El desgarro interior
Me estoy rompiendo sin darme cuenta, porque me acuesto contigo en la cabeza y me levanto contigo, aunque sin tu presencia. Y aun así, no entiendo por qué sigo luchando, forzando algo que ya no tiene sentido. Tú ya seguiste tu vida sin mí, mientras yo me rehúso a hacerlo. Al final, me has robado la paz.
Me creí el cuento que me vendiste. Estoy muriendo rápido, y a veces parece mejor que ser devorada por la decepción. Las expectativas se han ido y, sin embargo, en medio de la soledad he renacido, porque la naturaleza no está para esperar a nadie; al fin y al cabo, solo soy un animal más, luchando por sobrevivir y no desaparecer.
Me paralizó el miedo a perderte, pero finalmente comprendí que no te perdí: te alejaste. Fuiste tú quien me perdió por no valorarme como persona.
La mentira descubierta
En realidad, nunca te tuve. Todo fue una mentira. Me enamoré tan fácil que me asusta recordarlo. Y, hablando claro, ya ni recuerdo aquellas vías ni aquellos lugares donde solíamos frecuentar. Lo único que permanece es aquel presentimiento que tuve cuando te vi y que ignoré como no debí.
Yo no debí dejarte entrar en mi vida para que la destruyeras tan cínicamente como lo hiciste. Mientras yo escribía el guion, tú diseñabas los efectos especiales. Tuviste mi corazón y mi vida en tus manos, e hiciste con ellos lo que quisiste. Me prometiste el universo y yo lo creí. Hoy lo recuerdo y me siento tan tonta.
El vacío y la aceptación
Ha pasado tanto tiempo que, seguramente, ni me recuerdas. No sé qué sabes de mí o si paso un momento por tu cabeza, así como tú aún pasas por la mía.
No obstante, ya no te guardo rencor ni tampoco amor: no queda absolutamente nada. Mientras tú estás al otro lado del mundo, yo sigo aquí escribiendo estas líneas y, aunque sé que nunca las vas a leer, no me importa. Al menos puedo desahogarme una vez más.
«A veces escribir no es para ser leído, sino para liberar lo que pesa en el alma.»
OPINIONES Y COMENTARIOS