“Solo quiero que me escuches
como me arrepiento, de haberte hecho sufrir…”
El reloj avanzaba sin detener el peculiar sonido del “Tic-Tac” que retumbaba, rompiendo el silencio de aquella noche, tu sentada admiras algunas fotos que te hacen llorar y gritar al cielo pidiendo un ¿Por qué?
La noche estaba fría, los recuerdos en mi cabeza de aquel día se repetían una y otra vez, como el flash de una cámara que con su deslumbrante luz me hace sentir no ser el mismo, aquel día, en donde el destino separo mi cuerpo de mi alma, tan frío el momento, muchas veces me pregunto ¿Quién era yo en ese entonces?
Tal vez solo por esa ocasión no debí haberte ignorado y mucho menos haberte gritado, ahora solo sé que fui un cobarde, aquella tarde marco mi destino y rompió por completo mi existencia.
Porque, tú no eres la misma de ese entonces y mucho menos la de antes, ya no sonríes, no pido que me perdones, sé que hice mal al huir de mi destino, el cual era junto al tuyo.
Es difícil ser madre, en especial si yo te deje aquella tarde de verano, no fue lo justo para ti y mucho menos para Rodrigo, quien muchas veces por preguntar “¿Quién era su padre?” Termina siendo ignorado o engañado.
Hoy como cada noche me arrepiento de no ser el padre que debí ser para mi hijo, me arrepiento de haber tratado de huir de mi destino, me arrepiento de ser tan idiota y sobre todo me arrepiento de no hacer cumplido esa promesa.
Que daría yo por volver a tocar tu faz una vez más, decirte que te amo una y otra vez, pero eso ya es imposible. Recuerdo muy bien la vez que nos besamos y te dije que quería estar contigo para toda la vida y si era posible después de la muerte.
Cada noche, como esta cuando las nubes tapan la luna en su majestuosidad o cuando o el cielo nocturno más estrellado nunca antes visto, noches como esas son en las que te veo sufrir y llorar por un hombre que nunca te valoro, al menos no cuando mi alma se aferraba a mi cuerpo, noches como estas son las que me arrepiento de haber sido tan idiota.
Aquella tarde el sol ya ocultándose, apareciste con el fabuloso milagro que Dios pudo enviar, note muy bien tu faz y tus hermosos ojos verdes mientras llorabas sobre mi pecho y yo preguntándote que tenías. En eso una voz toco en mi pecho repitiendo cientos de veces.
-Vamos a ser padres -Dijiste tu llorando-Vamos a ser padres amor.
-No, eso es imposible, tú y yo somos muy jóvenes -Dije mientras subía a mi auto- deberías aclarar esto con un médico.
Tú me suplicaste una y otra vez que no te dejara, que no te abandonara, y repetías mi promesa de amarte por siempre, recuerdo cómo llorabas y suplicabas cada vez más fuerte, arranque el auto, dejándote desamparada en la arena cálida, huy como un cobarde, la noche más oscura fue la que te vengo, de mi repentina desaparición.
Porque mientras tú llorabas, algo sumamente extraño ocurrió, no recuerdo muy exactamente los detalles, pero si recuerdo la sensación, era como si me encontrara en el más frio lugar de todo este mundo, los cursos del tiempo avanzaron y al enterarse de todo rompiste en llanto, por el idiota más grande que pudo haber existido en este universo.
Comencé a creer que esto era un juego, al ver como mi cuerpo se desangraba, pero poco a poco comprendí que este era mi castigo contigo, por haberte abandonado, ahora solo deambulo por el mundo pensando y llorando por ti, aún recuerdo lo que hice, pero tu podrás perdonarme o ya lo habrás hecho, si solo pudieras escucharme, una vez más, perdí ante la realidad y sobre todo te perdí a ti, hoy te pido que no vuelvas a llorar por este pobre diablo e idiota como yo que habita en este mundo y deambula vigilante.
Muchas veces perdías la paciencia, ante las ideas del mundo, cada día luchas con el sudor y lágrimas, para lograr sacar a nuestro hijo a delante, humillándote y disculpándose ante las más grandes serpientes, quienes no te dejan ser feliz, quienes se entrometen en tu camino y no te dejan avanzar, esos quienes se vuelven rocas en tu caminar, porque no dejarte continuar, que acaso desconocen lo mucho que has sufrido ya por mi culpa.
El mundo es cruel, y me incluyo, no soportan ayudarte y con lo mucho que tú te esfuerzas.
Antes, contaba como yo no recordaba absolutamente, cómo fue ese accidente que marcó mi vida y después la tuya progresivamente.
Yo discutía conmigo mismo en mi mente peleaba por decidir lo correcto, ya era de noche y manejar al menos sin una luz no era buena idea, yo muy testarudo por no parar a revisar los faros continúe acelerando creyendo que nada me pasaría, pero entonces el destino jugó su última carta conmigo y la última luz que vi en este mundo fue la de los faroles de un gran monstruo, que al no verme me destrozó por completo.
Una diminuta luz se acercó a mí esa noche como el único caminante y con una lámpara en la mano me pidió seguirlo, pero al voltear, vi mi cuerpo esparcido ya en la carretera y por más que no entendía un ¿por qué?.
Las horas pasaron y yo me quede en shock, la luz de aquel alfarero desapareció en el momento que trate de seguirlo.
“Quienes somos para juzgar al destino” me decía mi madre cuando aún estaba viva, que en su último aliento eso exhalo y diciendo a Dios “perdón por todo”, ella sucumbió.
No sé a qué vino ese comentario, pero sé que después de todo lo que me paso supe entenderlo, y hoy ya puedo decirle a mi querida madre “Quienes somos para juzgar el destino, y tratar de engañarlo”, porque trate de burlar el destino que el reloj de arena me tenía preparado.
Ya en un rincón de tu casa sentado miro como conversas, sonríes y muestras afecto a lo único que quedo de mí en este mundo, y que transformado en amor puede llamarte “Mamá”.
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