ANSIEDAD, VIEJA AMIGA (PARTE 1)

ANSIEDAD, VIEJA AMIGA (PARTE 1)

Mar Mioni

17/05/2025

Te extrañaba, pasa, siéntate ¿gustas un té?

Hacía meses que no sabía de ti ¿a quién has estado molestando ahora? ¿a quién has llevado al borde del abismo esta vez?

Admito que luces bien, te veo fuerte, hasta rejuvenecida, dicen por ahí que absorbes la energía vital de tus víctimas, que las exprimes hasta dejarlas sin aliento, que entras en sus mentes con la furia de un huracán, para desordenarles el pensamiento y avivar sus más profundos miedos, aquellos que a través de sonoros alaridos e imágenes distorsionadas les presentan sus historias más trágicas, esas que les roban el sueño y que incluso les hacen desear hasta la muerte. Dicen que de eso te alimentas, que te gusta sentarte en un rincón de la habitación para ver cómo esas pobres personas se golpean la cabeza, se truenan los dedos y se muerden las uñas pensando que lo peor está por llegar, dicen que entonces te acercas y absorbes su miedo a través de su aliento, que les haces un agujero en el corazón y les robas la paz. Dicen que eres sádica.

Charlemos pues, ¿a qué has venido? ¿en qué puedo servirte ahora, si ya te llevaste gran parte de mi vida? ¿hay algo más que crees que aún pueda darte? Si te he regalado noches enteras de insomnio, si te regalé mi juventud, mis mejores años, si te he regalado mi salud y mis proyectos y hoy, querida mía, ya no tengo nada más que darte, estoy sola como verás, al final ganaste, lograste sembrar tanto miedo en mí que desconfío de todo y de todos, vivo en esta cabaña enmohecida en medio de la nada, con esta mesa coja, con esa silla rota, con aquel jergón roído en el piso, con el pocillo oxidado donde te he servido té de lavanda para ver si te apaciguas, y con esta vela que está por extinguirse y que apenas ayuda a iluminar mis pensamientos, que hoy son pocos pero que están más claros desde que tú te has ido.

Hui hasta acá donde pensé que no podías encontrarme, pero veo que eres astuta. Te repito, no tengo nada más que darte, puedes irte.

“Te equivocas linda, me llevaré la vela”

“¿Y tú para qué quieres la vela, si ya apenas alumbra?”

“Me servirá para alumbrar mi camino en busca de otras víctimas, y para dejarte en penumbras otra vez, no sabes cómo añoro verte de nuevo confundida y dando tumbos en la oscuridad, buscando la puerta de salida sin lograrlo, sintiendo que te ahogas con tu propia saliva, es una escena hilarante, sabes que esos episodios me dan años de vida”

En mis ojos se asoman lágrimas que intento retener, porque no quiero que me vea débil, esa es su estrategia, ataca cuando estás tranquila, descuidada, sin defensas. La maldita lo hará de nuevo, ¿cuándo me dejará por fin en paz?

Pero en estos años he aprendido a prevenirme, ahora tengo estrategias para eludirla, estoy dispuesta a luchar un poco más. Llevo mis manos detrás de mi espalda mientras bajo la mirada en actitud resignada; deslizo discretamente la navaja que guardo siempre bajo mi manga, ella se acerca para tomar la vela que alumbra mis pensamientos.

El movimiento que realizo es tan veloz que me sorprendo a mí misma, es un movimiento impecable que lleva impresas verdaderas ganas de vivir, de luchar hasta el último aliento contra ella, la que me acompaña prácticamente desde la cuna y que se ha alimentado de mi como un parásito. Le corto el cuello, de la herida brota humo amarillento con olor putrefacto, brota llanto, brota un coro de gritos desesperados, se lleva la mano al cuello, ella también está sorprendida. Suelto el arma pensando que ese movimiento me eximirá de toda culpa, y por un momento hasta pienso en pedirle perdón por mi rudeza, acostumbrada como estoy a ser sumisa.

No hay tiempo, tomo la vela, pero al abrir la puerta una ráfaga de viento la apaga, ¡carajo! ya no hay tiempo de prenderla, debo salir y correr hacia la oscuridad, hace frío, corro y miro hacia atrás llena de miedo mientras tropiezo entre ramas y nieve, volteando repetidas veces para verificar que no venga tras de mí, pero no distingo nada; me siento frustrada, pese a todos mis esfuerzos, he vuelto a caer en la oscuridad, quiero creer que la vencí, pero no es así, ella nunca muere, solo transmuta, sé que nos volveremos a encontrar. Quiero llorar, miro hacia arriba, hay luna llena. De pronto alguien toca mi hombro, volteo y lanzo un grito.

(continuará)

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS