Conversaciones absurdas

Conversaciones absurdas

Laura Duarte

26/05/2025

La curiosidad es una forma muy bella de amar.

Me encontré ahí

entre estrofas a medio cantar y pasteles mal cocidos.

Buscaba poco,

y lo poco que busqué siempre estuvo ahí.

Todo lo que sé del amor lo aprendí de ellas, de las tardes de baile y las noches de pintura. De repetir historias que ya habíamos contado mil veces. De la simpleza de las conversaciones absurdas.

En esa diminuta sala, con reggaeton de fondo y alguna que otra botella vacía de vodka. Me di cuenta de que, aun si todos nuestros sueños cumplieran, y el amor nunca nos fuera correspondido, aun si nuestra historia fuera una larga lista de fracasos, este espacio entre nacer y morir seguiría teniendo sentido.

Poco escribimos sobre la amistad. Sobre ese amor que viene lleno de paz, sobre ese atestiguar una vida sin querer cambiarla.

¿Cuántas historias de amor dejamos sin contar solo por qué no son románticas? ¿Cuántas almas gemelas he encontrado en las risas de mis amigas?

Caí en cuenta de que llevaba una vida buscando algo que solo podía ser encontrado entre conversaciones absurdas y confesiones incómodas. Contamos una y otra vez historias del pasado, nos reímos de ellas como si no las hubiésemos escuchado ya mil veces.

Entre toda esa sencillez de la cotidianidad nace la amistad, ese amor que se alza sobre las cenas románticas y la atracción física, ese amor que raya en lo familiar.

Ese amor que elegimos, todos los días. Los nihilistas nunca consideraron que quizás toda esta aventura absurda cobra sentido cuando aparece un amigo.

A veces la amistad regresa un poco la esperanza, la esperanza de que en esta vida no necesitamos alcanzar nada para merecer un amor genuino.

Quiero dejarme amar así, con esa libertad. La amistad nos ofrece la única certeza que puede ofrecernos otro ser humano, esa de acompañarnos en las incertidumbres de la vida y simplemente estar.

Es solo una más de todas las maneras en las que se transforma el amor para sanarnos.

Quizás, solo quizás, a eso hemos venido, a acompañar a un otro. Tal vez solo hemos venido aquí a acompañarnos entre nosotros, a mirarnos con compasión y aprender de lo distinto.

Quizás nuestras luchas deberían construirse desde la amistad, desde ese sentimiento de igualdad, desde ese sentimiento inexplicable de dejar ser un otro sin querer cambiarlo, sin querer pararse sobre él.

Me gusta pensar que la amistad es el refugio que construimos para sobrellevar este mundo cruel, un refugio libre de las violencias que nos atraviesan.

¿Cómo amas a tus amigos?

Yo hago preguntas. Atestiguo sus vidas con curiosidad.

Amo con curiosidad, como ama una niña que aún no termina de comprender el mundo, porque quizás eso soy.

Ayer descubrí que mi lenguaje del amor son las preguntas, la curiosidad. Me encanta preguntar cosas y nada me hace sentir tan querida como que alguien me mire intentando comprenderme.

La curiosidad es una forma muy bella de amar. Nos hacemos preguntas por qué nos amamos, porque intentamos comprendernos.

He venido aquí a acompañar, a acompañarme a mí y a un otro. Acompañarme a mí con la ligereza que acompaño a mis amigos, con la ternura con la que miro sus tropiezos y la admiración que les tengo por quienes son.

Acompañarme ahora, y quien alguna vez fui (hacer las paces con ellas es lo que más me ha costado).

De eso trata la vida, de amar y despedirse. De hacer amigos y decirles adiós para hacer espacio para otros más. De atesorar fotos y momentos. De seguir siempre amando con curiosidad.

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