El Perfume del Cordero

El Perfume del Cordero

Vidal

23/05/2025

Al olfatearle el cuello, frunció las cejas. Cenaron en silencio. Hicieron el amor y ella fingió dormir. Se levantó al baño. Su esposo, tendido con brazos abiertos: un crucifijo. Había sido un hombre honrado, y de encantadora ingenuidad, pero comprendió que él, cada mañana, al salir a trabajar, se desvanecía en un mundo de puertas cerradas. Tenía licencia para todo deseo. A ella la condenaba a vivir una mentira, una farsa: amor de uno. Tomó la navaja. Aunque nunca lo había mirado de frente, no le tembló la mano. Su cuello, delator.

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