Carpócrates

Carpócrates

Germayed

23/05/2025

Oh, sabio de Alejandría: ¿Acaso es necesario vivir la amarga experiencia corpórea para lograr la unidad con la fuente? Entonces: ¿Qué de verdad hay en las religiones de nuestro siglo? Debemos privarnos de los placeres mundanos para expiar a el alma de las inconsistencias de la materia?

El sabio calla, mira al discípulo, contesta: Privar al cuerpo de aquellos apetito primitivos encarcela la voluntad reprimiendo los deseos. La represión de tus pasiones te atan al mundo, al demiurgo, pues el objetivo del viaje terreno es agotar toda necesidad, toda pulsión para vivir, una veces sufriendo, otras gozando de las mieles del cuerpo. ¡Todo está permitido! Sin embargo, cuando tomas conciencia de las verdades supremas, tu espíritu se eleva. 

Al elevarte, ya no perteneces a la multitud, las fuerzas internas te llevan por los senderos de la comprensión. Al principio estás confundido porque crees que estás justificando la injusticia, sin embargo, sólo estás entrando en la luz, sabes que los mundos inferiores son polos de lucha entre lo que se conserva y se libera. Te estás liberando, tú ego se diluye, ya no eres parte del juego entre enemigos, entre caras de una misma moneda. 

No te has preguntado: ¿por qué la desdicha habita en el corazón humano, apenas comienza a posar conciencia sobre la vida? Has sido arrojado aquí, a esta brea purulenta, despojado de tu memoria en el penoso trayecto de superar el hedor pútrido de la materia. 

Vive el placer, nútrete de la carne, pues esa carne, permutada a través de la experiencia mundana, una vez consciente a través de la razón pura, ya no tiene lugar en planetas inferiores como este.

Carpócrates. el egipcio de habla griega. 

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