La mirada desvaneciente y desconsolada cruzó mi camino.

No hay razón ni duda de su necesidad de afecto, y desilusión de los suyos. 

Me he sentado frente a él, sonreí, mientras miraba el cielo y sus ojos gritaban.

No había cobijo, ni oído. 

     -¿Qué me falta? me preguntó. 

Le dije lo único que mi voz podía expresar pero  sobre todo, que necesitaba ser escuchado. 

Ser comprendido, no con el sentido de la escucha, sino con las puertas angostas de la empatía.

Sus lágrimas expusieron su dolor, su angustia, su desgano, de la manera más sincera en la que 

un extraño anhela su esencia de vuelta. Su sentir volco mi mente, entre emociones contrapartidas, tristeza y admiración por la verdad desnuda de sus palabras. Los problemas cotidianos no dan tregua y las sorpresas en la vida exigen resiliencia, controlar tus pies en el suelo y el llanto ante la sociedad. 

Me han preguntado, ¿qué es el amor?

La mente se puso en blanco, revoloteando entre muchas respuestas que quisiera atender. A la vez ninguna salía de mi boca. Tal vez es una manera inconsciente de sentir todas las emociones, que un ser humano puede experimentar, cual sea el vínculo, apagar el desanimó de la cotidianidad, dar lo que está más allá del propio alcance, sin aprovechar la fragilidad expuesta del otro.

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS