El inspector Gerard Gire llegó al baldío donde se encontraba el cuerpo de un joven semidesnudo. El cuerpo llevaba tres días a la intemperie y, por la actividad continua de las moscas y el fuerte calor de esa estación del año, estaba muy descompuesto. Gilbert le comentó al inspector que ya se sabía el nombre del muerto. El inspector analizó la herida que el cadáver tenía en la espalda y le comentó a su ayudante que la puñalada bien habría podido ser asestada con una daga de mango de madera con horquilla de manzana como las que portaban los empleados de las empresas navieras, sin embargo, el asesino no había tenido la suficiente fuerza para asestar el golpe hasta el corazón y aquel desgraciado había fallecido más por la inanición y la pérdida de sangre.
—¿Qué se sabe de la familia del muerto, querido Gilbert? —preguntó el inspector cuando su ayudante recibía unas notas del jefe de la policía, Gabriel Genere.
—Pues, que la hermana del fallecido es una joven guapa que ha llegado a la mayoría de edad, que la madre es ama de casa y el padre es un hombre desempleado que se la pasa refunfuñando.
—Muy bien, querido Gilbert, tendremos que ver si alguno de ellos tenía algún motivo para deshacerse de este pobre hombre.
—Sí, inspector. Según palabras del jefe de la policía, las últimas dos semanas acontecieron cosas raras en la casa de los familiares de este hombre.
Cuando el inspector y Gilbert llegaron a la modesta casa del finado, se asombraron de que estuvieran tan relajados y que la madre mostrara una congoja falsa.
—¿Podría decirme cuándo abandonó la casa su hijo, señora Gisele? —Preguntó Gerard Gire
—Sí, inspector. Mi hijo desapareció hace tres días y medio.
—¿Cuándo lo vio por última vez?
—La noche del martes…No, creo que fue el miércoles por la mañana. Es que le hablé, llevaba casi un mes encerrado en su habitación, ¿sabe? Y nos guiábamos por los ruidos de insecto que emitía, sin embargo, no puedo asegurar que estuviera, ya que los ruidos que oí no eran o no me parecieron de él.
El inspector se volvió hacia Grete y le preguntó lo mismo. Ella dijo que tampoco había oído ruidos en la habitación el miércoles por la mañana. El padre, muy reacio dijo que el había dado por muerto a su hijo y que se alegraba de que ya no representara una carga. “Suficientes problemas tengo ya buscando el sustento para la familia como para ocuparme de ese zángano”.
El inspector preguntó si alguien más había visto a Gregorio antes de su desaparición y la respuesta fue que solo la asistenta, que iba a ayudar en las labores domésticas los miércoles lo había oído.
La señora Geneviéve era muy delgada y baja, pero conservaba su cuerpo fuerte, aunque era bastante mayor, aparentaba menos años. Tenía un rostro severo y el pelo abundante y blanco. Su voz era áspera y sus modales muy vulgares.
—Usted entró a su habitación esa mañana, ¿verdad?
—Claro que entré, ¿cree acaso que ese pedazo de bicho me lo iba a impedir?
—Y ¿en qué condición estaba?
—¡Encuerado como siempre! ¡No se ponía más que los calzoncillos, el muy imbécil! Que estaba harto, decía. Que la sociedad era corrupta y que jamás permitiría que su hermana se casara con el señor Gustave Gamier.
—¿Quién es el señor Gamier? — preguntó el inspector mirando a la familia.
—Es el jefe de Gregorio…—dijo titubeando la madre.
—¿Ah, sí? Y… ¿Está enamorado de su hija?
—Sí, señor inspector. El mes pasado vino para pedirnos su mano, sin embargo…
—Sin embargo, ¿qué?
—Pues, que Gregorio se opuso rotundamente. Dejó de ir a la oficina, rechazó el ascenso que le ofrecieron y nos dejó en ridículo y en la vil pobreza. Le rogué, le imploré que recapacitara, pero fue imposible y ahora, ahora ya ve.
—Bien señora, gracias por la información. Creo que mi ayudante y yo debemos retirarnos para hacer unas cuantas pesquisas. Volveremos cuando hayamos aclarado algo. Que tengan un buen día.
Al salir el inspector le preguntó a Gilbert si sospechaba de alguien.
—Creo, inspector, que el padre está descartado porque, a pesar de ser refunfuñón es un perro que ladra y no muerde. La madre no lo haría ni de broma. Tal vez, la señora Geneviéve, pero es demasiado baja para haber asestado el golpe con la daga. Gregorio es demasiado alto para ella, habría tenido que saltar para acuchillarlo y la herida parece hecha de arriba abajo. Tuvo que ser una persona más alta. Tal vez alguien como Grete.
—En efecto, querido Gilbert, tiene un móvil. Ella seguramente es consciente de su situación familiar, es posible que haya estado ensombrecida por su hermano toda la vida y, al cobrar un poco de protagonismo, se ha decepcionado por no poder relucir y ha tomado esa decisión. Por otro lado, el señor Gustav Gamier no mataría por su propia mano y de enviar a un asesino a sueldo, el crimen se habría perpetrado de otra forma.
—Es una lástima, inspector, Grete es joven, no es muy guapa, pero con un hombre como Gamier tendría todo lo que una mujer de su clase podría desear. Es triste que la gente se deje llevar por sus impulsos.
—Bueno, Gilbert, vamos a rearmar el caso poniendo todas las piezas en su sitio para que no tengamos que meter a esa joven en la cárcel.
—Sí, inspector. Por cierto, ¿ya sabe que se descubrieron los motivos del suicidio de Georg Bendermann?
—No, Gilbert, ¿qué ha pasado?
—Nada, inspector. Todo muy banal. Según Franz K, todo fue por la presión del padre.
—Vaya, Gilbert. Este mundo parece irreal. La gente tiene procesos absurdos, unos se convierten en escarabajos y otros se vuelven locos en laberintos esperando su juicio.
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