Es tan triste.
Me parece a mi que es tan triste el no poder sacar eso que sentimos y más aún cuando no hay comandas que entregar para pedir un plato de lágrimas o carcajadas. Me hace pensar que tal vez somos algo parecido a un cuarto. Llamalo tu: la sala, la cocina, tu recámara o el pasillo; la cuestión es que estamos completos con paredes, piso y techo, cubiertas de tapices, cuadros, alfombras y lámparas y todo esto invoca personalidad…
Pero, qué pasa con los que caminan entre ellos y dejan rastro de su olor, peso y ritmo? Para mi, son eso las emociones. Como el objeto adornado, no somos nosotros los que deciden quién pasa o cuanto tiempo se queda sino que únicamente construimos una atmósfera que invita al que esté más cerca a que se quede. El que es visitante, a veces verá la luz entrando a través de nuestras cortinas y pensará que descansará unos minutos y eso se llama calma, otro pasó de noche y nos vió como lo primero donde cubrirse de la lluvia, entró y como la tormenta borró la luz, no tuvo más remedio que acostarse a que pasara el ruido y tal vez lloró; este se llamó frustración,
Como muchos otros, vendrán y mirarán dentro de qué les sirve la posición del sofá o el calor de la chimenea y tendrán muchos nombres… También habrá otros que notarán la presencia del anterior, que los llevó a acomodarse distinto. A veces, uno que otro se llevó alguno de los cuadros o rompió alguna bombilla; así, no notaron que nuestras tablas crujieron y fueron nuestra voz que reclamaba.
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