En un rincón olvidado de la ciudad, donde las sombras de los edificios se entrelazaban con los rayos del sol, vivía Don Ramón, un gato anciano de pelaje Blanco con negro, ojos verdes, que brillaban como esmeraldas. Nacido un 28 de diciembre, Don Ramón había sido un felino afortunado en su infancia, aunque la vida le había jugado una mala pasada. Junto a él, en un fogón polvoriento, habían llegado al mundo tres gatitos más, entre ellos su hermana, la valiente gatita negra que, a pesar de haber perdido una de sus patitas traseras, siempre había sido ágil y llena de vida.
La madre de Don Ramón y sus hermanos no sobrevivieron mucho tiempo después del parto, dejando a los pequeños huérfanos. Sin embargo, el destino les sonrió cuando Doki, un perro pudel de corazón noble, decidió proteger a los recién nacidos. Doki, que había sido abandonado en un gallinero y había crecido entre aves, había desarrollado un carácter especial y un amor incondicional, por su nueva familia. La dueña de la casa, conmovida por la escena, decidió adoptar a los gatitos, y así, Don Ramón y su hermana encontraron un hogar lleno de amor.
Con el paso de los años, Don Ramón se convirtió en un gato hermoso y carismático, conocido en su vecindario por su inteligencia y su encanto irresistible. Las gatas del barrio suspiraban por él, mientras que su hermana, la gatita mocha, se destacaba por su agilidad y su espíritu indomable. Juntos, exploraban el mundo, hasta que un día, su vida dio un giro inesperado.
Mientras paseaban, se encontraron con una pandilla de gatos que, en un arranque de agresividad, atacaron a Don Ramón y secuestraron a su hermana. En un intento de salvarla, Don Ramón fue lanzado desde un alto tejado, y una cabilla le atravesó el muslo. Atrapado y desangrándose, vio cómo se llevaban a su hermana, y su corazón se llenó de desesperación. Pero el destino, una vez más, le tenía reservado un giro inesperado. Un humano bondadoso pasó por allí y, al ver al gato herido, lo llevó a su hogar para curarlo.
Don Ramón, a pesar de su dolor, no podía dejar de pensar en su hermana. Era un gato extraño, con la habilidad de sanar rápidamente bajo los cálidos rayos del sol. Después de recuperarse, volvió a su hogar, pero la ausencia de la gatita mocha lo llenó de tristeza. Doki, su fiel amigo, aullaba a la luna cada noche, buscando respuestas sobre su querida compañera.
La vida de Don Ramón se tornó oscura. Se convirtió en un gato callejero, enfrentándose a peleas y robando comida para ayudar a otros gatos mayores. A pesar de los golpes y las adversidades, su espíritu seguía siendo fuerte. Cada vez que se hería, el sol lo sanaba, y su determinación nunca flaqueaba.
Pasaron los años, y Don Ramón, ahora con 20 años, seguía vagando por las calles, un gato anciano con el corazón de un joven. Un día, mientras exploraba un callejón, escuchó un maullido familiar. Su corazón se aceleró. Sigilosamente, se acercó y, para su sorpresa, allí estaba su hermana, la gatita mocha, que había sobrevivido y había estado buscando su camino de regreso.
El reencuentro fue mágico. Don Ramón y su hermana se abrazaron, y juntos, decidieron regresar a su hogar. Doki, al ver a la gatita mocha, saltó de alegría, y la familia se reunió una vez más. Con el tiempo, Don Ramón y su hermana se convirtieron en leyendas en su vecindario, conocidos no solo por su valentía, sino también por el amor que compartían.
Así, Don Ramón, el gato anciano con poderes asombrosos, vivió sus días rodeado de amor y felicidad, recordando siempre que, aunque la vida puede ser dura, el amor y la familia siempre encuentran la manera de reunirse. Y así, en su rincón del mundo, el espíritu de Don Ramón brillaba con la luz del sol, un faro de esperanza y valentía para todos los que lo conocían.
Fin
Autora: Naiz Francia Jiménez D’arthenay
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