Me siento horriblemente exhausto. Luego de una larga jornada laboral donde los clientes no pararon de entrar y salir de la panadería como hormigas trabajadoras, provocando su desagradable borlote que me martilló los oídos e impidió a mis manos permanecer quietas a mis costados; luego de ese infierno, era obvio que mis pies se arrastraran hasta la parada del autobús.

La vibración del motor que contamina la estabilidad de mi asiento logra mantener mis ojos abiertos durante el trayecto. A través de la ventana, observo la oscuridad de la noche, aquella me atrae inevitablemente al descanso eterno, entendiéndose como un concepto relativo del tiempo.

Cuando llego a mi apartamento, me desfundo de la mochila sin pesarlo. Camino directo a mi habitación, ignorando el sudor acumulado, así como las vestimentas impregnadas de cansancio; lo único que me interesa es aventar mi cuerpo adolorido a la suavidad del colchón; lo único que deseo es dormir durante la consumación de esa relativa eternidad.

Duermo profundamente; sin embargo, el sueño me conduce a una epifanía trascendental.

Estoy de vuelta en la oscuridad. Un camino de piedras, las luces tintineantes que fluyen en un torbellino. Este es el mismo lugar de aquella primera vez que hice contacto con los Elarian.

—Pasithea —mi boca susurra antes de que pueda pensar en la palabra, como si ese nombre estuviera grabado en mi lengua.

—Ahora tú eres uno de nosotros, Atreyu. Deja de pensar lo contrario o nunca tendrás acceso al poder de Auryn.

En ese instante, un cuerpo luminoso de tonalidades áureas aparece frente a mí. Lentamente, la luz se va derritiendo hasta revelar su apariencia real.

—Soy uno de los muchos magos que formaron parte de Auryn —es un joven muchacho de cabellera larga y dorada, no más alto que yo, y con un semblante inocente—. Una parte de cada uno de nosotros vive aquí. Con el tiempo, serás capaz de acceder a todas nuestras habilidades; pero primero debes aprender a dominar los cuatro niveles de poder.

En seguida, dibuja un semicírculo con ambas manos y una esfera de agua aparece flotando. Después, hace otro movimiento y la esfera se divide en una cantidad interminable de gotas. El muchacho sonríe, seguramente por mi atónita expresión, y sin previo aviso, las gotas estallan a mi alrededor como pequeñas dagas afiladas, haciéndome trastabillar.

—Eso fue Jipsu, la capacidad de reunir la energía del agua. Es el primer paso que todos los magos deben aprender a medida que extraen su energía de dentro de sí mismos y del agua— el muchacho vuelve a mover las manos, haciendo brotar otra esfera de agua que esta vez mantiene tranquila—. Tu portal de energía está abierto, visualizarlo como un objeto que se abre y cierra te ayudará.

Tengo demasiadas preguntas atoradas en la garganta. Solo dos de ellas alcanzan a discurrir por la abertura de mi boca.

—¿Por qué sí te puedo ver a ti? ¿Por qué me estás ayudando? Pensé que la única forma de entender este poder era ir hasta el infierno para recuperar el libro.

El joven sonríe una vez más, en esa ocasión, me percato del par de hoyuelos marcados en sus mejillas.

—No quería dejarte solo.

Naturalmente, en mi siguiente parpadeo, la oscuridad de mi habitación me recibe con menor intensidad. Mi respiración está alterada, boqueo de forma constante para recuperar el aire mientras cierro el puño entre las sábanas. No fue un sueño. Junto a mí, los pedazos de vidrio de un vaso con agua se clavan en el piso.

Me es imposible volver a dormir, así que decido salir a correr por las calles en esa calurosa madrugada.

Auryn, mi portal de energía, el jipsu… Las elucubraciones se precipitan a la misma velocidad que mi trote. Y el albor del amanecer surge desde las sombras en tanto escucho el percutir de mi corazón en palpitaciones desiguales.

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS