Era invierno cuando la vi por última vez. El lago estaba completamente helado, su superficie brillaba como un espejo bajo la luz brillante de la luna. Recuerdo que hacía un frío que calaba hasta los huesos, pero ella estaba allí, de pie en el borde, con los ojos fijos en el horizonte. No dijo nada, solo respiró profundamente, como si estuviera absorbiendo el silencio. Yo tampoco hablé; no hacía falta. Sabía que se iría, que el lago le llamaba, que algo en su alma le empujaba hacia lo desconocido.

Pasaron los años, y el lago siguió ahí, inmutable, frío, hermoso. Yo regresé muchas veces, esperando verla de nuevo, esperando entender por qué se fue. Pero solo encontré el viento helado y el eco de su risa en mi memoria. What I saw (lo que vi) fue su partida, pero nunca supe adónde fue. ¿Fue el lago su destino? ¿O simplemente se desvaneció, como el hielo que se quiebra bajo el peso de la primavera? A veces pienso que tal vez nunca existió, que fue solo un sueño, una proyección de todo lo que yo quería pero no podía tener.

Ahora, cada vez que escucho esa canción, siento el frío en mi piel y recuerdo su mirada. Fue como presenciar algo hermoso y terrible al mismo tiempo, algo que no podía retener, algo que se deslizó entre mis dedos como el agua que fluye bajo el hielo. Y aunque duele, sé que el lago sigue ahí, recordándome que algunas cosas no están hechas para ser comprendidas, solo para ser vividas. A veces me pregunto si ella también la escucha, si en algún lugar, en algún momento, el viento le lleva las mismas notas que a mí.

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