Sumida en la soledad de su alma, en lo agobiante de no controlar su mente inquieta, pide a gritos terminar con su vida, con la poca esperanza que le queda, y él, él siempre llega y roza su cuerpo con delicadeza, tan sutil como si tocara una rosa, el pequeño detalle es que nunca se menciona que es una rosa marchita, que vaga en ríos de lágrimas ensangrentadas, abusos, recuerdos tormentosos y que aún con sus colores opacos, su peculiar aroma y sus espinas oxidadas sigue lastimando.

Un ser oscuro la acompaña en cada insomnio, un ser de energía fuerte que impregna lo más profundo de su ser y la consume por completo, todas las madrugadas le susurra entre voces suaves y seductoras, se aferra a ella, visita sus sueños, su mente, el dolor que resguarda en las profundidades de su alma, de su sentir, de su pensar, de sus vivencias y sí, él siempre llega como  de costumbre, muy a las 3, a las 3 a.m., hora destinada al silencio, a lo paranormal, a la belleza que halla en su particular forma de ser que la convierte en una verdadera diosa del bajo astral, mientras ella llora por horas, él solo se sienta hundiendo el colchón para asustarla y observarla, esperando su primer etapa del sueño, justo donde las lágrimas que minutos antes cayeron, ya se estarían secando, si, ese instante donde no la topa ni dormida, ni despierta, momento ideal para recostarse a su lado y abrazarla, justo eso, eso era lo que todo el día había esperado con ansias.

Al inicio se desmayaba del susto, quién putas puede abrazarla a esas horas de la madrugada si solo está tratando de dormir y olvidar esa soledad rotunda, y es que no, nadie en la habitación puede entrar y nadie podría darle tanto calor y susto a la vez, no es algún ser humano, de eso está más que segura, siempre percibe esa energía oscura, una sombra sin nombre, sin alma y que solo le trasmite frío, un aire extraño que no entra por la ventana ni la puerta y no habita otro lugar ni otro ser, viene de alguna parte donde no existe el tiempo, donde se murmulla lo que no son palabras y la llena de escalofríos que suben por su nuca, de energía que no vibra sino que gotea lentamente hasta perforarla como una roca y comprende que ese algo pertenece a cualquier sitio que no sea el mundo real, o tal vez, eso piensa, lo único seguro es que este es el contacto más extraño que ha sentido en toda su vida, un contraste entre agonía y deseo.

El demonio ignora su pensar, aprovecha el miedo que la hace entrar en parálisis, se acerca más a ella y entonces, con una ternura y un poco más de crueldad, simplemente hunde su rostro en su larga cabellera, percibe su aroma, la envuelve en sus brazos, se aferra a ella, la abraza tan fuerte como si la necesitara tanto como ella a un ser que la entienda y la saque del caos, no es un simple sentir y tal vez sin ella querer, cada madrugada, el llanto solo suplica su llegada, un calor que la aleje de las perturbaciones y la algarabía del mundo.

Ha estado esperando su llegada, lo guarda para sí misma cada que la abraza, ansiosa anhela refugiar su alma, aunque retumbe y no se acostumbre a ser vista en medio de cada llanto, finalmente alguien la comprende, un verdadero alivio para su corazón, es lo que piensa en ese instante y así lo percibe mientras ignora su realidad. 

Él solo ha llegado a brindar lo que no es amor, ni comprensión, ni ternura, no ofrece belleza como lo pinta, es algo mucho más turbio y alejado de los colores pacíficos, cálidos y llenos de amor, es una promesa, si, una promesa de impaciencia, enojo y desesperación que es canalizada en un abrazo que no la libera, no la salva, no la resguarda, una promesa que la devora por completo, consume su energía y su vida, atravesando portales que la alejan de la tranquilidad y la sumen en la llegada de su muerte lentamente.

Los últimos días han sido bastante exhaustos, no la perturba solo a las 3a.m, el día es largo, lleva ojeras consigo misma, ojeras grandes, grandes ojeras, mirada perdida y sin parpadeos, pues ha llorado tanto que sus ojos ya no le pertenecen, este ente ha aprendido a amar la luz del día y a veces también juega con ella en las mañanas, en la tarde y entre sombras que no se descifran; no la observa con ojos, pero la ve, no respira, simplemente la consume, no vive para todos, nadie más lo siente ni lo ve, ahora todo el día le habla, la desconcentra tanto que incluso se le agotaron las lágrimas y ya no duerme, ya no llora a gritos, ya no busca romper la parálisis y ya no tiembla, ya no habita el miedo, simplemente espera por él, o quizá ya ni eso…

En la última madrugada a las 3a.m el colchón ya no se hundió, el aire frío y aterrador tampoco nunca llegó, ella ya no estaba y solo retumbaba en la mente sus auxilios, su expresión de miedo, el recuerdo de sus lágrimas y el alto cargo de conciencia en todos por solo gritarle «loca», si, la chica disociada, finalmente cerró sus ojos para siempre.

La habitación estaba helada como si se abriera una dispensa, sus pies solo colgaban, su cuerpo se convirtió en un péndulo maldito, la desesperación había causado justo lo que el ser oscuro deseaba, la piel estaba totalmente acechada, ya no guardaba el color de su alma, sus manos tensas contaron la historia reprimida, el frío parecía filtrado desde otra dimensión, ni el fuego, ni el abrigo podían transformarlo, ya no estaba, ya no habitaba su ser, pero a cambio de eso si estaba su cuerpo helado, unos ojos entreabiertos que reflejaban un abismo negro, vasto y sin fondo, solo un espiral que nunca terminaba, su cabello que algún día peinó con ternura, ahora lleno de nudos y despeinado, se habían convertido en simples mechones sin vida, sin brillo ni suavidad, la última imagen; un cuello alargado por un áspera soga, marcas crueles y fuertes que vencieron el aliento como si la muerte hubiese firmado con rabia.

En la pared, ¿ceniza, sangre antigua?, no se percibió sino una frase, escrita por quien fuese y con lo que quisiera que fuera, un anónimo firmado: «Ahora ella me abraza a mí».

-Juth.

Etiquetas: amor maldito

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