Ése niño que perdió sus alas,

y fue llevado en fuego a su perdición,

que dejó su risa en juegos rotos,

y aprendió a amar con el miedo y el dolor.

Ése niño que gritaba en silencio,

que creció sin experiencia ni razón,

que de grande solo repitió lo mismo,

la cadena triste de su educación.

Ése niño que nunca se sintió en casa,

que mintió y también hizo llorar,

porque nadie le mostró la existencia,

ni el camino real para caminar.

Ése niño ya no existe en el espejo,

ni en su sombra ni en su temblor,

ese llanto quedó atrás en el tiempo,

y en palabras se transformó su clamor.

Hoy escribe el hombre que nació de su llaga,

que lo deja en letras, en blanco y negro dolor,

para sanar aquello que ardía en su pecho,

para soltar lo que alguna vez enloqueció.

Porque ese niño eres tú… también tú,

solo un niño recuerda lo que se le quitó,

la inocencia robada en un mundo sin alma,

donde su llanto… a nadie le importó.

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