Lástima que en la Luna no haya pizzerías

Lástima que en la Luna no haya pizzerías

Eduardo Pacheco

18/05/2025

Víctor estaba preocupado, ya no había suficiente comida en el refrigerador, sabía que, tarde o temprano, el hambre ganaría y la muerte sería inevitable. Tenía antojo de una pizza, «lástima que en la Luna no haya pizzerías», se lamentó.

Víctor no recordaba nada. Hace ya dos semanas que había despertado con un gran golpe en la cabeza acompañado de un dolor inmenso en la espalda. Reconoció su nombre por el uniforme que llevaba puesto, pero, no sabía cómo había llegado ahí o qué había hecho. Sabía, además, que no era el único en la nave, pues se encontraba otro uniforme con el nombre de Sam. «Sam, suena como salami, lástima que en la Luna no haya pizzerías».

Lo único que reconocía como suyo, era aquella pinza para el cabello que se encontraba en su mesa de dormir. Sabía que era de su esposa, pero no recordaba ni su nombre, ni su cara; eso lo entristecía cada vez que la veía. La pinza era de color rojo, «rojo como el tomate, como la salsa de tomate, que lástima que en la Luna no haya pizzerías».

Víctor se puso el traje y salió de su estación, se sentó en una roca lunar y observó la tierra, se preguntaba qué habría sido de su vida, no podía extrañarla, pues no tenía recuerdos de ella, pero sí extrañaba las pizzas, «que lástima que en la Luna no haya pizzerías».

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