Esto lo leí en algún lugar de la web.

“Un día Satanás y Jesús estaban conversando. Satanás acababa de venir justamente de nuestro mundo y lleno de gozo le dijo.

– ¡Sí, señor! El mundo está lleno de gente perdida. Les puse una trampa y estoy seguro de que no podrán resistir. ¡Los tendré a todos!!

-¿Qué vas a hacer cuando los atrapes a todos? -Le preguntó Jesús.

-¡Me voy a divertir! -Contestó Satanás y agregó. -Les enseñaré cómo casarse y divorciarse, cómo odiarse y abusar el uno del otro, cómo excederse bebiendo y fumando, cómo blasfemar. Les enseñaré a inventar armas y bombas para que se maten entre ellos. Les enseñaré a crear programas de televisión que corrompan a los jóvenes. Les instruiré a perder el tiempo en las redes sociales, para que no puedan pensar en ti. ¡Será muy divertido!

-¿Y qué harás con ellos cuando hayas terminado de instruirlos? -Preguntó Jesús.

-¡Los mataré! -Respondió orgullosamente.

-¿Cuánto quieres por ellos? -Preguntó Jesús.

-No, tú no quieres a esa gente. Ellos no son buenos. ¿Por qué los querrías si ellos te odian? ¡Te escupirán y te matarán!

-¿Cuánto? -Preguntó nuevamente Jesús.

-Todas tus lágrimas y toda tu sangre -Le respondió burlonamente.

¡HECHO!
-Dijo Jesús. -Entonces, Él pagó el precio”.

Pero acerca del diablo a mí me contaron otra cosa.

Dicen que un día llegó al infierno un corrupto y Satanás le preguntó.

-¿Por qué estás aquí?

-Porque me gusta el poder político y el dinero. -Le respondió lleno de orgullo.

Entonces el maligno lo llevó a un edificio público y lo instaló en una lujosa oficina rodeado con hasta tres cordones de seguridad y varias secretarias que se prestaban para todo, donde llegaban unos oscuros hombres con maletines llenos de dinero, para pagarle por el otorgamiento de la buena pro de una o varias obras a cargo del Gobierno Regional o por el suministro de bienes y servicios, y también por haber terciado en un conflicto social a favor de una millonaria empresa privada o de una transnacional minera que operaba en la región a su cargo. Al tiempo que se ocupaba de negarle directamente o por escrito a los trabajadores o a los ciudadanos que le solicitaban el cumplimiento de algún derecho laboral o la prestación de algún servicio público a su cargo.

La radiante felicidad del mandamás acabó cuando terminó su gestión, porque todos sus ayayeros y chupamedias lo traicionaron abiertamente armándole un escándalo sin precedentes en los medios masivos y las redes sociales hasta que la Contraloría intervino y cuando lo hizo, se destaparon todas sus fechorías que lo enredaron en un montón de juicios que acabaron con sus huesos en la cárcel y desde allí vio sufrir a sus familiares que tuvieron que pagar a los malditos del penal para que no lo violaran. Y poco a poco y a veces de sopetón debieron pagar a sus abogados y coimear con todo lo robado a los policías, los especialistas, los fiscales, los jueces y a todos los que andan metidos en las desgracias que acarrean los problemas judiciales.

Y a pesar de todos esos esfuerzos, ese ex presidente regional no logró ninguna sentencia favorable que lo sacara del penal, porque todas esas autoridades judiciales se cambiaban cada tres o seis meses y justo cuando los concertados debían sentenciar también los cambiaban. Y cuando ya no tenía ni un puto cobre para coimear a ninguno de los que tenían en sus manos su destino, lo condenaron a una larga pena. Y como tampoco tenía dinero para pagar su protección dentro de la cárcel, igual nomás lo violaron, solo para hacerle saber que con el “negro del wasap” no se juega. Y como también sus familiares ya no lo visitaban, porque creían que les estaba ocultando el dinero de sus “cutras”, hasta que un día por todos los males que acarrean estas desgracias, se murió en la cárcel y a falta de algún familiar que se haga cargo de su cadáver, la administración del la prisión, antes de que se pudriera adentro lo enterró en algún paraje sin dios y sin nombre, pero si en la ciudad hubiese existido una facultad de medicina lo habrían vendido a los estudiantes.

Cuando después de morirse tan malamente, resucita otra vez en el mismísimo infierno, porque allí nadie muere para siempre. Entonces otra vez el diablo le vuelve a preguntar. “¿Por qué estás aquí?” Y sin la menor duda le volvió a responder. “Porque me gusta el poder político y el dinero”. Y otra vez el maligno lo lleva a un edificio público y lo instala en la misma lujosa oficina con las mismas secretarias que se prestan para todo…. y la historia se repite. Y todo volvía a empezar de nuevo. “Eso es su cielo”. Comentó el diablo.

Entonces es cuando le toca atender a otro parroquiano y Satanás le pregunta.

-¿Por qué estás aquí? -Y si responde.

-Porque me gustan a rabiar las putas. -Entonces lo lleva a una inmensa y colorida avenida que no acaba nunca, llena de burdeles y de mujeres que en la vida terrenal fueron unas insaciables ninfómanas o prostitutas, y allí lo deja.

Cuando por fin alguien le preguntó.

-¿Por qué haces eso? -Lucifer le contestó.

-Porque ese es su castigo. Allí se estará cada vez más lujurioso y atrapado dentro de la bestia que lo habita, tratando de encontrar el máximo placer que no existe, y después de cada jornada se llenará de una enorme culpa y crueles remordimientos y a pesar de ello, volverá a las mismas andadas, porque el pecado es terco y el arrepentimiento es flojo.

Y continuó.

-Por ejemplo, a ese que cuando estaba en carne y hueso era un desalmado asesino serial le doy los más inteligentes planes para lograr su cometido. Si bien este no tiene el más mínimo remordimiento por lo que hace en este lugar, sin embargo, pasará toda la eternidad con el profundo miedo de ser atrapado, y como cuando estaba entre los hombres lo volveré a atrapar y matar arrebatándole el oscuro placer que le produce la muerte de sus víctimas. A ese ya lo he matado miles de veces y lo divertido es que aun cuando tiene un enorme miedo a la muerte, no se arrepiente, porque está convencido de que nunca ha hecho nada malo.

Y así en esa su condición y estado el diablo los deja ser a cada uno de los pecadores, sin darles la posibilidad de escapar de la tortura que les producen los “mea culpa” de sus perversiones y que en todo momento los agobia, y eso es aún peor por cuanto en el infierno los depravados placeres que ofrecen los pecados no se acaban nunca.

Cuentan que a los que les gusta el dinero y las riquezas los hunde en un gigantesco lago lleno de dinero, papeles de la propiedad de muchos edificios y de los certificados de sus acciones, valiosas joyas, piedras preciosas, monedas de oro, pero rodeados de un montón de ladrones y funcionarios de la oficina de los impuestos que están empeñados en robarles todo, y ante esa amenaza estos ricachones infernales acaban metidos en una profunda depresión de la que quieren salir, aunque sea muriéndose una vez más. Y cuando están a las puertas de su próximo final, Belcebú inunda ese lago con otra inmensa cantidad de riquezas y los codiciosos una vez más se llenan de esa inmensa felicidad que todos los hombres desean sentir, y por eso no quieren morirse ni en sueños. Pero enseguida dejan de disfrutarla, porque otra vez tienen miedo, mucho miedo de que los ladrones que los acechan les roben sus caudales o que se mueran sin poder llevarse nada de lo que tienen, y así andarán metidos en esa salvaje paranoia que no acaba nunca, porque, aun así, ese es su cielo.

Y así, el príncipe de las tinieblas tiene un lugar especial para que cada uno de los malogrados pecadores que llegan al infierno, sigan pecando una y otra vez y arrepintiéndose por lo que hacen todos sus infernales días.

Cuando le preguntaron, porqué dejaba que esos malnacidos sigan pecando, el diablo les respondió.

-Por la sencilla razón de que yo no los he creado y por eso no sé cómo funcionan. El de arriba los ha hecho, pero cuando algunos les salen mal, los desecha aquí como si este lugar fuera un basurero, para que encima yo supuestamente los atormente eternamente con toda clase de bestiales castigos. Pero como yo soy un Ángel Caído y no un vulgar verdugo, y porque muchos de los que llegan aquí no tienen la culpa de haber sido así allá donde nacieron, entonces como no puedo repararlos, ni reciclarlos, no me queda más remedio que admitir que así son ellos y por eso los dejo seguir haciendo lo que les encanta. Total, al menos para mí, son muy divertidos y lo son más aún cuando llenos de culpa me piden perdón por lo que hacen o piensan, pero como yo no los puedo perdonar por algo que de todas maneras van a hacerlo. Además, cuándo se ha visto un diablo compasivo. No hay, como tampoco existe un hombre libre de pecado.

Y agregó con aire victorioso.

-Además, mientras sean lo que son, el de arriba seguirá odiándolos y montando en cólera, más aún cuando ve que aquí siguen siendo lo que fueron en el lugar donde los dejaron, y mucho más todavía. ¡Y eso a mí me da mucho gusto, porque me hace poderoso!

Y cuando le preguntaron.

-Entonces, ¿quién debe repararlos? -Les respondió.

-Como el de arriba no quiere repararlos y yo no sé cómo, los únicos que pueden hacerlo son los mismos hombres, porque ellos entienden cómo es el mecanismo que los hace funcionar, porque están hechos de lo mismo. Y para eso cuentan con una poderosa herramienta que se llama amor, que es la maravillosa fuerza con que se expresa el cosmos, pero en medio de tanto aborrecimiento y odio que se tienen no pueden entender y entonces no les queda más remedio que desaparecer como especie. -Respondió y acotó. -No dicen que aman y que el amor lo puede todo. En eso tienen razón, porque el amor es la fuerza primordial que, desde el comienzo poco a poco y eternamente, viene ordenando el cosmos. En fin, todavía no entienden que el amor es el lenguaje fundamental con que se expresa el universo.

Y mientras se iba a asignarle su lugar a un pecador recién llegado, agregó.

-Por muy divertida que me parezca, esta labor nunca me ha gustado y si pudiera dar con los malditos que se imaginaron todo este disparate de premios celestiales y castigos infernales, para alentar o asustar a los pobres humanos mientras padecían en el mundo que les tocó vivir sus azarosos destinos que además nunca lo pidieron y sin saber exactamente cómo, deben escoger entre el bien que sugieren los ángeles que no se dejan ver y las deliciosas y a veces inevitables tentaciones que están por todas partes, yo mismo los pondría en mi triste lugar de pobre diablo. Y ya libre de esta repugnante labor, de repente me pongo a imaginar un mundo sin dioses ni demonios y por eso más allá del bien y del mal. Pero aquí y ahora, esa utopía nunca podrá existir, porque no existe más que esta desamorada humanidad.

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