Todo empezó porque quería tener muchos amigos, reír, divertirnos y, quién diría, conocernos en algún momento. Al principio, todo era ideal, todo era perfecto.
Me atraían mucho las risas, cómo la gente se divertía, hacía memes y demás. Nada pasaba de una broma o una simple cargada a alguien. Un juego inocente, al parecer. Era como un bálsamo para mi alma solitaria, cruelmente solitaria. Sentir que se preocupaban por mí era lo máximo, al menos en la virtualidad.
Después, todos se empezaron a pelear y no sabía el porqué. Hasta que me echaron la culpa a mí. ¿Yo? ¿Por qué? Si yo no me burlaba de nadie, ¿por qué sería parte de una venganza? ¿Por qué dañarme? Si no tengo balas. Como nunca me metía con nadie, no le di importancia, confié en el buen juicio de aquellos niños.
Agregué a algunos de ellos como «amigos», pensando que lo eran, pero no… eran falsos amigos. Subí una foto de una fiesta, la fiesta de graduación de mi hermano, un hermoso recuerdo para presumir mi vestido. Soy consciente de que no tengo mucho busto, ni excelentes curvas, que mi peinado bajo pudo confundir sobre la longitud de mi pelo, que mis facciones son menos femeninas. Pero eso no justifica tomar el estado de alguien y burlarte, aun sabiendo que no es divertido, y difamar a diestra y siniestra. Si lo hubiera hecho yo, yo sería la mala, ¿verdad? «Es chiquito», «es un nene», y a mí ¿quién me repara? ¿Quién me abraza? ¿Quién me dirá «todo estará bien»? ¿Quién?
No podía creerlo, ¿por qué tanta maldad? ¿No eran mis amigos? ¿Por qué? Mi alma se marchito, sentía una sed de venganza insaciable. Utilizaron mi imagen para el odio, para burlarse de mi físico e inventar lo que quisieran. No tuvieron compasión… y yo tampoco.
No podía creer que fueran tan malos, tan porquerías, tan destrozadores… tan… placentero. Verlos suplicar que «no me denuncies», que «no haga nada», el terror que emanaba de sus teclados, su paranoia, eran mi sanación. Y de vez en cuando, todavía lo es.
Después de eso aprendí algo: o eres buena y te pisotean, o te demuestras cruel. Ellos se robaron mi felicidad, mi poca seguridad y un recuerdo. ¿Yo? Ahora me robo su felicidad, su paz, sus… almas.
No sé si podré recuperar esa bondad, la felicidad, la tranquilidad. De algo estoy segura: si caigo, ustedes vienen conmigo. Y asi arderemos juntos, en este juego, en esta «venganza».
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