Nadie habla de lo difícil que son las renuncias. Está semana ha sido particularmente dura. Los días han estado plagados de imprevistos y con un tinte nostálgico.
Hoy encontré una foto de mi hija, tenía un año y 11 días. Hace trece años no concebía la idea de ser mamá. Pero la vida irrumpió. La vi en ese retrato, en esa cuna, con sus ojos brillantes, con sus hoyuelos adornando su sonrisa, con sus pequeños dientes asomando y su ropa colorida.
Hoy que me encuentro concibiendo irónicamente una idea que se ha empezado a posar en mi cabeza; la renuncia a volver a ser mamá. Un anhelo que surgió, no sé cuándo, ni dónde… ni por qué.
Solo sé que de un tiempo para acá al ver un niño pequeño se me hace un nudo en la garganta, abrazar uno me enchina la piel y se me aguan los ojos. Ver a un hombre ejerciendo su paternidad me llena de esperanza y me pinta una sonrisa.
Pero, aunque en mí se despierte una extraña ternura, estoy segura de que no quiero tener que volverla a sostener con todo lo que implica sola.
No, yo no he renunciado a creer en el amor. Pero las dudas me asaltan: ¿Será que es imposible encontrar a alguien con quien construir nido ? ¿La gente ya solo se elige de manera efímera y maternar con pareja es una utopía ¿Debería empezar a buscar un método anticonceptivo permanente? ¿Y si encuentro con quien construir? Pero…¿Tendría la fortaleza de asumirlo sola si la relación no funciona? ¿O si el individuo a mitad de camino se marea? ¿Sería una buena mamá navegando una desilusión?
Respiro hondo a sabiendas de que este año la vida de nuevo irrumpe, forzándome a desacelerar el paso; para con más conciencia fijarme en mi actuar y confiar en mi sentir. Sin embargo, me invade también una extraña sensación que me dice que quizás debería darme un tiempo para pensarlo un poco más. Cuidar mi fuego y confiar en que todavía se puede coincidir con alguien y hacer calorcito de hogar.
OPINIONES Y COMENTARIOS