El suspiro de Job (parte II)

El suspiro de Job (parte II)

Felipe Flores

17/03/2025

Ante el severo cuestionamiento de su amigo, Job responde de una manera airada, se siente desesperado, su sufrimiento es de él, se lo quieren arrebatar, considera que las palabras no bastan cuando el dolor lo está consumiendo lentamente, sin la piedad de lo divino siente que su voz se pierde en el silencio del desierto. Es tanto su sufrimiento que no hay nada que lo colme de gratificaciones, todo es nada y más cuando le han arrebatado lo que más ha amado en el mundo, sus hijos. 

La piel que cobija nuestros huesos nos hace sensibles, el calor donde se acurruca el corazón sólo es un frío exquisito en la pesadumbre sin el fuego del amor filial, ¿qué sabe aquel que no ha perdido un hijo?, ¿cómo puede consolar el amigo si el sufrimiento lo quiere mitigar con palabras a alguien que está a punto de perderlo todo? Job ante el panorama del vacío existencial se pregunta: «¿Me quedan fuerzas para aguantar? ¿Tengo una meta a la cual aspirar?» ¿Cuántas veces el dolor nos consume y nos sentimos sin un apice de ganas de hacer algo?,así le pasa a Job, decaído y sin fuerzas solo implora piedad a sus amigos, desea ser comprendido desde su naturaleza humana y no desde el creyente fiel, entregado y abnegado; y es aquí donde nuestro ser se escinde, entre el dolor y la esperanza, entre el sufrimiento y la fe, entre la ausencia y la vida del presente, entre la palabra y la acción, por ello se cuestiona «Las palabras razonables se escuchan a gusto, pero, ¿qué critican vuestras críticas?», el que no sufre habla sin conocer antes el dolor del otro y además lo juzga con palabras vacías de compresión, no hay piedad para el que sufre, no hay apertura para el dolor del otro, son «voces desesperadas que arrebata el viento» en medio de oídos sordos por el dolor.

El dolor que se carga y no se habla, ese que se acumula en un jarrón cuarteado, poco a poco empezará a borbotear por todos lados, no habrá resquicio que pueda ser labrado con el perdón, y en las noches de soledad y silencio no hay descanso para el corazón herido, se piensa en todo y en nada a la vez, se está aletargado por el estado patético del sufrimiento, la voz retumba en lo profundo del corazón, «al acostarme pienso: «¿Cuándo llegará el día?», y al levantarme «¿Cuándo se hará de noche?», solo se busca el descanso y de vez en cuando, se envidia a los muertos por la paz en la que habitan. Porque los días pasan sin el color entre horas, se tornan grises y tristes; cuando el dolor habita en toda la casa de la existencia se habrá ido la esperanza por la puerta trasera, stolo queda prender una vela para tener de compañía una pequeña flama tiritando en el frío, » mis días corren más que la lanzadera, se consumen sin nada de esperanza», lo días son tristes cuando se está herido de muerte natural, y es ahí cuando nuestro pensamiento se torna exigente, quiere escapar con los muertos, Job se siente desesperado ante tanto dolor en su corazón que le viene a su encuentro el deseo de partir y dejar todo este dolor a un lado, y piensa en buscar una muerte igual de dolorosa como sus días, «quisiera morir asfixiado: ¡antes la muerte que mis dolores»…mis días son un soplo», cuando se es tocado por la muerte y el dolor, solo se piensa en morir, es por ello que Job se cuestiona y se pone de rodillas ante el creador y le dice «¿por qué te sirvo de carga?», el silencio es lo único que se escucha ante esos momentos de desesperación, no hay repuesta, es ahí cuando la pregunta se alarga y el dolor se prolonga hasta la desdicha de una calma que no llega, la existencia ante el dolor se siente como una terrible carga.

Ante la descarga depresiva en el discurso narrativo de Job, es imposible guardar silencio para su amigo Bildad de Súaj, y le lanza de inmediato una pregunta con intención de hacerlo pensar sobre lo que su corazón siente «¿Hasta cuando hablarás de ese modo, con palabras como viento impetuoso?”, quiere invitarlo a tener paciencia y serenidad en los momentos más complejos que puede vivir el alma, trata de consolarlo como amigo fiel en una fe en común, cómo silenciar el corazón ante la fuga de la vida, cómo comportarse ante la perdida de la vida y a la vez ser complacientes ante los ojos de Dios. Bildad trata de consolarlo de un modo raro, justificando las acciones divinas, «si tus hijos pecaron contra el, ya los puso en poder de su delito», es decir, la sabiduría divina actúa de una forma diferente a la comprensión racional de cualquier creatura, se busca consolar al corazón herido con palabras determinadas y justificadas, es el plan divino que actua ante la muerte de nuestros seres queridos, ¿es un Dios muy cruel o la naturaleza es más sabía? Asumir la muerte porque pecaron, es como asumir la vida y ofrecerla al creador solo porque es de él, y ¿dónde queda dolor o el sufrimiento, en una oración, en una oblación, en un sacramento, cuando aquél es tan humano que sin ello sería imposible que existiera Dios en la conciencia humana? Dios puede consolar al corazón herido pero no puede ser empático con el sentimiento humano porque su divinidad no se asemeja a la humanidad. Lo divino a veces puede ofrecer una sutil seguridad al humano «su confianza solo es un hilo, una telaraña su seguridad», es acto de voluntad refugiarse en aquella telaraña, es asumir que es una plan divino pero ¿qué pasa cuando esa telaraña se rompe y se queda en el vacío de la vida? Seguir confiando en que es el mejor de los planes posibles, y esperar que algún día el creador pueda «llenar tu boca de risas, tus labios de júbilo». Es confiar que el creador sentirá piedad a su creación, al final seguirá siendo un acto de fe contra el dolor que cala hasta los huesos.

El sufrimiento pone a Job en una encrucijada, por un lado entiende y comprende de manera espiritual cuál es el papel que tiene Dios en su vida y a aquél lo reconoce como un ser justo y sabio, por ello se pregunta, «¿Cómo puede el hombre ser justo ante Dios?», toda la sabiduría humana no se puede asimilar con la divina, los caminos trazados por el creador tienen una finalidad justa, si el ser humano no los entiende es porque no está en la posibilidad de comprender la sabiduría de Dios, ¡Un excelente blindaje divino para que el hombre asuma su finitud y reconozca a su creador como el más sabio! Y así lo pronuncia Job «si quiere entablar pleito con él, no le rebatirá ni una vez entre mil»; el hombre justo ante los ojos de Dios es aquel que asume su papel en la creación, pase lo que pase, el hombre es un siervo y está sujeto al predicamento divino, a pesar de estar viviendo en un constante sufrimiento y más si este es fruto del creador. Cuando el sufrimiento logra mitigarse un poco, Job entra en un estado racional que le permite ver con más amplitud lo que siente su corazón, asume que el creador es el amo y señor de todo lo que existe, él puede mover montañas, sacudir la tierra, mandar al sol para que no resplandezca, ha creado las constelaciones de la Osa Mayor y Orión, todo está a su pies, «¿Quién puede decirle: qué haces?» No hay argumentos que puedan ser utilizados contra él. El titiritero lo quiere controlar todo, pero el sufrimiento y el dolor solo le pertenecen al hombre en su finitud, son los elementos necesarios para reconocer la humanidad de sí mismo y de los demás, «entonces hablaría sin temerle, pues no soy culpable a mis ojos», y esto debe ser una certeza, ante el sufrimiento ya que en el dolor no hay culpables solo, seres humanos más humanos.

Una vez que Job trata de expresar el reconocimiento divino y su papel de justiciero sabio en el plan terrenal, se queda insatisfecho pues todavía su ser siente los terremotos del sufrimiento y dolor, no han mitigado su emociones por la ausencia de sus hijos y habla así a sus amigos, «Siento asco de mi vida, voy a dar curso libre a mis quejas, voy hablar henchido de amargura»; han pasado varios días, entre el silencio y la compañía de sus amistades aún perdura esa sensación de hastío y vacío existencial, no hay algo que lo sane, busca de todas las maneras posibles sacar ese dolor rancio que sobrecoge a su alma, y está dispuesto a mostrar lo que el dolor le hace sentir, y le reclama a Dios, «¿Te parece bien oprimirme, despreciar la obra de tus manos, y favorecer los planes del malvado?» Es justa su queja, es real su sentir, ¿Dónde está el amor divino si este se refleja en hacerlo sufrir con los ausencia de sus hijos? » Son tus años los de un hombre, para que hurgues en mi culpa». Job nos está dando una lección de vida, aunque sea tanto el amor a Dios siempre hay un pequeño resquicio humano donde se refleja la esencia del sufrimiento, no hay compresión por el plan divino ante la pérdida del otro, no se puede tapar el sol con un dedo; Job reconoce su finitud y está consiente de ella «recuerdo que me has hecho de barro y que al polvo me has de volver», nuestra condición no se olvida por el dolor al contrario, se agudiza y se busca una respuesta tan humana, la muerte. Se siente atemorizado por todo lo que está viviendo y sintiendo, siente cólera porque no tiene una explicación para lo que vive, » con la furia de un león me das caza», se siente perseguido solo por ser el siervo mas fiel y entregado; se vive en la confusión y despotrica contra Dios en forma de reclamo, «¿Por qué me sacaste del vientre? Se siente agitado por todas aquellas emociones que lo acusan día y noche, hay hartazgo por todo lo que su creador lo hace pasar, quiere huir de todo hasta de Dios, «Alejate de mi, déjame gozar un poco antes de que me marche y ya no vuelva», con la rabia entre los dientes está decidido a irse y ocultarse con todo su ser en las tinieblas de la miseria humana, siente que solo ahí es capaz de encontrar la calma que tanto le ha negado su Dios, porque es en el caos y en las tinieblas «donde la claridad parece sombra» el dolor nos empuja a la asombras, buscamos un cobijo en la penumbra del alma, en la noche oscura que está por venir.

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