Saber que estamos bajo el mismo cielo, viendo las mismas estrellas y compartiendo la misma hora me hace sentir, de alguna manera, un poco más cerca de ti. Es curioso cómo la distancia física se vuelve menos abrumadora cuando pienso en ese simple detalle, en esa sincronía invisible que todavía nos une.
Sin embargo, ya no miro el cielo, ni los atardeceres. Trato de evitarlos, trato de huir de todo aquello que me recuerda a nuestro amor, a esos momentos que alguna vez fueron nuestros. Y qué ironía, sinceramente. Al intentar protegerme de esos recuerdos, termino lastimándome aún más. Es como estar atrapado en una balanza imposible: por un lado, está el deseo de recordarte con amor, con la alegría de lo que compartimos, aunque siempre acompañado de un inevitable dolor; y por el otro, el intento de evitar esas imágenes hermosas para no sufrir… pero esa evasión me rompe el corazón de igual forma.
Cada pequeño detalle, cada canción, cada lugar, cada aroma, incluso el simple color del cielo al anochecer, parece tener tu nombre grabado. Me doy cuenta de que no se trata de olvidar, sino de aprender a convivir con tu ausencia, con el vacío que dejaste. Y aun así, cada día lucho entre recordarte y protegerme de lo que siento. Es una batalla silenciosa, pero constante.
Te amo.
OPINIONES Y COMENTARIOS