LA RENUNCIA
Cerré los ojos y con un gran suspiro dije:
__ ¡BASTA!
Sí, es una gran idea. ¡Renuncio!
Renuncio a ser hija.
Madre ausente; aunque presente ahora anciana y senil.
Renuncio a ser la hermana mayor.
Ellas, mis hermanas, cada una tan particular, únicas, con sus diversos temperamentos y sus características.
Y yo, siempre la que pregunta:
__ ¿Chicas cuando nos vemos?
Cada una en su propia supervivencia…pero si se muere una te duele la vida entera.
Renuncio hacer esposa.
Este contrato vitalicio que, a medida que pasa el tiempo, se pone más oscuro y deteriorado.
Hogar, dulce hogar, que con el transcurso de los años se vuelve agrio.
Más silencios que risas. Cada vez más helado.
Más resignación y rutina que vida.
Renuncio a ser la reina de la casa. Abdico a mi trono. Suelto el control.
Que la comida, que los chicos, las finanzas, que el colegio, médico, actividades extracurriculares, la ropa, la limpieza, el perro.
El alquiler, las compras, las tareas…podríamos seguir hasta el infinito y más allá.
Renuncio a ser madre.
Madre eran las de antes, no obedecías… ¡castigo y a dormir!
Ahora, no.
Los adolescentes y sus celulares, sus rabietas, desorden, quejas, mal humor.
Por Dios que desgaste mental y emocional.
Renuncio a mis papeles asignados.
Renuncio a lo que se espera de mí.
RE-NUN-CIO
Pero…
¿Qué hubiera pasado si mi madre, ahora una anciana senil, hubiera renunciado a mí?
Pero no lo hizo, aunque tuvo una infancia difícil.
Puede ser que no estuvo tanto como desearía, pero su comida, la más rica del mundo.
Y nos cosía los vestidos.
Y siempre había torta o buñuelos de manzana.
Agradezco a Dios por tu vida. No puedo renunciar a amarte.
¿Qué hubiera pasado si fuera hija única?
Sin peleas, sin compartir, sin favoritismo.
Pero qué lindo los juegos compartidos, las peleas, las risas. Los veranos.
No cambiaría nada de eso.
Agradezco a Dios por sus vidas. No puedo renunciar a amarlas.
¿Qué hubiera pasado si él no me hubiera mirado esa noche?
Si nunca me hubiera besado…
No puedo olvidar como latía mi corazón cuando le dije sí.
Todos estos años, no siempre fueron fáciles, o lindos o felices.
Pero hubo cosas buenas: nuestras hijas y nietos. Vacaciones. Amor.
Quizás ahora, porque ya no somos aquellos jóvenes, la pasión le dio paso a la amistad, y la ternura. Quizás los silencios son porque ya no hay necesidad de palabras.
Es un gran hombre.
Le doy gracias a Dios por su vida. No puedo renunciar a amarlo.
¿Qué hubiera pasado si por esos caprichos del destino, no hubieran nacido?
No quiero ni pensarlo.
No me imagino una vida sin ellas.
Nunca se me cruzaría por la cabeza eso.
Son lo más hermoso que me paso.
Le doy gracias a Dios por sus vidas. No puedo renunciar a amarlas.
Qué vida aburrida hubiera sido la mía sin los trajines de cada día, los desafíos cotidianos.
De cada persona en mi vida eh aprendido, cada cosa que ha pasado fue un proceso.
Le doy gracias a Dios por la vida. No voy a renunciar a ella.
En la vida tendremos aflicciones, pérdidas, fracasos.
Pero no por eso tenemos que RENUNCIAR.
Respiremos hondo, agradezcamos y sigamos adelante que a pesar de todo “la vita è bella”.

OPINIONES Y COMENTARIOS