“Querida yo:
Se que duele. Sé que extrañas su voz, extrañas sus mensajes a media noche, sus risas cómplices, sus miradas furtivas en el pasillo, en el ascensor. Pero hoy, me elijo; elijo no mendigar amor donde solo hay migajas.
Firma: Emilia”
Si, Emilia, ese yo que hoy desconozco. Siempre odie mi nombre, jamás entendí por qué mis padres lo eligieron, viví mi vida sintiéndome como un personaje del siglo XVII. Como si el universo me hubiera destinado a romances imposibles y sufrimientos silenciosos, dignos de una novela de Jane Austen. O peor, de un capítulo de Bridgerton.
(R.K.38)
OPINIONES Y COMENTARIOS