Dionisio era el favorito de los hijos de Zeus, pero era tan mimado y adorado que terminó volviendose un egocentrista. Era sobre todo cercano a sus primos, Zagreo (hijo de Hades) y Agenor (hijo de Poseidón).
Dionisio siempre había sido el «alma de la fiesta», él presidía reuniones entre los jovenes, y se la pasaban bien todo el día y toda la noche, con música, baile, bromas, comida y bebida.Pero llegó un periodo en que las fiestas de Dionisio comenzaron a volverse mas salvajes.
De pronto un lenguaje más vulgar abundaba en ellas, los bailes no tenían control, la música era estridente y solo encendía los sentidos, la comida era devorada masticando con la boa abierta y la bebida se derrama en el cuerpo y en tragos largos, degustando copas enteras por persona. Pronto sobrepasaron los limites y llegaron incluso a la desnudez y a los actos lascivos. Esto se debía a que Dionisio, que siempre había sido obediente a su padre Zeus, un día se enteró de las aventuras que él había tenido con mujeres entre las humanas, y la decepción de conocer que a quien había estimado como «el mas virtuoso y honrado de los dioses» caía tan bajo y tan a menudo fue algo que golpeó su corazón y su conciencia con una confusión tremenda.
Ciertamente, de haberlo alcanzado alguien que con amor y sabiduría le ayudara a aclarar las cosas y comprender que el ser humano siempre debe luchar por mantenerse en la virtud, tal vez habría comprendido… pero no fue así, pues fue tal su confusión que huyó lejos de la compañía, que llegó a un bosque oscuro en donde a su encuentro salió un ser con forma humana, pero con cabeza, patas y astas de cabra. Éste se presentó como «Pan», y le ofreció un vino extraño que el muchaco nunca había probado. Él bebió y se desahogó con él, y Pan rió y le dijo:
– Pues si tu padre puede hacer lo que se le pega la gana, ¿por qué no tú? ¡La vida es tuya y sus placeres también!
Y así fue que sembró esa desviación en su corazón, y Dionisio comenzó a volver sus fiestas en verdaderos pandemonios sin control.
Su primo Zagreo, el único hijo varón de Hades, llegó una noche atraído por el escándalo de los gritos de locura y diversión, y encontró la escena con sorpresa y espanto.
– ¡Ven, primo! Saborea las delicias del mundo con nosotros – le dijo Dionisio, pero Zagreo no sintió gusto sino espanto de ver semejante escena, donde incluso sangre se bebía en las copas cuando el vino se vaciaba, y tenían capturada a gente que estaba ahí contra su voluntad. Guardó silencio un tiempo sobre esto, pero finalmente un día lo confesó a su primo Agenor:
– Dionisio ha perdido el control
Agenor, siendo hijo de Poseidón, era alguien calmo y bravo a la vez, como las aguas y olas del mar, y no perdió la calma cuando Zagreo le contó esto, pero también muy confiado creyó que tal vez había tenido sólo una mala pesadilla tras visitar a su padre en el inframundo, así que dijo:
– No temas, primo. Dionisio es buen muchacho, iré a visitarlo y te aseguro que no estará tan mal como dices.
Pero cuando Agenor llegó a la cueva donde Dionisio hacía sus fiestas secretas, encontró tal cual la escena que Zagreo había descrito, y horrorizado y escandalizado casi llama la atención de su primo, pero se dijo entonces a sí mismo:
– Las palabras pocas veces son escuchadas… Dionisio, hijo de los cielos, se ha hundido en lo más bajo de la tierra, pues serán ahora las aguas las que harán el intento de hacerlo recapacitar.
Fue así que, con el poder que tenía como legado e su padre, Agenor reunió las aguas que había en los riachuelos a las afueras de la cueva, y con ellas armó una gran esfera que hizo entrar flotando al interior del antro donde se armaba el banquete caníbal y nuseabundo de los que habían seguido al hijo de Zeus en su fiesta en las tinieblas. Al ver la esfera en el aire, Dionisio se espantó, pues la forma redonda le recordaba al planeta que su padre cuidaba, y temió que fuese Zeus quien lo había encontrado para castigarlo. Todos perdieron el control, pero nadie pudo huir cuando Agenor soltó la esfera sobre la pista de baile y todo se arruinó en la más feroz induncación ue podría haber al interior de un «salón de fiestas». Incluso un montón de espuma surgió y todos quedaron «limpios» en el cuerpo (en el alma, era otro asunto… ), la comida perdida entre las aguas, la bebida arruinada en el jabón y las cosas todas revueltas y empapadas.
Por supuesto, nadie murió, pues Agenor tenía buen corazón y sabía de la paciencia para lidiar con los culpables, y solamente rió una vez que hizo su jugada. Dionisio lo miró y lo reconoció, y furioso le gritó:
– ¡Primo, salvaje! ¡Has arruinado nuestra fiesta! ¡Le echaste agua a nuestra pista!
– ¿Salvaje, me dices a mi? ¡Agradece a los Cielos que no ha sido tu padre quien te encontró, primo mío!
– Mi padre ha hecho cosas así tantas veces que me fueron ocultadas…
– ¿Y así eres justificado tú para hacer lo mismo? Has convertido sus errores en los tuyos en lugar de ocuparte en ser mejor que ellos, distrayéndote en esto para evadir tu responsabilidad. Ahora responde: ¿Vas a venir a hablar conmigo y explicarme por qué rayos estás haciendo esto, o invoco a los rayos de Zeus para que sean los que hablen?
Dionisio se sintió aterrado y dijo:
-Voy contigo, voy contigo… de todos modos, ya nos echaste agua a la fiesta.
Fue ese día que se inventó el término «Aguafiestas».
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