Whisky y Tréboles

Whisky y Tréboles

Nigua33

20/03/2025

La lluvia golpeaba con fuerza el parabrisas, creando una cortina borrosa que aislaba el mundo exterior. Las luces difusas de la calle apenas se filtraban a través de las gotas mientras Owen estacionaba el coche en una calle tranquila. El rugido del motor se apagó, dejando solo el sonido rítmico del agua y el latido acelerado de sus corazones.

Riona se mordió el labio inferior, su acento irlandés resonando en el reducido espacio.

—¿Siempre conduces tan rápido o estabas tratando de impresionarme? —preguntó, sus ojos verdes brillando con picardía.

Owen le dedicó una sonrisa arrogante, inclinándose hacia ella mientras sus dedos rozaban la curva de su mandíbula.

—Solo quería llegar a algún lugar donde pudiera tenerte para mí —murmuró, su voz grave y acentuada envolviéndola como una caricia.

Ella no respondió con palabras, sino que se inclinó hacia él, atrapando su boca en un beso profundo y voraz. Las manos de Owen se deslizaron hasta su cintura, atrayéndola sobre sus piernas mientras ella se acomodaba a horcajadas sobre él, sus labios sin separarse. La tela de la falda de Riona se alzó, y las manos grandes de él acariciaron la piel desnuda de sus muslos, despertando un escalofrío que la hizo arquearse contra su cuerpo.

Sus labios viajaron hasta el cuello de Riona, dejando un rastro de besos húmedos y mordiscos suaves que la hicieron jadear. Ella enterró los dedos en el cabello de Owen, tirando con suavidad mientras él gruñía bajo su toque, disfrutando de la manera en que su cuerpo reaccionaba al suyo.

—Maldita sea, mujer —susurró él contra su piel—. Vas a volverme loco.

Riona sonrió, apoyando la frente contra la de él mientras sus respiraciones se entrelazaban.

—Ya lo estás, escocés —contestó antes de volver a besarlo con hambre renovada, sus cuerpos moviéndose en un ritmo cada vez más desesperado, ignorando el frío cristal empañado y la tormenta que rugía fuera del coche.

La lluvia seguía repiqueteando contra el techo del coche, envolviéndolos en un mundo propio donde el tiempo parecía detenerse. El vaho en las ventanas empañaba la vista exterior, pero a ninguno de los dos le importaba. Riona se movió un poco sobre el regazo de Owen, sintiendo la dureza de su erección presionando contra su entrepierna, lo que provocó que un jadeo suave escapara de sus labios.
Las manos de Owen bajaron lentamente desde su cintura hasta sus caderas, aferrándose con firmeza y guiándola a moverse sobre él en un vaivén provocador. Ella dejó escapar un suspiro entrecortado al notar cómo él gruñía con cada roce. Sus bocas se encontraron de nuevo en un beso voraz, uno que parecía querer consumirlos por completo. Las lenguas se entrelazaron con ansias, y Riona pudo saborear el deseo crudo en el modo en que él la apretaba contra sí.
—Joder, Riona… —murmuró Owen contra sus labios, deslizando una mano bajo su falda, los dedos recorriendo la línea de su ropa interior—. Estás tan mojada…
Ella gimió ante la caricia experta de sus dedos, que comenzaron a dibujar círculos lentos y precisos sobre la tela empapada. Su respiración se volvió más errática, y sus caderas se movieron instintivamente, buscando más fricción. Owen deslizó la tela a un lado, tocándola directamente, y sintió cómo su cuerpo se tensaba al contacto.
Riona arqueó la espalda, dejando caer la cabeza hacia atrás mientras él hundía los labios en la línea de su cuello, mordiendo y succionando con la misma intensidad con la que sus dedos exploraban su centro húmedo y caliente. Ella tiró de su camiseta, deseando sentir su piel contra la suya, y él no dudó en ayudarla a quitarse la prenda, dejando su torso al descubierto. Sus manos recorrieron el abdomen firme y el pecho de Owen, dejando que sus uñas dibujaran líneas finas que lo hicieron gruñir de placer.
—Siempre tan impaciente, irlandesa —ronroneó él, bajando los tirantes de su blusa para exponer sus pechos, que se alzaron tentadoramente ante él. No tardó en capturar uno de sus pezones entre los labios, lamiendo y succionando hasta que Riona se retorció sobre él, incapaz de controlar los gemidos que escapaban de su garganta.
—Cállate y fóllame ya —jadeó ella, su voz temblando de urgencia mientras sus manos luchaban con el cinturón de Owen.
Él sonrió contra su piel, disfrutando del modo en que ella lo necesitaba, y la ayudó a deshacerse del obstáculo, liberando su erección palpitante. Riona se levantó apenas lo suficiente para alinearse con él, y sin perder el contacto visual, se hundió lentamente en su longitud, llenándose por completo mientras ambos contenían la respiración.
El coche se balanceó ligeramente cuando ella comenzó a moverse sobre él, sus caderas encontrando un ritmo que los hacía jadear al unísono. Owen la sostuvo por la cintura, sus manos firmes guiando el vaivén mientras sus labios atrapaban los suyos una y otra vez. La intensidad iba en aumento, el calor acumulándose en el reducido espacio mientras sus cuerpos se encontraban con una sincronía perfecta.
—Dios, Owen… —susurró ella, el placer al borde de desbordarse.
—Vamos, cariño, déjate llevar —gruñó él, acelerando el ritmo, sintiendo cómo los músculos de ella se apretaban a su alrededor.
Riona se estremeció, el orgasmo atravesándola con una intensidad que la dejó temblando, sus uñas clavándose en los hombros de él mientras gemía su nombre. El clímax de Owen la siguió rápidamente, hundiéndose en ella mientras su cuerpo se tensaba y dejaba escapar un gemido ronco y satisfecho.
El silencio se instaló poco a poco mientras sus respiraciones volvían a la normalidad, y Riona se dejó caer contra su pecho, riendo suavemente.—Quizá tengas que conducir rápido más a menudo… —susurró ella, besando su mandíbula.
Owen sonrió, acariciando su espalda desnuda.

—Si siempre acaba así, lo consideraré.

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