Blaze! Capítulo 117

Capítulo 117 – Reagruparse.

Claire apareció de
forma repentina

lejos del lugar donde había estado sufriendo, sin percatarse que
había sido transportada dada la rapidez con la que Blaze actuó,
notándolo recién cuando dejó de sufrir las quemaduras internas que
Baal le estaba causando con su influencia.

Se encontraba sola
y lejos de su reina, por lo cual comenzó a moverse de inmediato para
poder encontrarla lo más pronto posible.

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¿Qué fue lo que pasó
aquí? –preguntó Starmancer, llegando al lugar del enfrentamiento,
después de resguardar en altura a Camille para que no se mojara,
corriendo luego hacia donde sintió
se encontraban las imponentes presencias mágicas—. Creo que llegué
tarde…

Fuimos atacadas
por un gigante… –resumió Blaze, sin ánimo de entrar en
detalles, caminando con pasos acelerados.

Obviamente tuvo que
ver con la chiquita –apuntó Starmancer, mirando a Hänä con ojos
acusadores.

Tuve mi parte de culpa
–aclaró la muchacha—. Pero no como para que te des confianzas
conmigo.

Creo que ya entramos
en confianza si por tu “parcial culpa” todo el reino está
inundado. ¡Mira como quedó todo! –respondió el largo mago,
chapoteando en el agua para dar énfasis a sus palabras.

¡Hey, lo menos
productivo en este momento es que nos peleemos entre nosotros! –dijo
Blaze, atajando a Hänä antes de que se abalanzara sobre el mago de
cabello blanco.

Hänä y Starmancer
se quedaron viendo incrédulos a Blaze, no comprendiendo la mesura
que mostraba en ese momento.

¡¿Por
qué
mierda se me quedan mirando?! –exclamó Blaze, golpeando en las
cúspide de las cabezas de sus amigos al unísono, empujándolos para
que avanzaran.

Ya nos estabas
preocupando –dijeron sin ponerse de acuerdo Starmancer y Hänä,
sobándose las cabezas por el golpe recibido.

El grupo de amigos
avanzó entre las inundadas calles, deteniéndose ante el repentino
reclamo del mago larguirucho.

¿Dónde creen que
van? –preguntó Starmancer, alzando ambos hombros y
realizando una mueca de duda.

¿Al castillo?
–respondió Blaze, arqueando una ceja y elevando sus manos en señal
de llamarlo bobo.

¿Me preguntas o qué?
–respondió el hombre, imitando a la maga.

¿Qué es lo que te
pasa? –preguntó Hänä, metiéndose entremedio de Starmancer y
Blaze.

El hechicero apuntó
hacia su lado, pero ahí no había nada, solo agua sucia cubriendo el
lugar.

¿No se les olvida
algo? –consultó el mago, sin dejar de apuntar a su lado.

El agua tendrá que
desaparecer sola en algún momento, yo que tú no me preocupo de eso.
Además, el castillo tiene pisos sobre la tierra, no creo que estén
inundados –respondió Hänä, comenzando a caminar nuevamente.

¡Es Cami, CAMI!
–exclamó Starmancer, chapoteando en el piso con rabieta—. Son un
par de desconsideradas.

¿Pero puedes ir a
buscarla tú solo o acaso necesitas ayuda para cargarla? –preguntó
con liviana ironía Blaze, ganándose un palmetazo en la cabeza—.
¡Auch! ¿Y eso por qué?

Acompáñame, puede
darse la ocasión de que nos vuelvan a atacar y necesite ayuda de
alguien –dijo Starmancer con firmeza, agarrando a Blaze del brazo
izquierdo—. La niñata se puede ir si quiere, aunque ella debería
ser la que me acompañe, ya que es su culpa “en parte” que esté
todo así.

Las muchachas
callaron y el

grupo completo desvió su camino
en
completo silencio
,
alcanzando la ubicación de Camellie al cabo de unos minutos,
cargándola Starmancer en sus brazos, caminando todos en dirección
al castillo del rey Baal.

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Debe descansar, mi rey –dijo Bröck,
parado al lado del lecho del monarca—. Deje
el cuidado del reino en nuestras manos.

Te encomiendo reforzar los límites de mi
reino, aquí tienes un poco de mi poder ­–solicitó el rey Baal
a su maestro de tierra, intentado otorgarle parte de su poder, pero
estaba tan cansado que la cantidad de energía que le pudo entregar
fue mínima. Bröck mostró cierta gesticulación que podía
interpretarse como conmoción.

Cómo usted ordene, su majestad
–respondió Bröck, retirándose después de una reverencia,
dejándolo solo.

Los demás maestros esperaban a las
afueras de los aposentos del rey Baal, viendo como Bröck salía de
inmediato a levantar los muros más grandes que pudiera crear,
partiendo por la zona más cercana a la costa. Blaze y compañía
llegaron
a la entrada de la habitación, pero los maestros del rey Baal les
cortaron el paso.

Venimos a hablar con el rey –dijo la
maga de fuego, poniendo sus manos en su cintura, sacando pecho.

No creo que haga falta decir que está
descansado ­–dijo Jur a Blaze, para luego mirar con evidente
desprecio a Hänä, apuntándola con su índice derecho—. Todo
esto es tu culpa.

Hänä estaba cansada de que se le siguiese
recriminando, saliendo de escena con paso firme, golpeando con
intención a Starmancer al pasar a su lado. El mago no se molestó,
pero Camellie intentó lanzarle golpes, siendo atajada por su hombre.

Déjala, amor –susurró Starmancer, abrazando a
Camellie.

Hänä caminó sin rumbo por el gran castillo,
buscando alguna habitación para recostarse, llegando
pronto
la tarde. Caminó por horas, pero
muchas habitaciones parecían estar cerradas, comenzando a atardecer,
colándose los anaranjados rayos de sol por las ventanas con vista a
la calle. Al fin logró encontrar una habitación con la puerta
abierta, entrando en esta de inmediato, pero no estaba vacía,
encontrándose una doncella sentada sobre la parte baja de su cama.

¡Disculpa! –exclamó Hänä—. Pensé que
estaba vacía.

La doncella miró a Hänä con expresión de
extrema tristeza, volviéndose cada vez más lívida y transparente
mientras bajaba la luz del sol, desapareciendo completamente su
apariencia física
cuando el sol se
ocultó
, no así su presencia.

Sólo deseo desaparecer… –dijo la doncella a
Hänä, escuchándose unos sollozos sin fuente aparente, conmoviendo
a Hänä, quien cerró la puerta de la
habitación desde dentro para intercambiar
palabras con la intangible muchacha.

El ambiente interno del castillo se enrareció
como todas las noches, aunque de forma bastante más tenue que lo
habitual, debido al extremo cansancio del rey Baal, que a pesar de su
debilidad, cedió su exiguo poder para
intentar
conceder los deseos de sus
sirvientes. Blaze, Starmancer y Camellie fueron puestos los tres en
una misma habitación para que pudieran percnoctar.

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A la mañana siguiente, Hänä salió
de la habitación de la doncella, con rostro de trasnoche y los ojos
enrojecidos, brotando lágrimas de ellos, deslizándose por sus
mejillas.

Debo ir a trabajar… –dijo la doncella
del castillo, levantándose de su cama.

¡Ni se te ocurra! –exclamó Hänä,
cortándole el paso—. Nadie te sacará de aquí hoy, Dioveht.

Pero… –dijo la muchacha, que a pesar
de también haber trasnochado al
contarle
su historia a la hechicera de agua, quería cumplir con sus
obligaciones como sirvienta.

No –ordenó
Hänä, congelando la ventana de la pieza de Dioveht, para hacer lo
mismo con la puerta de la habitación después de cerrarla, gritando
al interior—. ¡Debes descansar!

Hänä se sentó en
el piso
junto a la
congelada puerta de la habitación de Dioveht, ocultando su cabeza
entre sus rodillas, comenzando nuevamente a llorar. Por su parte,
Blaze y compañía volvieron a los aposentos del rey, intentando
concretar una “audiencia” con él.

¿Ahora si estará disponible? –consultó
Blaze a Hi, el maestro que compartía su amor por las llamas.

Bröck llegó al castillo, sudoroso y
sucio, casi desvaneciéndose por el esfuerzo nocturno, siendo atajado
por Hi y Jur, mandando a Cástor y Pólux en búsqueda de alimento
s
y agua fresca
para nutrir a
su cansado amigo.

Ya cubrí la parte principal, lo que
queda frente a la costa, pero estoy exhausto, necesito más poder, su
poder –dijo Bröck, apuntando a sus compañeros, bebiendo con
vehemencia desde
una jarra de agua recién llegada, sentándose en el piso para comer
los alimentos que le trajeron—. ¡Rey Baal! Por favor redirija el
poder de sus maestros a
mí para continuar con su encomienda.

Pero si hacemos eso… –intervino
Ánemos mirando a sus amigos,
lanzando una tibia
brisa sobre su cansado amigo, para calmar su calentura y ayudarle a
secar su sudado cuerpo.

Todos los maestros del rey Baal se
quedaron mirando en silencio, preocupados por la petición de Bröck,
entrometiéndose Blaze en la conversación.

Podemos hacer un trato –dijo Blaze—.
Nosotros lo cuidamos y ustedes le ceden su poder al viejito
polvoriento.

¿Pero…? –preguntó Hi, temiendo
quedarse sin poderes frente a esos extraños, quedando incapaz de
proteger a su rey y a sí mismo—. ¿Qué es lo que deseas?

¡Lo mismo que estamos pidiendo desde
ayer, una audiencia! –exclamó Blaze, levantando sus brazos al
cielo y agarrándose la cabeza con ambas manos.

Hecho –respondió el rey Baal desde
su lecho—, pero no solo debes
protegerme, sino que también a todos en este castillo, ¿aceptas?

Blaze miró a Starmancer y a Camellie,
recibiendo respuestas positivas de sus amigos, asintiendo y aceptando
el trato con el rey.

¡Hecho! –exclamó Blaze, entrando con
confianza y sin permiso a los aposentos del rey.

Entren todos –ordenó el rey, invitando
a sus maestros, Starmancer y Camellie.

Nosotros somos cuatro, pero ella está
preñada, así que no puede luchar –dijo Blaze, mostrando sus
números, mirando a todos lados en búsqueda de Hänä, no viéndola
por ninguna parte—. Somos tres,
pero tengo una perdida… Para su calma les recomiendo dejen al más
capaz de ustedes con energía suficiente para luchar, así no creen
que los querremos atacar, y nos dispondremos en distintas locaciones
del reino para hacer guardia.

Me parece correcto –acotó Bröck—.
Por favor, rey Baal, no drene todo el poder de Jur.

Ánemos resopló visiblemente, con
expresión de ofensa, produciendo apagadas carcajadas en Cástor y
Pólux, lo que hizo que el rostro de Hi se iluminara, mostrando sus
blancos dientes con alegría.

El rey Baal tomó casi todo el poder
de sus maestros, dejándolos exhaustos, excepto a Jur, quien quedó
en su nivel energético base, entregándole la gran cantidad de poder
a Bröck, revitalizando sus cansadas carnes, saliendo nuevamente a
levantar murallas defensoras de roca en los límites del reino.

Descansen, mis maestros –ordenó Baal a
sus magos, bastante más repuesto de su gigantesco
esfuerzo, sentándose en la cama
para recibir a Blaze y compañía—. ¿De qué desean hablar?

Esperemos que sus maestros salgan –dijo
Blaze, encontrando resistencia en Hi al escuchar tales palabras.

¡¿Qué es lo que deseas hablar con
tanto secretismo?! –preguntó Hi con fortaleza, aunque no tenía
fuerza alguna para enfrentar a la muchacha.

No te preocupes, Hi, no es como que me
encuentre vulnerable –dijo el rey Baal, con un aura amenazantemente
oscura, como si en sus ojos se ocultara un hambriento depredador
dispuesto a atacar al menor
movimiento.

Esa es la actitud –expresó Blaze,
golpeando la palma de su mano izquierda con su puño derecho,
intentando demostrar que no había sido intimidada por la
demostración de poder de Baal—. Háganle caso a su rey, los
necesitamos repuestos lo más pronto posible, descansen.

Los cansados maestros salieron de los
aposentos del rey, incómodos con la situación, aunque confiando en
su rey y su poder, dirigiéndose a sus habitaciones para descansar.
Una vez Blaze sintió lejos a todos los hombres, se acercó al rey.

Ahora, hablemos… –dijo la hechicera,
mientras Starmancer y Camellie se quedaron cerca de la puerta,
vigilando que nadie se acercara a
interrumpir.

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Claire avanzaba
lo más rápido que podía, corriendo sin descanso, incluso sin
alimentarse, preguntando a Ondinas que flotaban en la humedad del
aire por la locación de su reina, sintiendo una extraña presencia
mágica cerca de ella, escondiéndose de inmediato, esperando y
mirando en todas direcciones, sin ver a nadie.

¿Qué
es lo que eres? –preguntó Knightless Armor a Claire, apareciendo
de la nada frente a ella, observándola como una cosa rara—. Aunque
no llego a entenderte, si que siento que tienes impregnado un poco de
su energía…

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