Porque a veces, lo que más duele no es que se vayan… sino que no digan adiós.
El ghosting no solo borra a la otra persona. Borra también todo lo que llegaste a imaginar con ella.
¿Qué es el ghosting?
Es el arte de esfumarse como un ninja emocional. Un te quiero mucho el lunes y un bloqueado en WhatsApp el martes. Es cuando alguien desaparece sin dejar rastro, como si se le hubiera tragado la tierra… o Tinder. Es la versión moderna del no eres tú, soy yo, solo que sin el mínimo esfuerzo de decirlo en voz alta. Porque claro, ¿para qué comunicar si puedes simplemente evaporarte?
Una vez, un chico que me encantaba (de esos con los que te pasas horas hablando por WhatsApp, que te mandan canciones a las 3 de la mañana, que te hacen pensar que están escribiendo contigo el primer capítulo de una historia) desapareció. Así, sin más. Por la noche estábamos viendo una serie juntos, cada uno desde su ciudad (Barcelona y Madrid) y, al siguiente, bloqueada. En WhatsApp, Instagram, todo. Como si nunca hubiera pasado.
Semanas más tarde, me enteré de que se estaba pillando por mí y no se veía capaz de tener algo a distancia. Pero en ese momento, yo solo tenía preguntas sin responder, conversaciones interrumpidas y una sensación de algo sin cerrar que me persiguió durante semanas.
Ghosting: el nuevo no eres tú, soy yo sin decir nada.
En nuestros 20s, el ghosting se ha convertido casi en una epidemia emocional. Está en todas partes: después de una cita, antes de una, o incluso tras semanas hablando como si fuerais algo serio. Es el nuevo desaparezco porque no sé cómo gestionar mis emociones, pero con modo avion activado.
Otra experiencia emocionante con el ghosting (nótese el sarcasmo) fue cuando salí con un chico y, todo fue genial hasta que no lo invité a subir a mi casa. Ahí me dijo que ya nos veríamos otro día, pero algo me olío mal. Cuando llegó esa próxima cita… sorpresa: me canceló en el último momento y luego me dejó de seguir. Nunca más supe de él.
Y en cuanto chicos de otras ciudades, no solo he tenido una experiencia, de hecho, son los más propensos a hacer ghosting porque como no los vas a volver a ver, les da igual irse de tu vida.
Uno de los que más me marcó, fue el que me regaló citas de película, de esas que pensaba que ya no se hacían. Restaurantes bonitos, ir al cine y patinar en Navidad. Seguimos hablando durante semanas, hasta que un día, desapareció. Meses más tarde me enteré que había empezado a salir con otra. Me hizo ghosting gradual. El llamado soft ghosting, pero que duele igual o incluso más.
Y por último, quizá una de las más absurdas: un chico con el que hablé durante meses como si fuéramos pareja. Todo parecía perfecto, hasta que poco a poco dejó de contestar. Desapareció durante seis meses. Luego volvió como si nada hubiera pasado y… plot twist acabamos saliendo una temporada, pero eso ya es otra historia.
El ghosting duele porque te deja atrapada en un limbo emocional. No sabes si lo hiciste mal, si lo imaginaste todo, si fuiste demasiado intensa o demasiado poco. Y te acabas escribiendo a ti misma desde su silencio. Te haces las preguntas que debería haberte respondido él.
Mis reglas para sobrevivir al ghosting:
- No te escribas desde su silencio. No completes su ausencia con autocríticas injustas. No te pongas en el papel de culpable.
- Hazte dos playlists: una para llorar y otra para seguir adelante. Llora con Mafalda Cardenal, pero vístete con Britney Spears.
- No le des más poder del que merece. Si alguien no sabe decir adiós, no merece que le des espacio en tu cabeza.
- Escribe el mensaje que no vas a mandar. Y luego bórralo. Porque a veces solo necesitas decirlo para ti.
- Rodéate de gente que no desaparece. El amor de verdad está en los que se quedan.
- El problema no es tuyo. Si te hacen ghosting, son unos cobardes que no saben gestionar situaciones, así que no te machaques y que te quede claro que la cobardía de unos NUNCA será tú culpa.
Algunas desapariciones no hablan de ti, sino de lo que el otro no sabe gestionar.
El chico que desapareció porque se pilló por mí y no se atrevió. El que se fue porque no le invité a subir. El que tuvo una novia y no se atrevió a decírmelo. Todos tienen algo en común: eligieron el silencio en lugar de la honestidad.
Y a veces, eso es lo que más duele. No que se vayan. Sino que no te den la oportunidad de cerrar la historia.
Pero hoy, si algo he aprendido de todos esos finales sin final, es esto:
No necesito que nadie se quede para validarme. Me quedo yo. Me elijo yo. Y eso ya es suficiente.
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