El peso de sentirse una carga

El peso de sentirse una carga

Laura Duarte

04/06/2025

En otro capítulo de «no sé pedir ayuda».

Mis frases más usadas en el día a día son: “yo puedo”, “no necesito ayuda”, “estoy bien, gracias”. Cuando a veces lo que en verdad quiero decir es “no puedo, necesito ayuda por favor”.

Lo peor de todo es que soy plenamente consciente de por que me pasa esto y se resume en 5 palabras: no quiero ser una carga. Si puedo solucionar algo, lo hago, algo mío o algo tuyo. Antes que traer un problema voy a romperme el alma para solucionártelo. No te preocupes, yo me encargo. Dejá, yo lo hago. Como si yo fuera Félix el reparador.

Es agotador, no solo porque tengo que arreglar mi vida sino porque, además, siempre me ofrezco a arreglar la vida de los demás. Como si eso ayudara en algo. Como si así fueran a quererme más. Todo porque tengo miedo —ay yo y mis miedos siempre— de que si se dan cuenta que necesito ayuda me vean como una carga y decidan deshacerse de mi.

Porque nadie quiere una carga. Nadie necesita un problema más que resolver.

En cambio yo voy por ahí coleccionando problemas ajenos como si no fuera suficiente ya con los míos. Sirvo, siempre sirvo. Me rompo el alma pero acá está, mira, lo solucioné. Quereme ahora por favor, soy servicial.

“Burden”, Brian Kershinsnik

No sé a qué viene todo esto de no saber pedir ayuda. Creo que de chica no quería causarle problemas a mi mamá porque ya teníamos bastantes. Y aunque ella nunca me lo decía, aprendí a no ser una carga. Una nena que sacaba buenas notas siempre, se portaba bien, era abanderada, iba durmiendo en el micro camino a la escuela porque era la primera en subir y tenía un largo viaje, se enfermaba poco y nada y aún enferma iba a la escuela, no faltaba a la colonia de verano e incluso iba a la de invierno. Porque mi mamá trabajaba todo el día para darme todo. No podía tener una carga más.

Creo que ahora de grande me pasa algo similar. Soy muy consciente de que todos lidian con sus propios problemas y no quiero sumarles más a la lista. Entonces trato de resolver todo. Resolver todo, siempre.

Pero ¿quién resuelve para mi?

Y en medio de todo ese esfuerzo por no molestar, por no incomodar, por no ser “demasiado”, me olvido de algo esencial: que también soy humana. Que también me canso, que también me duele, que también tengo derecho a derrumbarme un rato y a pedir que alguien —aunque sea una sola persona— me sostenga.

Tal vez algún día aprenda que no ser una carga no significa cargarlo todo sola. Que está bien no poder con todo. Que está bien necesitar. Que está bien decir “ayudame, por favor” sin sentir que eso me vuelve menos valiosa.

Y mientras tanto, voy aprendiendo de a poco. A soltar un poco el peso. A dejar que alguien más lo lleve conmigo. A entender que merezco amor, incluso cuando no estoy resolviendo nada. Que no necesito ganármelo. Que basta con ser.

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