadena de pensamiento de forma inconsciente: «me gusta ser sexualmente provocada, el libro me provoca un sentimiento sexual, por lo que el libro me gusta». Esta es la razón por la que parte de la paraliteratura actual está llena de escenas eróticas, porque el mercado y los autores, en un afán por querer ser más vendidos, han recurrido a técnicas cognitivo-conductuales que atrapan al lector. Hay muchas más razones por las que los paraautores recurren a estas técnicas, ya sea la facilidad con la que se pueden llegar a escribir libros no originales con clichés, o que algunos jóvenes lectores se están animando a lanzar sus propias obras, y como sus referencias son «A través de mi ventana» de Ariana Godoy (o similares), no son capaces de darle la dimensión que se merece la literatura de verdad, porque lo ven más como un producto de consumo.

La literatura no es el único medio al que dirijo mi crítica, pero sí la que más sufre el impacto por lo informado que estoy en el tema. Si las mujeres leen con más frecuencia que los hombres novelas románticas y eróticas (para decir esto, me baso en un estudio de El País sobre la literatura en España; concretamente, tiene un apartado muy interesante sobre los géneros más leídos por edad y sexo, donde un 32% de los hombres lectores consumían literatura romántica, mientras que las mujeres lectoras lo hacían en un 73%. Algo similar sucede en la literatura erótica, donde, excluyendo la décima que separa 22,8 de 22,9 en la franja de edad de 60 años en adelante, las mujeres consumen más este género que los hombres en el resto de franja de edades), los hombre normalmente están más centrados en la fantasía de poder que se muestra el cine o en la pornografía. Por otro lado, algunos cuadros de hoy en día que causan tanto furor por la millonada que cuestan tampoco son arte, pues su finalidad es ayudar a los ricos que lo requieran a lavar dinero. A la música le pasa lo mismo, se han simplificado los ritmos, acortado las canciones, y repetido melodías para hacer el medio más accesible y consumido; y en gran medida, las nuevas canciones que hoy se producen tienen mensajes y mecanismos similares a los de la literatura erótica, por eso el sexo y el amor se tratan de forma tan salvaje, para producir la cadena de pensamiento que he descrito anteriormente.

Entonces, ¿De qué cobran los artistas?

Un artista puede cobrar por su trabajo, y seguirá siendo un artista en la medida en la que la finalidad de sus obras no sea otro que el de expresarse. Si yo escribo un libro y lo publico intentando convertir este ensayo en novela y advirtiendo mediante sus ideas los peligros del arte, y esa es su finalidad, entonces, el dinero que pueda recaudar será ganado mediante el esfuerzo de un artista.

Por otro lado, no siempre los artistas se dedicaban únicamente al arte: Cervantes también era soldado, Julio Cortázar y Antonio Machado también eran profesores, Pio Baroja era médico. En muchos casos, el autor nace como una necesidad de expresarse, no como una necesidad económica. Hasta el propio Leonardo Da Vinci, que pintaba por encargo, incluía su toque personal en las obras, y en muchos casos ni las entregaba.

Conclusión

No hablemos de un arte contemporáneo cuya finalidad es ser consumido, eso es un oxímoron, y aunque no lo parezca, hay muchas obras actuales con ideas muy profundas. Cineastas como René Laloux, Harmony Korine; grupos de música como The Patients, hasta videojuegos como «Lisa: The Painful» de Dingaling Productions, o «Press Any Button» de Eugene Zubko refrescan el medio escapando de la lógica capitalista. Hay muchos de estos autores que parece que piden no ser consumidos sino meditados, y cuando las das una oportunidad, te cambian la vida para siempre. Eso es lo bonito del arte: su capacidad de transformar a las personas atentas.

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