Pequeña duendecilla

En un pueblo pequeño rodeado de cerros verdes y estrellas en las noches, vivía alejado un hombre solitario, entristecido por la vida, gruñón por la oscuridad.

Cierta noche de invierno salió por un poco de leña que logrará calentarlo, al bajar la mirada encontró una tierna sonrisa dibujada en la nieve. De pronto, su interior se estremeció, la sonrisa en la fría nieve calentó su corazón más que cualquier leña en la lumbre. El vibrar en el corazón impulso la sonrisa del solitario gruñón, la cual no se pudo quitar, está sonrisa lo acompaño aquella fría noche. 

Al notar que el humano no se encontraba, salió de su escondite la causante del dibujo y de la alegría dentro del solitario gruñon. Una duendecilla de cabello negro azabache, pequeña y risueña, casi como tocar el cielo era verla a los ojos. Sin lograr comprender lo mucho que había hecho en aquel viejo ermitaño con tan solo un dibujo, se propuso acompañarlo a lo lejos, quería asegurarse que la alegría que le generó lo acompañará hasta el final de sus días.