El olor de la rabia

Una revista de Estudios Clásicos tengo en mis manos. De la Universidad Nacional de Cuyo, Facultad de Filosofía y Letras, Instituto de Lenguas y Literaturas Clásicas del año 85’. Estoy tranquila. O mejor dicho, lo estaba. Vengo sintiendo ese nefasto perfume ya dos veces, con esta la tercera. No me gusta. No me gusta para nada. Habiendo tantos, ¿por qué justo ese? Todo tiene su explicación.

Ese perfume me desagrada, porque se lo sentí a él luego de una cena con amigos. Vino empapado de ese olor repugnante. No era ni de hombre, ni de mujer. Solamente tenía ese aroma tan fuerte que solo de olerlo se me revuelven las tripas. Cuando le pregunté, me dijo que “su amigo” lo había abrazado y “se le quedó el perfume”. Es extraño. Nunca me pasó. Me empapo en perfume y jamás se les quedó mi olor a mis compañeras. Recuerdo haber pensado que fue una burla de sus amigas, pues todas están enteradas de que no me gustan para nada. Me dan asco ellas también. Me revuelven el estómago. Y él llegando a casa con un perfume que no es el suyo, también me revuelve el estómago.
La segunda vez lo reconocí al instante. Lo tenía una chica. Me acerqué a ella para olerla y le pregunté: ¿ese perfume es de mujer? “Es unisex” respondió.
Pensé y pensé. — Mostramelo — quería ver la caja. Era violeta. Es de mujer, supuse. Es rancio. Feo. Así no olería un hombre sino una mujer. No dije más nada. 
Tercera vez que lo huelo. Leyendo en una biblioteca una revista de Estudios Clásicos. Se acerca un chico, jovencito. Conocido. Me saludó pero no sentí el olor. Minutos después lo vuelvo a olfatear, pero a este no me da para decirle “vení que te quiero oler”. Se me revolvió el estómago y la mente. Demasiado diría. Dentro de mí veo cómo sube la rabia que equivale a litros de lava. Me arde, no me quema. Miro los libros y pienso, ¿lo habrá hecho en modo de burla? Me da vuelta la cabeza. Me estoy quedando enferma. Es mi culpa por quedarme, es su culpa por burlarse de quien duerme a su lado cada noche.