LA ÚLTIMA FRONTERA

LA ÚLTIMA FRONTERA

Eviana Elias

18/06/2025

La vieja casona, ubicada a las afueras del pequeño pueblo de » El Robledal», se alzaba como un espectro de tiempos pasados, una silueta fantasmal en mitad de la nada. Sus paredes de piedra, cubiertas de hiedra y musgo, parecían susurrar historias olvidadas al viento. Las ventanas, tapiadas con tablones de madera carcomida, eran como ojos ciegos que observaban el paso del tiempo.

Tras ella, como un telón de fondo, como una pintura de acuarela en tonos pastel, se extendían infinitas y agrestes campiñas de pastos resecos y amarillentos por el calor del recién acabado estío, divididas por cercados de piedra que serpenteaban 

 a través del paisaje. Salpicadas con pinceladas verdes por pequeños y dispersos grupos de álamos temblones, cuyas hojas plateadas refulgían al sol.

Una brisa fría, agitaba las copas de los árboles, preludio del otoño que se acercaba sigilosamente, y obligó al hombre que se apeaba del coche, a abotonarse su chaquetón de pana gris, un gesto que denotaba tanto incomodidad física como una cierta inquietud.

Antes de cerrar la puerta del vehículo, sacó de la guantera una botella de Whisky , que había comprado en una gasolinera destartalada, a un lado de la carretera comarcal, en la que se había detenido a repostar .

 El hombre contempló durante unos segundos la imponente fachada del caserón antes de dirigirse hacia su entrada : Las paredes de la vivienda desconchadas, cubiertas de hiedra, y de un blanco sucio ,deslucido por el clima y el abandono ,narraban vidas de generaciones que atrás quedaron.. Entorno a la hacienda un jardín, antaño verde y floreado , ahora lucía marchito y seco invadido de matorrales silvestres y densos zarzales . Junto a uno de sus muros laterales un sauce daba sombra a la esquina , sus ramas inclinadas hacia el suelo como compungido por el lamentable estado de la finca que parecía custodiar.

Para acrecentar su valor y firmeza de ánimo, o eso se dijo a sí mismo, echó un largo trago de la botella de whisky barato. La botella, abierta y cogida por el gollete, temblaba ligeramente en su mano mientras el líquido ambarino quemaba su garganta, intentando infundirle el coraje necesario para enfrentarse a lo que le esperaba en esa casa. La herencia de su abuela, Catalina, fallecida un año antes ,tras una larga enfermedad, había sido una sorpresa totalmente inesperada. Luis apenas la recordaba, ya que antiguas rencillas y desavenencias familiares habían enfriado la relación, y los había alejado durante años .Desde su adolescencia temprana para ser exactos .Por tal motivo Luis , el nuevo dueño de la propiedad, apenas podía creer aquel golpe de suerte . Una suerte que le había sido esquiva la mayor parte de su vida . Y Sin embargo, allí estaba él, dispuesto a darle una nueva vida a la propiedad, y sacarle unos buenos beneficios .Unos cuantos arreglos y podría venderla por un buen precio .Al fin y al cabo era una casa grande y con mucho terreno , que cualquier posible comprador avispado sabría apreciar. 

En su acta testamentaria su abuela también lo había dejado una escueta misiva manuscrita:

 «A mí nieto Luis:

» Espero que el legado que te dejo te ayude a escapar de esa vida autodestructiva y disoluta que has estado llevando desde que tu padre, mi querido hijo, partió trágicamente de este mundo. En aquel entonces, tú apenas eras un niño. Su partida se llevó consigo su bondad, su alegría y su luz, dejándonos a ambos con un vacío que resulta irreparable. Nos sentimos perdidos y abandonados, sumidos en la oscuridad que dejó su ausencia.

Confío en que al refugiarte entre las paredes de mi residencia de campo, encontrarás la paz, el consuelo y el descanso que tanto necesitas y que, en el fondo de tu corazón, anhelas. Al igual que yo lo encontré…

Firmado :

Tu abuela Catalina R… «

Al recordar el mensaje en los labios de Luis se dibujó una sonrisa sarcástica : » ¿ De verdad su abuela creía que podría hallar descanso y consuelo entre aquellos inhóspitos y fríos muros?». Acaso pensó que que me mudaría a vivir a esta lúgubre casa? Qué idea más descabellada.» Él había aceptado la herencia, recibida con alivio en una etapa particularmente difícil de su vida (como casi todas, a decir verdad), pero su única intención con respecto a la hacienda era obtener una considerable ganancia al venderla. Ya había contactado a un agente inmobiliario para que evaluara la propiedad y la pusiera en el mercado lo antes posible.

Curiosamente, según le informó el notario, la carta dirigida a su nieto fue encontrada junto al cuerpo de Catalina tras su fallecimiento. Ella había muerto en su cama, en su propia casa, después de negarse rotundamente a ser hospitalizada para tratar su grave enfermedad. Su cadáver fue descubierto por la enfermera, una joven amable y dedicada que la atendía a diario y le administraba su medicación. Tras la intervención de las autoridades y los trámites correspondientes, el cuerpo de la anciana Catalina fue trasladado al tanatorio local, para ser incinerado tras una concurrida misa en la iglesia del pueblo, donde su , antaño adinerada y señorial, familia paterna era muy respetada . Posteriormente, sus cenizas fueron esparcidas por los terrenos de su amada finca, cumpliendo así su última voluntad. 

Y hasta el día de hoy , las puertas de la vivienda,con todos los objetos personales de su abuela abandonados en su interior, permanecieron cerradas 

Y hasta el día de hoy, las puertas de la vivienda, permanecieron cerradas,con todos los objetos personales de su abuela olvidados con displicente descuido en su interior. La casa se habia convertido en una cápsula del tiempo, un testimonio silencioso de una existencia que, aunque ausente, sigue impregnando de su esencia los rincones.

Luis, sintió un escalofrío al cruzar el umbral, un presentimiento helado que le recorrió la espina dorsal, confirmando que el deterioro era aún peor de lo que había imaginado.Telarañas gruesas y polvorientas colgaban como sudarios de las esquinas del techo, mientras que pequeños excrementos de ratón, oscuros y resecos, salpicaban el suelo enlosado. Una capa de suciedad cubría cada superficie, desde los marcos de las ventanas hasta los desgastados muebles, y un persistente olor a humedad, acre y penetrante, impregnaba cada rincón de la casa. La decrepitud de sus paredes, con la pintura descascarada, unida al mobiliario antiguo y desvencijado, con tapicerías raídas y patas tambaleantes, contribuían a crear una atmósfera de abandono y desolación.El hombre se preguntó: «¿como su anciana abuela había podido habitar ese edificio solitario, decadente y destartalado hasta hacia relativamente poco?»

Todo ello se veía acentuado por la luz sombría del atardecer, que apenas penetraba por las rendijas de las persianas cerradas. Los rayos de sol, débiles y oblicuos, dibujaban formas fantasmales en las paredes, creando sombras alargadas y danzantes que parecían cobrar vida propia, haciendo que la vivienda resultara realmente lóbrega y siniestra.

Mientras exploraba la vivienda y echaba a su coleto largos tragos del ardiente líquido de la botella sin mesura, revolviendo armarios y cajones llenos de recuerdos enmohecidos y utensilios inútiles , un objeto inusual captó su atención, al registrar los muebles de la cocina; en el cajón de los cubiertos, mezclada con tenedores y cucharas , yacía una llave extraña y oxidada. Era una llave grande, antigua, de las que se usaban antaño , pero inexplicablemente no correspondía a ninguna de las puertas de la casa. Luis probó en cada cerradura, desde la puerta principal hasta las de las habitaciones, sin éxito. La intriga se apoderó de él, pero sin darle demasiada importancia, pensando que tal vez pertenecía a algún mueble antiguo ya desaparecido, continuó su recorrido por la cocina. Llegó a la despensa, un pequeño anexo donde su abuela guardaba provisiones y conservas caseras, y presionando un interruptor de luz que chirrió como un lamento, se adentró en sus profundidades iluminadas tan solo por una bombilla amarillenta que apenas disipaba la oscuridad. Escudriñó detenidamente el cuartucho, y a pesar de la escasa luz, descubrió al fondo de la reducida habitación una puerta de madera de poca altura, medio oculta tras los utensilios que allí se amontonaban, tarros de cristal vacíos, sacos de harina y cajas de cartón apiladas, pasando desapercibida a ojos poco atentos a los detalles. Una idea repentina cruzó su mente, una corazonada inexplicable. Regresó al cajón de los cubiertos, sintiendo el frío metal de los utensilios en sus dedos, tomó la vieja llave y volvió a la despensa. Con expectación y manos temblorosas, presa de una extraña mezcla de curiosidad y nerviosismo, tras varios intentos infructuosos , finalmente introdujo la llave en la cerradura de la portezuela. Para su asombro, la llave encajó correctamente, un débil clic resonó en el silencio, un sonido metálico que rompió la quietud de la vieja casa, y la puerta se abrió, revelando una amplia cavidad iluminada por una potente luz blanca y cegadora de origen desconocido. El foco de potente energía emanaba de la nada, sin fuente aparente, como si la propia cavidad irradiara luminosidad. Sin dudarlo y sin el menor atisbo de temor, impulsado por una fuerza irresistible, Luis se adentró, más bien se lanzó ,en ella, permitiendo que el poderoso resplandor lo invadiera de pies a cabeza, sintiendo cómo llenaba su alma de una paz inigualable. Una plenitud y un gozo como jamás había experimentado en su vida, una sensación de bienestar absoluto que lo embriagaba por completo. Cruzar el umbral de aquella cavidad fue como adentrarse en un mundo paralelo, fuera de esta realidad, como traspasar un límite entre planos espacio temporales .. una frontera… La última frontera…

Al día siguiente, los diarios de la región se hacían eco de la trágica noticia: : el heredero de la señora Catalina había muerto en un trágico accidente ocurrido dentro de la antigua casona de su abuela. La fatalidad había sucedido debido a una caída desafortunada; el joven se había desplomado desde lo alto de las escaleras que llevaban al sótano, las cuales se encontraban accesibles desde la despensa de la vivienda. El informe elaborado por la policía detallaba que la 

 escalera era angosta y empinada . Sus desgastados travesaños de madera semi podridos por la humedad y la escasa iluminación pudo haber contribuido al accidente.Además, todos los indicios apuntaban a que la víctima se encontraba en un estado de embriaguez considerable. El fuerte olor a alcohol que emanaba del cadáver, perceptible incluso a varios metros de distancia, y los miles de fragmentos de cristal esparcidos alrededor, procedentes de una botella de whisky rota, confirmaban tales sospechas

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