La Carta sin Destino

Nombre: Guadalupe Yatzil Salinas López

Fecha: 21/05/2025

Título del trabajo: La Carta

En esta carta escrita , decidí explorar una forma íntima y honesta de expresar mis emociones, utilizando la escritura como un puente entre lo que siento y lo que deseo que la otra persona perciba. A pesar de su sencillez, está cargado de sentimientos profundos que no siempre pueden decirse en voz alta. A través de la tinta, las arrugas del papel y hasta la forma en la que fue escrita, se puede notar claramente un estado emocional que no busca ser perfecto, sino real. Esta carta, aunque no tiene rima ni una estructura poética tradicional.

Está es una carta que no solo tiene la intención de comunicar, sino también de transmitir sentimientos a través de palabras cuidadosamente elegidas. Es como si el papel fuera testigo de mi vulnerabilidad, donde cada línea escrita con nerviosismo, cada posible lágrima caída sobre la hoja, cada arruga, formaran parte del mensaje. No se trata solo de lo que se dice, sino de cómo se siente al decirlo. Escribirlo fue un acto de desahogo, pero también de entrega. Esta carta no busca una respuesta, sino que desea ser leída con el corazón, como una forma de que el otro me sienta cercano, incluso en la distancia. Desde ahí se nace el ¨no es una historia que se cuenta, sino es una emoción que se comparte¨.

Una carta íntima y sin pretensiones formales, refleja una emoción profunda y vulnerable que se manifiesta a través de recursos literarios cuidadosamente utilizados para comunicar no solo lo que siento, sino cómo lo siento.

Te escribí una carta, porque siento que así estoy más cerca de ti, que no me lees sino que también me puedes sentir, notar mi nerviosismo en ese trazo ó mi tristeza en esa lágrima sobre el papel en cada arruga mi intensidad y en la hoja mi delicadez, así me sientes tal y como te escribí, en el sobre nuestros nombres cerquita como deberíamos estar.

En esta carta, el papel y la tinta dejan de ser simples soportes para convertirse en vehículos simbólicos de mi estado emocional. Porque al final, esta carta no es solo para alguien más. Es también para mí. Para reconocer lo que me habita y no callarlo más. Para poner en palabras lo que a veces pesa tanto que no se puede decir en voz alta. Escribí porque necesitaba vaciarme sin pedir permiso, porque a veces el alma duele en silencio y uno no quiere explicarlo, solo soltarlo. Esta carta fue mi forma de no romperme del todo. De sostenerme con palabras cuando el pecho se me llenaba de cosas que no cabían dentro.

Cada línea, cada trazo, cada espacio en blanco es un pedacito de lo que soy. No como me ven, no como me esperan, sino como realmente me siento cuando nadie está mirando. Es mi forma de hablar sin tener que levantar la voz. De llorar sin hacer ruido. De decir: “aquí estoy, con todo lo que soy, con todo lo que siento, sin esconderme”.

Y si hoy la comparto, no es para que alguien me devuelva una respuesta ni me aplauda. Es porque creo que escribir también puede ser un acto de valentía. Porque mostrar lo que se siente sin miedo al juicio es, para mí, una forma de sanar. Porque hay veces en las que no buscamos que alguien nos entienda, solo que alguien nos escuche sin interrumpir. Y esta carta es mi voz temblando, pero firme. Frágil, pero honesta.

No busco perfección ni aprobación. Solo busco verdad. Y esta es la mía. Una verdad que tiembla, que arde, que a veces llora, pero que también abraza. Una verdad escrita con tinta, con alma, con un poquito de esperanza y mucho de mí. Porque, aunque la carta no llegue a su destino, yo ya llegué a mí. Y con eso, basta.

En conclusión, esta carta se inscribe dentro del género lírico, específicamente en el subgénero de la epístola lírica, ya que no solo se dirige a una persona en particular, sino que también funciona como una expresión profunda y directa de mis emociones más íntimas. A pesar de carecer de rima o métrica, la esencia poética permanece en la fuerza con la que las emociones se manifiestan en cada palabra, en cada imagen construida desde el corazón.

Este tipo de escritura permite que el lenguaje se vuelva un espejo del alma, y que lo cotidiano como una hoja arrugada o un trazo tembloroso se convierta en símbolo, en metáfora viva de lo que sentimos. La carta, en este caso, dejó de ser solo un medio de comunicación y se transformó en un acto literario donde la emoción no se piensa, se vive. Un lugar donde el silencio también habla, y donde la tinta se vuelve voz.

Esto no fue escrito con intención de obtener una respuesta, sino como una manera de volver tangible lo intangible, de dar forma a lo que, a veces, no sabemos cómo decir. Al ubicarlo en el marco de la lírica, se reconoce su valor artístico no por su forma tradicional, sino por su capacidad de conmover, de mostrar la vulnerabilidad sin adornos, y de convertir lo personal en algo que puede resonar en otros.

Por eso, más allá de a quién va dirigida, esta carta se convierte en un espacio de liberación emocional y de creación literaria. Una forma de existir en las palabras. De gritar lo que no se dice en voz alta. De nombrar el amor, el vacío, la esperanza y el temblor. Y al hacerlo, también me nombro a mí. Porque escribir así, tan sinceramente, también es una forma de encontrarme.

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