– Señora, ¿tiene turno? Espere un segundo -dijo alzando la voz un poco más con cada palabra la joven que dejaba su escritorio y caminaba rápidamente tras una mujer.
Al llegar donde ella y repetirle la pregunta, esta la ignoró y golpeó varias veces la puerta. Un hombre abrió la puerta con el ceño fruncido y la expresión confundida.
-Diego, soy yo, exclamó la mujer.
-¿Yo?
-Quise detenerla, señor, pero ella no me hace caso. La otra mujer saltó al cuello de Diego, lo besó mientras él le hacía un gesto a la joven para que se retirara, y esta se fue.
-¿Quién es usted? -preguntó Diego cuando ella dejó de besarlo; ella fue hacia el escritorio, él cerró la puerta y la siguió.
-Carla.
-¿Carla? -preguntó Diego tomando asiento frente a ella que ya se hallaba sentada.
-Sí, Carla, llevo cuatro días buscándote amor, vi la publicidad en una revista que tiraron bajo mi puerta y estaba tu foto, tu nombre, todo.
-No la conozco, Carla.
-No tengo idea de lo que sea un metafísico, antes eras psicoanalista.
-Yo siempre me dediqué a esto.
-¿Puedo hablar de lo que me pasa?
-No tiene turno, yo me manejo con turnos.
-Soy Carla.
-Eso me lo dijo varias veces: tengo dos horas libres, casualmente, pero al salir le paga el turno a Laura. Sucede que yo nunca trabajo sin que abonen previamente.
-Lo sé, perdón, pero es un caso especial.
-Todos creen que su caso es especial. Un metafísico es una persona que se dedica al estudio de la metafísica; esto es explicar la realidad desde un punto de vista no empírico ni científico sino a través de la espiritualidad o simplemente el raciocinio.
-¿Y?
-Dijo no saber que era un metafísico y vino a verme después de leer mi aviso.
-Diego, no vine por tu trabajo, vine porque soy Carla.
-¿Antes no era Carla?
-Siempre fui Carla.
-No entiendo.
-Ahora no me amas, es lógico.
-¿Amarte?
-Voy a contarte todo, pero no interrumpas hasta que te diga que puedes hacerlo ¿estamos de acuerdo?
Diego asintió con la cabeza y ella continuó:
-Era miércoles, yo venía de la escuela, porque yo soy maestra, o lo era. Llegué a casa y ya estabas acomodando las bolsas de las compras del supermercado. Hiciste la cena mientras me duchaba; cenamos juntos, como siempre. Mientras recogí y lavé y te bañaste, fuimos a la cama. Las sábanas eran celestes, lo recuerdo porque yo las elegí, eran celestes y lisas, te habías quejado de que eran lisas, preferías dibujos, las celestes con flores blancas, estaban en la otra tienda, pero yo elegí las sábanas lisas, no me gustaban las otras e ignoré tu insistencia de ir a la otra tienda, me quedé con las celestes, las celestes y lisas.
Me desperté a las ocho de la mañana; no estabas, nunca te levantaste primero en once años de matrimonio; nunca, eso me llamó la atención. Me senté en la cama y las sábanas eran blancas, lisas, pero blancas, no eran celestes, eran blancas; fui al baño y no estabas, bajé las escaleras y pregunté por ti a la nada, pensando que ibas a oírme, pero otra voz me dijo buenos días, cielo, nunca me llamaste cielo, siempre amor, pero Facundo, mi novio de la secundaria, o sea, mi exnovio Facundo comía tostadas y tomaba café en mi cocina, me decía que iba a llevarme a la oficina y que me vistiera que era tarde. ¿Qué oficina? Soy maestra.
Facundo vino hacia mí, me dio un beso en la boca, me preguntó quién era Diego, pero ni me dejó responder. Me apuró a vestirme; subimos a una camioneta. Nosotros nunca tuvimos camioneta; teníamos el auto gris, pero Facundo y yo íbamos en una camioneta negra. Me dejó en la empresa de papá y bajé muy confundida. Me esperaban con total simpatía y normalidad. Papá me dijo que me perdonaba otra llegada tarde, pero que no quería ser evidente, que la próxima me iba a sancionar.
Ahora se supone que soy secretaria de mi padre. Lo peor es que cuando al fin terminé de trabajar salí y fui a casa de mis padres. Había una señora que me dijo que era empleada de la casa. Mis padres nunca tuvieron empleada. Pregunté por mamá. La señora me miró muy sorprendida y me dijo que mamá y papá se habían separado, qué mamá no vive ahí hace mucho tiempo, pero me dio la dirección de mamá. Fui a donde me dijo: mamá estaba dando clases de ballet. Ella dejó el ballet cuando yo nací, pero parece que ahora olvidó que lo dejó. Cuando se lo dije me dijo que nunca había pasado eso, que se habló de la posibilidad, pero papá puso una empleada y me cuidaba y esa empleada es ahora la esposa de mi papá.
Volví a casa y Facundo, que por cierto es arquitecto, y antes quiso serlo, pero cuando yo lo dejé se involucró con la hermana de su mejor amigo y esta quedó embarazada, se casó y trabajaba en la tienda de su suegro. Busqué a esa chica, a Cinthia, recordé el nombre, la busqué en redes sociales, y la encontré. Tiene un hijo, pero no es de Facundo, es hijo de otro, no sé de quién, pero no es de Facundo.
Le dije a Facundo lo que me pasaba cuando llegué a casa y estaba viendo tele en mi sofá, bueno, no es el sofá que compramos, es otro, pero está en el mismo lugar. Le dije lo de la hermana de Ricardo, o sea el que era su mejor amigo, y me dijo que no lo ve hace mucho y éste vive en otro país, según vio en publicaciones que puso en internet, sobre el niño, la hermana de Ricardo y todo eso… Me dijo que yo imaginaba cosas o que soñé, se ri{o y me dijo que iba a pedir una pizza, cosa que hizo. Lo más loco es que mi casa es mi casa, sí, la casa que elegimos juntos, Diego, pero tiene otros muebles, todo en diferente posición, el sofá es otro, pero en la misma posición y las sábanas no son celestes, son blancas, no son mis sábanas, mis sábanas son celestes, lisas y celestes. Lisas sin dibujos, pero no blancas… ¿Podrías darme un vaso con agua?
-Claro -dijo Diego, fue a la puerta y le gritó a Laura que le diera un vaso con agua. Ella vino con el pedido y él se lo acercó a Carla, que lo bebió rápidamente.
-Ya podrías hablar si gustas.
-Bueno, Carla, según lo que me dijiste éramos una pareja, vivíamos juntos, y un día desaparezco de tu vida y todo cambia.
-Nos casamos, hace once años, hace doce que estamos juntos.
-Yo creo que si todo esto es verdad hay dos posibilidades. Tus recuerdos están mal, hay algo que hace que recuerdes cosas que no sucedieron, y eso debería evaluarlo un psiquiatra, un neurólogo, no sé alguien que sepa de mente humana, un psicólogo, no lo sé, pero si alguien especializado que sepa del tema dice que estás sana, que tus recuerdos son correctos…
-Lo son, mis recuerdos están bien, interrumpe Carla subiendo la voz.
-Si es así, tuviste un salto cuántico. Eso sí es mi trabajo, pero siempre lo vimos como algo teórico; nunca conocí a nadie que me dijera que lo vivió.
-No sé qué es, pero viví lo que te digo; no tengo problemas en la cabeza.
-Quiero creerte.
-Hazlo, ¿qué es el salto cuántico?
-Teóricamente, todos tenemos muchas vidas, muchas versiones; hay un Diego que logró ser astronauta como soñaba de niño, otro Diego que murió, otro Diego que es psicoanalista y es tu esposo, este Diego que es metafísico y se está divorciando, e infinitos Diegos, así como muchas Carlas, y así con cada persona, estos Diegos o estas Carlas nunca se cambian de realidad, salvo que se salte y se puede saltar por dos razones: una Carla murió y pasaste a ser otra, que es lo que no creo que haya pasado, o se intercambiaron y la Carla secretaria, casada con Facundo, hija de una madre que se dedica al ballet, está en la dimensión donde estaba la Carla maestra, con sus padres aún casados y siendo mi esposa, igual de confundida que esta Carla, buscando a Facundo mientras me buscabas a mí.
-Una Carla que usa sábanas celestes.
-Celestes y lisas, sí.
-¿Cómo vuelvo?
-No tengo idea, no deberías haber saltado. Si no se intercambiaban las Carlas y se encontraban, provocarían un caos, probablemente destruyendo esa línea de tiempo y espacio, pero se intercambiaron, así que esas dimensiones siguen funcionando paralelamente. ¿Tenemos hijos?
-No, lo hablamos mucho, pero nunca sucedió y parece que en esta vida tampoco.
-Es que me dejaste pensando en el hijo de Facundo, siendo de otra persona debería verse como otra persona, no como el hijo de Facundo de tu misma dimensión. Te explico: cuando un ser humano se crea, es único y si una madre tiene un hijo con otro padre en otra dimensión, debería ser diferente.
-No es diferente, lo vi en las redes.
-Entonces tiene que ser hijo de Facundo.
-Me da igual.
-Sí, a la Carla que me ama le da igual, pero a la Carla que aún ama a Facundo seguramente no, además, si comprobamos que ese niño es hijo de Facundo, efectivamente hiciste el salto.
-Eso quiere decir que Facundo la engañó, o me engañó.
-Seguramente, pero en esta línea o vida o como le quieras llamar no conoce al niño o no se responsabilizó o no sabe que existe. En tu realidad, ustedes se separaron y él tuvo algo que ver con la madre del chico. En esta realidad, tuvo que ver con ella, pero te eligió porque nunca se habían separado.
-Yo lo dejé porque me fijé en ti.
-Pero actualmente es la primera vez que nos vemos, o sea en esta vida…
-Parece que para ti, sí.
-¿Cómo nos conocimos?
-Cuando yo entré a estudiar magisterio, compartía la biblioteca con estudiantes de otras carreras, entre ellas psicología. Ahí te veía, y con la excusa de que no me decidía si seguir en esa carrera o cambiarme a la tuya te hablé, pero era mentira, solo quería hablarte.
-No entré a psicología, lo pensé, pero una novia que tuve en la secundaria me regaló un libro sobre metafísica y me obsesioné.
-«La metafísica de todos los tiempos», tenía una dedicatoria que decía para una mente brillante de un corazón que brilla aún más, lo firmaba Camila.
-Si.
-Nunca lo leíste, lo teníamos en casa, pero ella te lo tiró en la cara porque te lo llevó de regalo cuando cumplieron un año y la dejaste porque según dijiste, ya no te sentías cómodo con ella.
-Pensé dejarla, pero vino con el regalo, y aguanté tres meses más, leí el libro y cambié de carrera.
-Cambio que hizo que no te conociera y me casara con Facundo.
-Eso parece.
-Mirándome bien, ¿crees que te hubieras fijado en mí?
-¿Quién no? Eso no es una pregunta con mucho sentido.
-¿Por qué? Soy una persona como cualquier otra. Podrías no haberte interesado.
-En una mujer tan linda que entra de la nada y me besa como lo hiciste, seguramente sí.
-Yo te amo Diego.
-Yo. Aún no.
-Lógico.
-Hagamos algo Carla, voy a buscar toda la información que pueda sobre saltos cuánticos, espacios, dimensiones y ese tipo de cosas. Mañana nos volvemos a ver a las tres de la tarde. Esta primera cita te la regalo ¿Te parece?
-Me parece- extendió la mano que Diego aceptó como cerrando un trato.
Carla salió de la oficina y fue a su casa. Facundo le preguntó donde estaba y ella le dijo que había ido a terapia, Facundo le preguntó razones, pero ella no respondió.
Se duchó mientras lo escuchaba hacerle preguntas desde la puerta, salió del baño con el cabello mojado, envuelta en la toalla y le preguntó sonriendo y tomándolo del mentón.
-¿Te acostaste con Cinthia?
-¿Con quién?
-Con la hermana de Ricardo.
-¿Qué?
-¿Alguna vez tuviste sexo con la hermana de Ricardo?
-¡Quién te dijo algo así!
-Es fácil, respondes si, o respondes no.
-Hace muchos años, eso fue un error, estaba medio borracho en la casa de mi amigo.
-Hace doce años -agregó riendo y asintiendo con la cabeza.
-¿Por qué salís con eso ahora?
-Era una duda nada más, solo quería saber eso. No pasa nada, le tocó suavemente la mejilla sin dejar de sonreír.
-¿Para qué?
-Da igual, olvídate de eso; no se habla más.
Carla se secó, se puso el pijama y se metió en la cama mirando las sábanas blancas. Facundo le preguntó si quería que pidieran algo para cenar; ella se negó y se quedó pensando en su charla con Diego hasta que se quedó dormida.
Se despertó escuchando a alguien que silbaba una canción. Se sentó en la cama y abrió la boca. Negó con la cabeza y sus ojos se llenaron de lágrimas al ver las sábanas celestes con estampado de flores blancas. Corrió a la cocina y vio a su madre haciendo café.
-¿Qué haces acá, mamá?
-Vine para que no estés tan sola.
-¿Facundo se fue?
-¿Qué Facundo? ¿Diego? ¿Diego dónde está? -dijo sonriendo con los ojos aún más humedecidos, vio a un lado y su corazón latió con fuerza al ver la foto de su boda.
-Ay mi amor, no puedo pedirte que lo superes, es difícil perder al amor de tu vida, yo lo sé, ya sé que no es lo mismo que te dejen a lo que les pasó a ustedes, no me puedo comparar, pero sabes dónde está Diego, mi amor.
-No, no sé.
-Cuando fue por las sábanas, recuerda, esas floreadas que ahora no querés sacar nunca de la cama, que tengo que lavar yo cuando te distraés, esas que él quería y tuvo el accidente, ya sabes, amor, tienes que aprender a vivir sin Diego, sé que no hace tanto tiempo, pero…
-No quiero saber más,, interrumpió Carla, y salió corriendo reconoció su auto gris, subió en este y fue a toda velocidad buscando el edificio donde había hablado con Diego el día anterior, en este había un supermercado, siguió manejando con los ojos empapados en llanto y negando con la cabeza cuando sintió un golpe y frenó, se levantó y vio que había atropellado a un hombre, se tomó la cara entre las manos, luego buscó el celular en el bolsillo del pijama que llevaba puesto, entonces escuchó la voz de un niño de unos doce años que gritaba
-¡No, papá!- tras el niño que corría a ver al atropellado aparecía Ricardo y Cintila que iban rápidamente a socorrerlo, éste intentaba sentarse, todos se abrazaban y ayudaban, aparecían más personas a ver la escena, y Carla dejaba caer el celular junto a sus pies descalzos mientras una voz decía: “Emergencias, buenos días ¿en qué puedo ayudarle?”
Ella no lo escuchó, solo susurró apretando ambos puños: quiero mis sábanas, mis sábanas celestes, celestes y lisas.
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