Capítulo 1:

– ¡Muy Buenas noches, audiencia cibernética! Bienvenidos al “Gore show”.

Donde nada se escapa al ojo de la cámara ni al filo del micrófono.

Este streaming comenzara hoy, y los jugadores empezaran a sobrevivir desde el primer segundo, acá, en nuestra plataforma de supervivencia.

Como publicamos en nuestras redes, participaran doce personas, y vos los vas a poder ver las 24 horas por streaming.

-gracias globalización, por tanto- pensó el presentador, un tipo con el pelo rojizo peinado en un slick back, lentes oscuros, saco blanco con moño negro, pantalón de vestir negro y zapatos en punta con cuero de serpiente.

Este año queremos agradecer a la comunidad mundial por el apoyo en este proyecto y por la confianza. Gracias a todos los que transfirieron dinero para que este proyecto se haga realidad.

Estoy viendo que, en este momento, hay aproximadamente 5 millones de personas conectadas. Asi que, sin más preámbulos, vamos a presentar la modalidad del juego.

El último en quedar de pie se llevará el premio más valioso de todos: su vida.

Recuerden que los participantes no son precisamente inocentes. Son personas que eligieron vivir al margen de la ley, de la moral y del sistema. Algunos los llamarían escoria. Nosotros les damos otra oportunidad: sobrevivir.

Todos ellos están dentro enfrentando una pizca de justicia. La suya. Y la de esta modalidad de juego.

La plataforma fue construida en pleno bosque amazónico. Nada de leyes. Nada de controles. Nadie los va a oír gritar.

En este momento, todos están dormidos bajo efectos químicos. A medida que despierten, ya estarán en modo supervivencia.

La plataforma es amplia, pero con límites. Paredes de tres metros rodean el perímetro.

Cámaras y micrófonos en cada rincón. No se nos escapa nada.

Bienvenidos al horror de los chicos y chicas malas.

Bienvenidos a la justicia… fuera de la justicia.

Bienvenidos a un show donde habrá muertes, estrategias y traiciones.

Bienvenidos al Gore Show.

Mi querida audiencia cibernética…

¡Allá vamos!

Capítulo 2:

-Hola Carlos, buen día, ¿recibiste mi mail?, -preguntó Alejandro al celular. Era adulto joven, treinta y cinco años, de pelo rojizo, empresario, con mucho más que dinero: tenía poder.

-Qué difícil es contactarme con vos, últimamente- agrego, con tono entre reproche y sonrisa.

– ¿Qué haces Alejandro?, sí, lo recibí. Interesante la idea de entregarte a algunos hijos de puta. Sabes que dentro de unos años estos tipos van a estar afuera por buen comportamiento. Vos sabes cómo es la justicia acá: yo los encierro y otro le pone la tobillera- respondió Carlos del otro lado de la línea, con tono relajado-. Y con diez millones de dólares, hermano… me jubilo. Ya está. A esta altura, merezco disfrutar la vida.

Carlos era un juez de 50 años. Bajo, fumador empedernido, una persona con elegancia. Encargado de causas federales. Un personaje que había aplicado la ley a muchos, pero también la había usado como escudo para salvar más de un culo ilustre de la política.

-Te voy a mandar por el mismo mail los datos algunos personajes. Están encerrados, nadie va a notar si desaparecen de su celda- continuo el juez, mientras exhalaba el humo de un cigarro que no apagaba desde hacía una hora-. Eso sí, ese favor no está incluido en lo que me ofreciste. Vos sabes cómo funciona esto.

-Si, está bien. ¿Cuál es el precio?

-Cincuenta mil dólares por cabeza. Me estoy cogiendo a una secretaria, una pendeja divina. Rubiecita, culito parado, buenas tetas. La quiero llevar a un crucero, regalarle un departamento, un autito… un premio. Algo simbólico, ¿viste?

-Si, me imagino. No hace falta que me digas más. Cuando me lleguen los datos te mando la plata. Hacé lo que quieras. Del crucero deja que me encargo yo- respondió Alejandro, con voz suave, como quien termina de cerrar un negocio.

Paso un mes. Octubre en Buenos Aires. Primavera avanzada. Días más cálidos, ideales para que los cruceros comenzaran a llegar al puerto.

Carlos y su joven secretaria ya estaban listos para embarcar. Habían hecho el check-in, entregado el equipaje, y pasado todos los controles de seguridad.

Ya a bordo, fueron directo al bar. Ella pidió un mojito. El, un manhattan.

Charlaron. Rieron. Después subieron a la habitación. Una vez adentro, el juez se acercó a ella, la besó con torpeza. La giró contra la pared y le susurro al oído:

-Tenés que pagar este viaje, putita- mientras metía la mano entre sus piernas y desabrochaba su pantalón.

Cuando se bajó el pantalón, la puerta de la habitación se abrió de golpe, no solo entró el viento del pasillo. También entro la muerte disfrazada de tripulante.

Al darse vuelta, vio a tres hombres con pasamontañas, vestidos como tripulantes del crucero. Uno se abalanzó sobre la joven e inmovilizó su cuerpo con una llave certera. El juez alcanzó a tirar un manotazo al aire, pero no llegó a tocar a nadie.

– ¿Qué hacen acá? – gritó desesperado.

El cuerpo del juez se tensó al escuchar los jadeos ahogados de la secretaria. Y luego… oscuridad. Un golpe seco en la sien lo dejó inconsciente.

El tercer hombre se quitó el pasa montañas. Era Alejandro.

-Para vos también tiene que existir la justicia- escupió el cuerpo del juez sin cambiar de expresión.

-Prepárenlo. Y dejen el bolso con los Once millones de dólares cerca.

Carlos le había mandado veinte nombres. Veinte vidas por un millón de dólares. Más los diez que Alejandro ya había prometido por el “favor”. Un buen negocio.

Para uno…

Una condena eterna para los otros.

Capítulo 3:

Una habitación se tiñó de rojo cuando se ilumino con la luz intermitente de las sirenas instaladas en el techo. El ulular era ensordecedor.

Un hombre, aún bajo los efectos de los somníferos, empezó a abrir los ojos lentamente. Al principio, veía borroso.

Se frotó la cara. Quiso levantarse de una base de cemento, pero se cayó al suelo. Su boca empezó a sangrar por el golpe. Se limpió con la mano derecha, vio la sangre reflejarse con la luz roja… y volvió a dormirse.

De pie, al costado de la base, había otro hombre. Un tipo de unos 180 kilos, descalzo, con pantalones cortos estilo baloncesto y una remera corta que no alcanzaba a cubrirle la panza.

Transpiraba. Observaba con atención al que dormía.

Le llamó la atención la cantidad de tatuajes y cicatrices que tenía ese cuerpo flaco y largo. Llevaba un pantalón de color verde y borcegos.

El obeso miró hacia la puerta de la habitación, desesperado por salir del ulular aturdidor. En el suelo, una alfombra de vidrios y púas de alambre lo separaba de la salida. Se agachó como puedo. Le sacó los borcegos al otro tipo. Intentó ponérselos, pero su cuerpo no le daba. No podía agacharse. Se rindió. Se sentó sobre otra base de cemento y esperó a que su compañero despertara.

No paso un minuto antes de que comenzara a gritar. Desesperado, dio dos pasos sobre el campo minado. Sintió las púas y los vidrios atravesar sus pies. Cayó de bruces. Gritó. Lloró. Se arrastro como pudo hasta la base de cemento. Se sostuvo. Se incorporó.

En ese instante, las sirenas se apagaron. Las cámaras ajustaron sus lentes. La habitación se tornó oscura unos segundos. Luego, luces blancas iluminaron el lugar.

El obeso lloraba desesperado mientras intentaba sacarse los vidrios y púas del cuerpo.

¡Contéstame! ¡decime como te llamas! ¡despertate hijo de puta! – escuchó decir, a lo lejos la otra persona que todavía estaba bajo efectos químicos.

-Me dicen el Zorro- Respondió el flaco, incorporándose con esfuerzo. Vio al otro hombre sangrando, con algunos cristales clavados. Vio también una mano abierta acercarse a su rostro.

Se escucho un “¡paf!” que lo dejó grogui. Otro “¡paf! lo siguió. El obeso cayó al piso. El zorro se desplomó sobre la base de cemento.

-Eh… gordo- decía el zorro, golpeándole los cachetes con suavidad.

-Hum… hum. ¿Q-qué pasa?

– ¿Cómo te llamás lechón?

-Ay, la puta que me parió. ¿Por qué no te vas a la concha de tu hermana?

-Epa, gordo. Tené más cuidado, que te tiro devuelta a los vidrios. Por ahí logramos que te deshinches un poco más.

El gordo lo miró con recelo. Se levantó con torpeza. Su cuerpo estaba cubierto de sangre, al igual que el suelo. Le dolían los pies. Apenas podía mantenerse de pie.

-Tené cuidado con lo que decís, podes arrepentirte. Le advirtió.

Ambos eran reclusos. Hasta el día anterior, estaban presos.

“El zorro” tenía perpetua. Jefe narco en Rosario. Había matado a otros dealers, arrasado con familias, caído tras un tiroteo con fuerzas especiales. En su celda aún se lo respetaba. Aun mandaba.

Chiquito, en cambio, era otra cosa. En su barrio era un buen tipo. El del comedor infantil. El que organizaba festivales solidarios. El que abrazaba a los vecinos.

Pero también había rumores. De chicos desaparecidos. De extrañas visitas de madrugada. De sobres cerrados que iban y venían.

La policía había empezado a investigarlo cuando un nene del comedor no volvió a su casa. Lo que parecía una institución solidaria terminó siendo una fachada para una red de trata infantil.

Él fue el primero en caer en la red llamada “unicornio”.

-Bueno, gordo. No sé quién sos, ni dónde estamos. La puerta no abre. Solo hay estas bases de material y este espacio entre bases sin vidrios y púas. No hay ventanas. No sé si es de día o de noche. Ni cómo salir.

-Yo tampoco sé. Me desperté y vos estabas ahí. Te vi intentar levantarte y volver a dormirte. Estuve mirando tus tatuajes. ¿Sos de alguna banda?

-Si. Soy jefe narco.

-Ya veo…

– ¿Y vos que sabés?

-También estoy preso.

– ¿Por qué?

-No importa.

– ¿Como que no importa? Por algo estás acá, gordo. Decime, si no querés que te saque la grasa con los vidrios.

-Robo a mano armada. Con tentativa.

-Tranquilo, gordo. El ángel de la muerte acá soy yo- Dijo el zorro, dándole una palmada en la espalda.

Sintió algo duro. Lo tocó con disimulo.

– ¿Que tenés ahí, gordo?, preguntó, levantándole la remera.

– ¿Qué haces? – respondió Chiquito, sacándole la mano.

-Quiero ver qué tenés, Tinki Winki. Tranquilo.

-No me toques si no querés que te cague a trompadas.

-Eh, tranquilo, pa. Solo me dio curiosidad. Ya fue. Voy a seguir viendo cómo podemos salir.

El zorro se quedó murmurando canciones de Sandro. Observaba a Chiquito. Escuchaba sus quejas, sus insultos al aire. Algo no le cuadraba.

El tiempo pasaba. Chiquito seguía sangrando. Transpiraba. Los ojos pesaban. Empezó a sentir que se volvía a dormir. Un ardor en el pecho. Otro en el estómago. Otro en la pierna. Vidrio. Era vidrio entrando en su cuerpo.

-Sos mío gordo. Tu vida depende de mí-, dijo el Zorro, pasándole el vidrio por la cara, dejando un tajo profundo.

Solo se escuchaban los gritos de dolor. El Zorro lamió la sangre del filo. Rió. Cortó la remera. Abrió el abdomen con precisión.

-Lo tuve que hacer. Necesito saber qué tenés en la espalda. Vos me obligaste, hijo de puta.

Chiquito apenas podía emitir sonidos. Moría. Pero el zorro quería respuestas.

Lo giró. Rompió la parte trasera de la remera. Cortó sobre un bulto. Extrajo un envoltorio metálico. Dentro, una llave.

Con las manos llenas de sangre, la observó. Se acercó a la puerta Riendo.

Introdujo la llave, media vuelta y el cerrojo cedió.

El zorro sostuvo la llave con su mano un instante más, la apretó entre los dedos. Volvió la mirada hacia el cuerpo sin vida de Chiquito y dijo.

-Así que vos eras el que desaparecía pibes…- murmuró.

Escupió el cuerpo. Lo miró con desprecio, con esa mezcla de asco y triunfo.

La puerta se abrió por completo. Del otro lado, una nueva oscuridad. Un pasillo sin fin.

Luces tenues. El sonido distante de otra sirena.

El Zorro cruzó el umbral.

– ¿Qué carajo es esto…? – Dijo.

Y dio un paso.

Capítulo 4:

-Wow, wow, wow… Acabamos de ver la justicia fuera de la justicia.

La cámara hace un primer plano del rostro eufórico de Alejandro, quien se pone de pie, se ajusta las gafas de sol, recoge un micrófono decorado con un ojo cibernético hecho con diamantes falsos, y alza uno de sus brazos como si estuviera predicando.

– ¡SE HIZO JUSTICIA, HERMANOS Y HERMANAS DEL RATING, DEL MUNDO CYBERNETICO, ¡USTEDES QUE DECIDIERON SER LOS JUECES DEL BIEN! – Grita con una euforia caricaturesca-. ¡La sangre fue vista, la verdad de estos personajes crueles que después son liberados, también! Y el pueblo laburante, el que se rompe el lomo, seguro está aplaudiendo nuestra primera muerte justa.

-Pasame la repe de la muerte de chiquito dire.

Alejandro se da vuelta y empieza a ver en loop el momento exacto en que El Zorro, con un pedazo de vidrio, hace el show que todos querían ver. Se repite como un mantra audiovisual.

-Chiquito, el terror de los niños, como un Pennywise barrial, es el primero en caer. ¡El Zorro nos devuelve la fe en la verdadera justicia! La auténtica. Esa que esperamos y nunca llega.

-A ver, a ver… ¡los mensajes! – pide, mientras comienzan a aparecer comentarios en la pantalla, junto al video que se repite sin parar.

-@MartinaDeLanus: ¡Al fin justicia, por los chicos que sufrieron!, gracias supremo.

– ¡Claro que sí, Martina-

-@Choripanconcoca: ¿Van a sortear el vidrio que usó el Zorro? Saludos al supremo. ¡Al fin mi plata da sus frutos! –

– ¿Supremo me están diciendo a mí?

Se hace una pausa. Alejandro, ya completamente metido en su rol de El Supremo, se acerca a la cámara bailando torpemente, como un profeta borracho de poder.

-Ustedes fueron el jurado. Ustedes bajaron el pulgar a estos doce parásitos. Hoy hicimos historia. En esta plataforma virtual sin leyes, regulaciones… Como ellos, que vivían fuera de toda norma.

Se sienta con una sonrisa satisfecha.

-Así cae otro inútil de este mundo- dice, abriendo sus brazos como un mesías del streaming.

Una ráfaga de humo barato y papel picado irrumpe desde el suelo. Las luces giran.

-Sigamos viendo qué dice la gente, dire. A ver…

@españalibre: ¡joder, tío! Al fin alguien que le da por el culo a ese gilipollas. Saludos al supremo. – ¡Gente de todo el mundo nos escribe! – dice el supremo, orgulloso.

@peñarolocura: ¿Justicia? Esto es arte contemporáneo.

– Aguante Uruguay! Peñarol, Nacional, Cerrito y todos los uruguayos que nos miran.

@nomasvioladoresok: Me voy a tatuar tu cara, Supremo- ¿eso es amor o amenaza, che? Responde entre risas.

El supremo ríe con una risa seca, espeluznante. Luego se pone serio. Mira directo a la cámara.

-Lo que acabamos de ver… fue más que espectáculo. Más que un castigo. Más que venganza. Fue el nacimiento de un nuevo orden moral.

Sin jueces.

Sin fiscales.

Sin ñoquis.

-Hoy no murió un hombre. Murió la mentira. Y nació una nueva forma de juzgar: con likes, con votos. Y créanme, no será la última.

-Hoy nació la justicia fuera de la justicia.

-Y todo esto es gracias a ustedes.

Gira en su silla, mira las pantallas donde se transmite la plataforma en vivo. El juego sigue.

Programa “la mesa del escrutinio”

Años atrás.

-Buenas noches a todos. Bienvenidos a la mesa del escrutinio, donde la política se mezcla con la leche rancia que algunos esconden. Acá nadie está limpio. Nadie zafa.

-Esta noche tenemos a dos titanes, dos candidatos de peso. ¿Son próceres del choreo institucional? ¿Dos artistas del vivir sin laburar? ¿O realmente tienen algo que decir? – abría Alejandro con una sonrisa filosa, elocuente, mientras la luz del estudio le daba de lleno, haciéndolo sudar.

Sabía que esta no era una entrevista más. Era una carnicería anunciada.

– ¡Recibimos con un fuerte aplauso a Mauricio y Gerardo! – trono, mientras sonaban los aplausos grabados.

Apareció Mauricio: 60 años, bronceado nivel horno, camisa abierta hasta el pecho, anillos dorados en cada dedo, mirada de impunidad eterna. Caminaba como si lo ovacionaran. Sonríe como si ya hubiera ganado.

Del otro lado entraba Gerardo: más joven, pelo desprolijo, saco blanco estampado de dólares y logos de criptomonedas, abrazado a una laptop. Su sonrisa era tan grande como su cinismo. Su pantalón le quedaba grande, rozando la ridiculez.

Primer comentario:

-Yo no necesito robar al estado Mau. El estado me roba a mí. Pero tranqui… traje pruebas.

Dejó la laptop sobre la mesa como si colocara una bomba.

-Acá tienen una verdad que te va a quemar el rancho a vos… y a todos los políticos vividores del estado. Vos sos del pasado. Yo soy algoritmo. Vos sos nafta, yo soy blockchain. Sos mi jubilado favorito, Mau.

– ¡Uuuh! Esto se picó señores. ¡Ya no es debate, es una guerra de causas abiertas! – Tiró Alejandro con veneno, feliz.

-Antes que nada, gracias por invitarme Alejandro- dijo Mauricio, incorporándose a la mesa del debate.

-Gerardo, vos querés recortarles a los jubilados para llenarte los bolsillos con tu criptobasura -retruco Mauricio- Esta noche no vine a justificarme. Vine a educarte. El que roba bien no se esconde atrás de un pendrive.

– ¡Vos compras sin factura! Todo virtual, todo lavado. Grades movimientos, cero impuestos- dijo Mauricio mirando a la cámara, con una sonrisa sin alma.

-Señores, por favor… esto es televisión, no el congreso. ¡Al menos escúpanse con rating! – Remato Alejandro, encendiendo más el fuego.

Y el circo se volvió delirio:

¡Esto es el poder del FMI, viejo puto, pasado de moda! – gritó Gerardo, agarrándose el bulto frente a cámara.

Alejandro se reía como una hiena. Mauricio no se quedó atrás.

-Vos te seguís cogiendo a tu hermana mientras pensás en tu hámster muerto-

El estudio estalló, el rating también.

Alejandro sacó una pala de debajo de la mesa y la apoyó en el medio del set.

– ¿Alguno de ustedes alguna vez agarró esto?

-No- respondieron ambos.

-Bueno, inviamos a nuestro albañil para que les enseñe- y apareció un humorista disfrazado, en un sketch patético y brutal al mismo tiempo.

Corte comercial y vuelven al aire.

-Mauricio ¿Qué tenés para decir sobre las imágenes donde intentas prender fuego un colchón de personas en situación de calle? -preguntó Alejandro con voz seria, mientras un videograph decía:

“Mauricio: arte conceptual o intento de homicidio social”

-Mira Alejandro. Primero: yo no odio. Yo ordeno. La calle no puede ser tierra de nadie.

-Lo que paso esa noche fue lamentable… pero fue parte de un protocolo personal que vengo aplicando hace años: limpieza urbana con intervención directa.

-La marginalidad no puede ser paisaje. Algunos se escandalizan porque quise darle dignidad al espacio público. El problema no soy yo.

-El problema es que hay gente que romantiza la mugre.

Tomo un trago de whisky y se recostó con suficiencia.

-Gerardo, te acusan de estafar con una cripto fantasma y usar a la policía como tu ejercito privado. ¿Algo para decir?

Gerardo se acomodó la corbata, mirando fijo a la cámara.

-Gracias por darme la palabra. En este país, donde la envidia y el resentimiento son moneda corriente, cualquiera que tenga éxito es señalado como estafador.

-Mi criptomoneda fue una herramienta de empoderamiento financiero. Que algunos no hayan sabido la volatilidad del mercado, bueno, no es mi culpa. Es como darle la Ferrari a quien nunca manejo un Fiat 600.

-Y sobre la seguridad… Yo nunca reprimiría, yo restauro el orden. Y en mi gestión, el uniforme no va a discriminar, porque el caos tampoco lo hace. Cuando la sociedad está enferma, el bisturí no puede andar preguntando edades o géneros, corta donde hay pus.

¿Crueldad? No. Eficiencia, Porque mientras otros charlan, yo limpio. Y eso por más que a algunos les moleste, es gobernar.

Videograph: “cuando hay pus, se corta: Gerardo justifica represión sin filtro”

-Palabras finales- pide Alejandro, señalando con su lapicera.

Mauricio se levanta, se acomoda un poco su camisa desabrochada, mira la cámara como si estuviera grabando un spot político y dice:

-La calle es de los que la pagan, no de los que se tiran a morir. Y si eso me hace un monstruo, entonces prepárense para votar al monstruo más eficiente que conocieron.

Prefiero ser odiado por barrer la mugre que amado por vivir entre ella.

Videograph: “me votan por garca o me votan por hartazgo: igual gano.

Gerardo lo sigue. Voz serena. Fría.

-Yo no vine a pedir disculpas. Vine a mostrar cómo se gobierna cuando se deja de pedir permiso.

La libertad sin control es selva, y yo no tengo miedo de ser cazador.

Yo cobro el precio. Porque gobernar no es convencer. Es ejecutar.

Videograph: “Orden a cualquier precio: Gerardo cierra con amenaza velada”.

Alejandro se para. Sonríe con ironía.

-Bueno, bueno… qué noche hermosa de miserias humanas.

Mauricio quiere fumigar la calle. Gerardo propone cirugía con bastón policial.

Y vos del otro lado ¿te indignas o tomás nota?

Mientras ellos compiten por quien tiene la mancha más grande, yo cobro por mostrar las manchas.

Gracias por mirar.

Hasta mañana, si no nos censuran. O mejor: si no nos votan.

Mauricio y Gerardo se despertaron en una habitación. 

Ambos estaban con la ropa de aquella entrevista televisiva hace años atrás.

Solo silencio. Una luz blanca y fría iluminaba la habitación. Las cámaras encendidas transmitiendo en vivo.

La puerta cerrada.

Capítulo 5:

Ambos miraban atónitos en silencio, parados al lado de un colchón mugriento, como si hubiese sido sacado de algún basural. La habitación olía a orina, esa orina espesa que indigente sin acceso a ducha. La diferencia era que en esta habitación tenía un ventanal al bosque, una caja de herramientas cerrada con un candado y la puerta sin cerradura.

Hasta que, por fin uno soltó la primera palabra.

– ¡Mierda! – Dijo Gerardo.

Mauricio lo miró con enojo y se quedó en silencio. No entendía por qué estaba con él. Lo último que recordaba era estar en la fiesta del “Champagne Club” rodeado de mujeres, bebiendo y drogándose con cocaína.

– ¿Qué hacés, viejo puto? – dijo Gerardo, mirándolo de arriba abajo.

– ¿Que planeás? Ya te dije que el choque a tu auto a la salida de “la mesa del escrutinio” fue un accidente.

-Yo no tengo nada que ver. Estaba en el evento “millonarie waves”. Haciendo apuestas ilegales en el yate, con millonarios, famosos y funcionarios del alto rango. Estaba en el baño con el hijo de un senador y no recuerdo más nada.

Mauricio se acercó a la puerta, buscó la manera de abrirla y no pudo.

– ¿Entonces que hacemos acá? – Preguntó mirando a Gerardo.

-No lo sé. Tendremos que averiguarlo. ¿La puerta no abre?

-No.

– ¡Mira! ¿Qué es eso? – Dijo mauricio, señalando la caja de herramientas.

-No sé- respondió Gerardo- Parece estar cerrada – comentó, agarrando el candado- Está pesada, eh. Pero no hay problema. Todo tiene solución, y todo se arregla a los golpes. Como los golpes que le damos a los sindicatos cuando protestan, jajajaja.

Gerardo levantó la caja y la arrojó contra el suelo. No obtuvo éxito al principio, pero lo siguió intentando tres veces más, hasta que logró romperla, animado por sí mismo:

– ¡Dale, nene, vos podés!

Cuando la caja se abrió, quedaron a la vista una masa y un cortafierro.

Gerardo tomó la masa con entusiasmo, miró a Mauricio con euforia, como si fuera a golpearlo, pero se puso delante de la puerta y comenzó a golpearla.

De a poco, la puerta comenzó a mostrar astillas. Gerardo siguió y siguió.

Transpirado, ya sin su saco de dólares y criptomonedas, en camisa:

– ¡La re concha de mi madre! – Insultó al aire.

Delante de ambos, con una puerta hecha añicos, Solo se veía una pared de concreto.

– ¡Gerardo! -, dijo mauricio señalando el ventanal-. No te lo dije antes porque quería ver cómo transpirabas, cerdo hijo de mil putas.

Gerardo soltó la masa y se abalanzó sobre Mauricio. Una piña de derecha, otra de izquierda. Respondían como en un ring.

Mauricio cayó al piso. Vio la masa, la agarró y tiró un golpe hacia Gerardo. Este esquivó y volvió a abalanzarse. Las piñas volaban tontas. Ambos agotados, se desplomaron en el piso, agitados.

-Hijo de puta- dijo Gerardo, tirando una patada desde el piso.

– ¡Puto de mierda, coje pendejos! – Le devolvió Mauricio con otra patada.

Los dos respiraban agitados, con sus rostros rojos, con signos de piñas recibidas.

Mauricio se levantó rápido, tomo la masa y corrió al ventanal. Golpeó con fuerza. Solo logró que la masa rebotara y le doliera el brazo. Era un vidrio blindado el del ventanal.

– ¡AAAAH!, gritó, mirando una cámara en la esquina. Tomó la masa y la arrojó contra ella. La cámara se rompió en pedazos. La señal del streaming se cortó… y volvió desde una cámara externa. Un micrófono oculto seguía grabando, pero ellos no lo sabían.

Mauricio se sentó resignado sobre el colchón. Corriéndolo un poco y vio madera.

-Mierda! – Se levantó de golpe y corrió el colchón. Había una trampa de madera simulando la puerta.

Gerardo también se levantó, tomo el cortafierro y la masa. Le dio un empujón a Mauricio, volteándolo:

-Córrete, pelotudo. Déjale esto a la gente joven. Vos ya estas robando aire.

La madera era gruesa de encofrado, tenía un teclado numérico digital.

Gerardo inspeccionó. Vio un papel doblado entre las tablas. Metió el cortafierro, sacó el papel con esfuerzo. Era una nota.

-Es una nota- dijo en voz alta, sabiendo que mauricio lo escuchaba.

La leyó para sí mismo:

“Solo uno verá la salida. El otro debe ser sacrificado para la justicia divina. La timba los dejara libre, recuerden: uno sobrevive.

El que salve su vida la perderá – Mateo 16:25-26”

A Gerardo le temblaron las manos. Se le llenaron los ojos de lágrimas. No entendía. No podía procesar. ¿Quién lo había puesto ahí?

Mauricio se acercó, leyó en silencio. El no lloró. Solo quedó inmóvil. Sentía el corazón latiendo con fuerza. Le faltaba el aire. Apretó los dientes. Quiso gritar, pero no pudo. Se tiró al piso en posición fetal, creyendo que moría. Se quedó tendido hasta que el cuerpo se fue calmando.

Gerardo entró en pánico. Gritó:

– ¡QUIERO SALIR!

Tomó la masa. Golpeó la pierna de Mauricio con un sonido seco que fracturó la tibia exponiéndola.

– ¡Esto es tu culpa!

Con mirada diabólica, levantó la masa con más fuerza. Un golpe seco en el esternón lo dejo sin aire. Mauricio solo podía emitir sonidos quejumbrosos. Se arrastraba, babeando, con el rostro morado.

– ¡El sacrificio no soy yo, viejo de mierda! ¡Yo tengo que salvar a este país de estos socialistas de mierda! ¡Vos sos el pasado! – le grito al oído, sujetándole el pelo.

Se levanto fue al teclado y dijo:

-Tengo en claro los números que me van a dejar salir: 32, que es el dinero y 79, el ladrón. Nos están tratando de ladrones… cuando en realidad los ladrones son ellos, los que viven del Estado.

Marcó 3279. Nada.

Volvió al teclado. Respiró hondo. Cambio el orden: 7932.

Un clic sonó. La puerta se abrió hacia arriba, de forma hidráulica. Una escalera descendía entre luces parpadeantes.

-Chau, viejo de mierda- dijo Gerardo, comenzando a bajar.

Los golpes en su cara eran visibles. Bajó con torpeza. Al llegar al fondo, otra puerta. Tenia un escáner ocular y un cartel:

“Escanee el ojo aquí”

Lo intentó. Nada. Lo intento de nuevo. Nada.

Un contador sonoro comenzó: pip… pip… pip…

Unas luces laser se encendieron desde las paredes. El giró sobre sí mismo desconcertado.

Los láseres lo apuntaron. El conteo se aceleró. Dispararon balas de alta velocidad desde las cuatro paredes. Gerardo fue despedazado.

Arriba, Mauricio, con dificultad para respirar, logró recuperarse. Un contador sonaba, pip… pip… pip…

Una explosión de fuego lo alcanzó. Su cuerpo se predio fuego.

Gerardo, en pedazos.

Mauricio, ardiendo.

Ambos… Acabados.

En el suelo, las ultimas cenizas de la nota ardían con una única frase visible:

El que salve su vida, la perderá”

Mateo 16:25-26


Capítulo 6:

– ¡Es-pec-ta-cu-lar!, mis queridos morbosos del streaming, dos ratas de esta sociedad menos. – decía El Supremo en primer plano, donde mostraba dientes con diamantes. Ya con otro tipo de ropa, no tan de gala, llevaba puesta una remera de Britney Spears pelada, campera de cuero, calza de animal print y borcegos. Se sentó detrás de su escritorio y siguió discurso…

-Abrimos votación en el streaming para que nos digan qué les parecieron estas dos sentencias a estos corruptos.

El mensaje era claro- luces comenzaron a destellar junto a humo artificial-: a los que la justicia aun no les ha llegado, pues… les está llegando en forma de fuego o balas.

Se puso de pie y empezó a correr alrededor de su escritorio mientras sonaba música hard rock. Sé tiro sobre el piso; la cámara hace otro primer plano y comenta:

– Ahora, descansaremos unas horas, pero antes, pero antes… veamos los votos y algunos comentarios.

El Supremo se puso de pie y se sentó nuevamente en el escritorio. Al lado de él apareció un cartel en forma de 3D con el porcentaje de votos de las personas.

El cartel en 3D se describía de la siguiente manera:

según tu perspectiva:

Si, fue justicia (20%).

No, queremos que sufran más (80%).

-Gana con un 80% que quieren que sufran más- Las luces volvieron a girar con color rojo y el humo artificial volvió a aparecer junto al hard rock instrumental.

– ¡Si eso quieren, eso pasara!, veamos algunos mensajes.

@juancuyano: Cuando se le prendió fuego la cara grité de placer, lo puse en slow motion para disfrutarlo mejor.

@España2010: ¡Se han pasado de la raya, tíos! Igual estamos disfrutando junto a mi pareja cada ejecución.

@justiciaporniki: Después de buscar justicia y no encontrarla, este streaming me devolvió el sentido de seguir viviendo. Ver morir a estos tipos me cura.

El supremo suspiro falsamente, girando a cámara.

@Patriaomuerte: Que los cuelguen en un puente y transmitan la agonía. El pueblo necesita limpieza.

@payasitoit: La próxima lacra tendría que ser degollada, ¿es mucho pedir?

El supremo levantó el micrófono como si fuera un cáliz y se lo llevo hasta la boca para decir sus siguientes palabras:

Quédense tranquilas, pequeñas criaturas, que hasta el día de hoy es todo. Seguiremos preparando todo para mañana, que será otro gran día de justicia. Porque recuerden que:

“morir en vivo nunca fue tan real”, hasta mañana.

BBC Mundo:

“Argentina y su reality de la muerte: un nuevo capítulo en el espectáculo político”

The New York Times (edición on line):

“Streaming, sangre y justicia: el fenómeno “gore show” sacude el mundo”

Le monde (Francia):

“Spectacle ou tribunal populaire? Le cas “gore show” en Argentine”

El país (España):

“Una distopia en vivo: la justicia como entretenimiento”

Clarinete.com.ar:

“Masacre en vivo: el reality que ya supera al futbol”

Página/13:

Violencia y morbo en horario central: ¿La sociedad pide sangre o justicia?

La nación y la gente:

“¿El nuevo poder del pueblo?

TN Noticias:

“El show que nadie quería mirar… pero todos ven”

Redes sociales:

Nos organizamos a favor el día…

Nos organizamos en contra en la plaza del congreso…

#Justiciareal, #Supremo2025, #goremerch, #streamingnoesjusticia.

Change.org, para prohibir el programa… y otras para que se transmita en cadena nacional.

Los magazines televisivos tomaron nota también:

“Tarde de todos”:

Pamela Brisa, ex modelo y conductora de tv:

“yo no apruebo la violencia, pero se está haciendo lo que la justicia no”

Marcos Lombardi, periodista conservador:

“Esto es populismo en su forma más cruda. La gente aplaude porque no sabe distinguir entre justicia y venganza. ¿Y si mañana te toca a vos?”

El Doctor Lungardo, abogado mediático:

“Legalmente esto es un horror. Pero socialmente… es un espejo. Gore Show refleja lo que somos, no lo que queremos ver”

“Informe Central”

Dr. Eduardo Acuña, sociólogo:

“No es entretenimiento, es catarsis social. La gente necesita justicia, pero también espectáculo. Gore Show cumple ambos roles y por eso ayer fue un boom exitoso”

Lic. Belén Ruíz, politóloga:

“No deberíamos subestimar el riesgo. Esto ya no es un reality: es un nuevo tipo de tribunal. Sin leyes. Sin apelaciones”.

Desayuno total:

Conductor del magazine:

“Increíble lo que está pasando, un reality que muestra asesinatos en vivo y la gente lo mira como si fuera MasterChef. ¿Qué está pasando con esta sociedad?”

Panelista y modelo:

“Esto es una barbaridad. Un retroceso cultural absoluto. Estamos naturalizando la violencia, esa que transmitimos naturalmente todos los días”

Influencer:

“Pero chicos, esto es justicia participativa, transparente, ayer el streaming rompió todos los récords y no mintieron, transmitieron todo hasta el final”

Ex fiscal:

“Lo que me preocupa es que la justicia está siendo reemplazada por un espectáculo. ¿Qué sigue? ¿Juicios por likes?

Políticos entrevistados:

Intendente D’Onofrio (partido Orden Nacional):

“Si el estado no actúa, el pueblo lo hará. Eso lo sabemos desde la revolución francesa”

Diputada Gisela Panetti (movimiento amor justo):

“Estoy trabajando en un proyecto para reglamentar este tipo de transmisiones. Lo que no se regula, se desborda, ¿justicia o barbarie?, es un circo romano con wifi chicos”.

El supremo tomó su teléfono móvil entre tanto ruido por lo ocurrido en el streaming del gore show, y comenzó a transmitir en vivo:

-Buenos días, Mundo: ¿Escucharon a los expertos, no? Se horrorizan… pero todos están mirando. Estamos haciendo historia. Dimos justicia Donde otros dieron archivo. ¡Y lo hicimos juntos!

¿No querían un cambio?

Bienvenidos al Gore Show… el único lugar donde los culpables no zafan.

Tengo una excelente noticia: con el escaneo del ojo de Gerardo hemos podido entrar a todas sus cuentas declaradas y no declaradas. Ese dinero será repartido en partes iguales a todos los comedores registrados del país.

Así que nos vemos en un rato en el programa de hoy.

El Supremo cortó la transmisión. Mientras tanto, en su departamento, la policía especial entraba… sin encontrarlo.


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