La cafetería del hospital estaba tranquila esa tarde, con apenas unos pocos clientes dispersos en las mesas. Owen estaba detrás del mostrador, preparando un par de cafés mientras tarareaba una melodía escocesa en voz baja. El uniforme negro se le ajustaba perfectamente, resaltando sus hombros anchos y su porte seguro. Riona estaba acomodando las tazas limpias en la estantería, y Estefy terminaba de barrer la entrada. Ambas llevaban los mismos delantales ajustados que delineaban sus curvas, aunque cada una tenía su toque personal: Riona con una trenza despeinada cayendo por su hombro y Estefy con su cabello recogido en un moño alto y relajado. —¿Vas a quedarte toda la tarde jugando con esa máquina de café, Owen? —bromeó Riona, lanzándole una mirada de reojo. Owen sonrió de medio lado y sirvió los cafés con precisión, dejando escapar un gruñido divertido. —Al menos alguien está haciendo algo útil aquí —replicó, levantando la vista justo cuando Estefy pasaba a su lado, dándole un leve empujón con la cadera. —Si no estuvieras tan distraído mirándonos el trasero, avanzarías más rápido —le espetó Estefy con picardía, dejando la escoba contra la pared. Owen alzó una ceja, acercándose con pasos decididos hasta quedar entre ambas. —¿Y quién dice que no puedo hacer ambas cosas? —murmuró, colocando sus manos en la cintura de cada una, atrayéndolas hacia él. Riona soltó una risita y deslizó sus manos por el pecho de Owen, palpando la tela ajustada de su camiseta. —¿Siempre tan seguro de ti mismo, escocés? —susurró cerca de su oído, haciendo que él soltara un gruñido bajo. Estefy no se quedó atrás y pasó los dedos por la nuca de Owen, tirando suavemente de su cabello mientras lo miraba con esos ojos verdes llenos de deseo. —A veces pienso que deberíamos enseñarte a ser un poco más humilde —dijo, mordiéndose el labio inferior. Owen soltó una carcajada ronca, atrapando los labios de Riona en un beso hambriento mientras sus manos recorrían su espalda, atrayéndola más cerca. Estefy aprovechó para colarse por el otro lado, mordiendo suavemente el lóbulo de su oreja antes de besar su cuello con lentitud, disfrutando del modo en que él exhalaba profundamente. —Si siguen provocándome, alguien va a tener que encargarse de la barra —gruñó Owen, sin soltar a ninguna. —Oh, no te preocupes —susurró Riona—. La clientela está más que satisfecha con el espectáculo. Estefy rió entre dientes y deslizó sus manos bajo la camiseta de Owen, recorriendo sus abdominales con las uñas mientras su hermana mordía suavemente su labio inferior. —Podríamos encerrarnos en el almacén un rato —sugirió Estefy, susurrando cerca de su boca—. Nadie notará nuestra ausencia… Owen soltó una risita grave, atrapando la cintura de ambas con más firmeza. —Entonces vamos —ordenó, guiándolas hacia la pequeña puerta que daba al almacén mientras las gemelas reían, satisfechas de haberlo llevado justo donde querían.El almacén era reducido y apenas iluminado por una pequeña lámpara en la esquina, pero eso no importaba. Tan pronto como la puerta se cerró tras ellos, Owen empujó a Riona contra la pared, atrapando sus muñecas sobre su cabeza mientras sus labios devoraban los de ella en un beso profundo y exigente. Riona gimió contra su boca, arqueando la espalda para pegarse más a él. Estefy, por su parte, aprovechó para deslizarse detrás de Owen, pasando las manos por su cintura y presionándose contra su espalda mientras dejaba besos húmedos a lo largo de su cuello. Su lengua trazaba líneas perezosas en su piel, mientras sus dedos se colaban bajo la camiseta de él, acariciando su abdomen firme. —Vas a volverlo loco —susurró Riona, observando cómo su hermana lo provocaba desde atrás. Owen soltó una risa grave y soltó una de las muñecas de Riona solo para capturar su mentón y hacerla mirarlo directamente. —Las dos vais a acabar suplicando —gruñó, antes de besarla nuevamente, con una mezcla de rudeza y pasión que la dejó sin aliento. Estefy no perdió el tiempo y deslizó sus manos hacia la hebilla del cinturón de Owen, desabrochándolo con agilidad mientras él se inclinaba hacia Riona, mordiendo suavemente su cuello, dejando marcas rojizas que contrastaban con su piel clara. La respiración de ambas gemelas se aceleró al ver cómo Owen se deshacía de la camiseta de un tirón, exponiendo su torso esculpido. —Siempre tan ansiosas —se burló él, atrapando a Estefy por la cintura y dándole la vuelta para que quedara contra la pared junto a su hermana. Ambas estaban frente a él, jadeantes y deseosas, y Owen disfrutó del contraste entre las dos: una con la melena suelta y salvaje, la otra con el moño ligeramente deshecho. Con manos firmes, recorrió el cuerpo de Riona, desabrochando los botones de su camisa mientras sus labios bajaban por su clavícula. Al mismo tiempo, sus dedos se colaron bajo la falda de Estefy, acariciando lentamente el borde de su ropa interior mientras ella soltaba un suspiro entrecortado. —Joder, Owen… —jadeó Riona, aferrándose a sus hombros cuando él bajó para atrapar uno de sus pezones con la boca, succionando con habilidad mientras su otra mano seguía provocando a Estefy. Estefy, incapaz de contenerse, deslizó sus dedos por el cabello de Owen, tirando ligeramente mientras él alternaba su atención entre ambas. Cuando Riona quedó con el torso descubierto, él se volvió hacia Estefy, quitándole el delantal y desatando el moño para que su melena pelirroja cayera libre. —¿Siempre tan mandón? —provocó Estefy, con una sonrisa descarada. Owen la silenció con un beso feroz, su lengua reclamando la de ella mientras sus manos bajaban para apretar sus caderas con fuerza, marcando el ritmo de un movimiento insinuante que la hizo gemir contra su boca. Riona aprovechó para deslizar su mano dentro del pantalón de Owen, acariciando su erección con movimientos lentos y calculados, arrancándole un gruñido grave que reverberó en el reducido espacio. —Las dos vais a pagarme por esto —murmuró él, su voz ronca y cargada de deseo. Las gemelas intercambiaron una mirada cómplice y rieron suavemente, sabiendo que estaban justo donde querían: atrapadas con él en ese espacio pequeño, dejando que el deseo se desbordara sin importar el lugar o el momento. Owen dejó escapar un gruñido grave cuando los dedos de Riona acariciaron su erección a través de la tela, marcando un ritmo lento y provocador que lo hizo apretar los dientes. Mientras tanto, Estefy aprovechó para deslizar su lengua por su cuello, dejando un rastro húmedo hasta su clavícula, disfrutando de cada reacción de él. —¿Así de fácil te rendirías? —murmuró Riona con una sonrisa maliciosa, apretando un poco más mientras sus ojos brillaban con picardía. Owen no respondió con palabras; en cambio, liberó sus caderas de la presión de su mano y atrapó a Riona por la cintura, girándola rápidamente hasta que su espalda chocó contra la estantería de cajas. Antes de que pudiera reaccionar, él la levantó por los muslos y la hizo rodear su cintura, atrapándola con firmeza. Riona jadeó al sentirlo presionarse entre sus piernas, y sus uñas se clavaron en los hombros de Owen cuando él le mordió el cuello, marcando su territorio. Estefy, sin quedarse atrás, aprovechó el momento para deslizar sus manos dentro de los pantalones de Owen desde atrás, acariciando su piel desnuda con descaro mientras su cuerpo se amoldaba a la espalda de él. —No seas tan rudo, Owen… podrías romperla —bromeó, dejando un beso húmedo justo en la base de su cuello. Owen rió entre dientes, girando el rostro hacia ella para besarla con hambre, atrapando su labio inferior entre los dientes antes de profundizar el beso. Mientras tanto, sus manos se colaron bajo la falda de Riona, acariciando sus muslos desnudos y sintiendo el calor que se acumulaba en su centro. Riona gimió contra su oído, sus caderas moviéndose instintivamente para acercarse más a él. —No juegues conmigo —advirtió, desafiándolo con la mirada, aunque su respiración entrecortada la delataba. —¿Crees que estoy jugando? —respondió Owen, deslizando los dedos por el borde de su ropa interior y empujándola a un lado, acariciándola con firmeza y haciéndola arquearse contra él. Estefy aprovechó para tirar suavemente de la camiseta de Owen, obligándolo a deshacerse de ella por completo. Cuando su torso quedó al descubierto, no perdió tiempo en recorrerlo con las manos y la boca, besando y lamiendo cada línea definida de sus músculos mientras él mantenía a Riona sujeta contra la estantería. Las manos de Owen se movieron hábilmente, bajando la falda de Riona mientras ella le ayudaba a deshacerse de la prenda, quedando expuesta ante él. Sus labios volvieron a atraparla en un beso feroz, mientras sus dedos exploraban su humedad, arrancándole gemidos ahogados que solo lo hicieron sonreír con arrogancia. Estefy se deslizó hacia el frente, bajando hasta arrodillarse frente a ambos, sus manos trabajando en desabrochar el pantalón de Owen con destreza, liberándolo finalmente. Él dejó escapar un suspiro cargado de deseo cuando sintió los labios de Estefy envolverlo con lentitud, mientras Riona continuaba besando su cuello y mordiendo su mandíbula, cada roce alimentando la tensión acumulada. —Malditas… —gruñó él, sin poder evitar dejar que el placer lo envolviera mientras las gemelas trabajaban en perfecta sincronía, aprovechándose de cada punto sensible que conocían. Riona sonrió contra su oído y mordió suavemente su lóbulo. —Admítelo, te encanta que te volvamos loco. Owen, con la respiración agitada, sostuvo el rostro de Riona entre sus manos y la besó con intensidad, mientras una de sus manos bajaba para entrelazarse en el cabello de Estefy, guiándola con un ritmo más profundo y pausado. El almacén se llenó de suspiros, jadeos y el sonido de cuerpos entrelazándose, mientras la tensión se acumulaba como una tormenta a punto de estallar. Owen estaba atrapado entre ambas, perdido en el calor que lo consumía y sin intenciones de detenerse hasta que cada una quedara completamente satisfecha.
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