Ángel de la guarda,
dulce compañía,
no me desampares
ni de noche
ni de día…
– ¿Papá?
– Shh.
Tengo las rodillas raspadas por el suelo sin baldosas. Una sola vela alumbra la pequeña habitación. Una cama cucheta a mi lado, donde duerme mi hermanita. Y, un cartel muy grande colgando de la pared.
Ángel de la guarda, dulce compañía.
– ¿Papá?
– Shh, hija. No te voy a hacer nada, solo quiero rezar con vos. Rezá conmigo dale.
– Ángel de la guarda, dulce compañía, no me desampares ni de noche ni de día. Si me desamparas, qué será de mí. Ángel de la guarda, ruega Dios por mí.
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