Ayer hizo tres semanas.
Tres semanas desde que la vida nos dio un golpe tan duro, tan injusto, que todavía nos cuesta creerlo.
Tus padres siguen completamente destrozados. No hay palabras que puedan calmar un dolor así, porque perder a un hijo… no es algo que se supere. Es una herida que no cierra, que arde en el alma cada día.
Tu hermana, con la que te querías tanto, te echa muchísimo de menos. Teníais ese vínculo único, de esos que no necesitan muchas palabras, solo miradas, gestos, momentos. Se nota que te amaba con todo su corazón. Y ahora sufre… porque le arrancaron una parte de ella.
Y nosotros… nosotros seguimos aquí, acordándonos de ti en cada rincón.
Nos haces falta.
Se nos cae una lágrima cuando te nombramos, cuando vemos tu foto, cuando nos llega un recuerdo tuyo de repente, como si aparecieras por un momento para saludarnos desde donde estés.
Mi padre…
Mi padre te recuerda muchísimo.
A veces parece fuerte, como si pudiera con todo, pero hay momentos en los que se derrumba. En los que ya no puede más, porque todavía está asimilando lo que ha pasado. Igual que todos.
Porque esto ha sido un golpe durísimo para todos los que te queríamos.
Cuesta respirar a veces. Cuesta entender cómo alguien tan bueno, tan alegre, tan lleno de vida, se ha ido tan pronto.
Y aunque mi padre no siempre lo reconozca —porque tú sabes cómo es él—, yo sé que lo está sintiendo por dentro.
Porque tú fuiste como un hermano para él.
Y él también te quería con el alma.
Y tú nos querías muchísimo. Eso lo sabemos todos.
Ese cariño verdadero, ese que no desaparece aunque pasen las semanas… ese sigue aquí.
No te olvidamos.
Ni un solo día.
Y aunque el tiempo pase, aunque cambien las estaciones y se sigan cumpliendo semanas desde aquel maldito día…
tú seguirás aquí, con nosotros.
En nuestra memoria.
En nuestro corazón.
OPINIONES Y COMENTARIOS